Venía en el carro escuchando a Caetano Veloso y me acordé de Ranita. Dice que canta igualito a Topo Gigio. Luego me acordé que hoy pensaba ir a visitarla pero por culpa del inútil de la foto que me robó la reputación, no pude hacerlo.
Vamos por partes.
No he ido a ver a Ranita. ¿Por qué?
Procedo a explicarlo, ya que tarde o temprano le explicaré a ella también.
Ya pasé dos veces por la situación de Anita: Depresión post parto, falta de sueño, las teclas adoloridas, la casa llena por las visitas y tener que agradecer las atenciones que no quieres porque lo único que deseas es estar a solas con tu muñequito nuevo.
Por eso he dejado pasar todos estos días antes de otorgarle el honor de mi visita. Y yo sé que cuando le explique y le pregunte: ¿Qué tal duerme Manuelito? Ella me responderá, como respondemos todos: Duerme como un angelito. (Nota: los ángeles son seres inmateriales e insubstanciales, por lo tanto ni comen ni duermen). Pero así respondemos las madres. No queremos aceptar la mirada de condescendencia que nos echan las madres más experimentadas que nosotras. Pero… ¡no es cierto! ¡Mentira! Los bebés duermen mal. ¿Cómo va a dormir bien esa pequeña albóndiga que apenas se está acostumbrando a habitar este planeta?. No digo que no sea posible. El melleril es buenísimo en estos casos. Pero Ranita no haría algo así. Ella es una buena persona.
El caso es que, como dije antes, quise dejar pasar unos días.
Hoy tenía planeado ir hasta que el imbécil mencionado anteriormente me preguntó adónde iba después de salir del trabajo. Le dije adónde iba y dijo que fabuloso, que le diera un aventón. Entonces me autollamé por teléfono y le dije que oops, siempre no, los planes cambiaron. Se despidió, dejé pasar un tiempo prudente y luego arranqué a casa de Ana. Justo antes de llegar vi al imbécil. No tuve opción. Por cualquier lado me iba a ver y en mis maniobras evasivas perdí demasiado tiempo.
Pero mañana… mañana será otro día… Y Tara será siempre Tara.

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