Curioso fin de semana.
Ir a ver garzas y patos al río, jaripeo con becerros y chivas, vuelo de papalotes, paseos a la plaza (por cierto, pobres hijos citadinos que tengo). Dijo mi prima Lourdes "¡Vámonos a la plaza!" y Darío preguntó: "¿Qué plaza? ¿Plaza del Sol?". Pobres chicos. Pero ya se empaparon un poco del ambiente campirano y los apapachos de las tías.
Habíamos 40 parientes el sábado en la tarde, contando por supuesto a la más reciente adquisición, el bebé de mi prima la Cuquis. Nació este año el mismito día que yo. Otro Piscis gentil, sensible y generoso para el mundo.
Y no es que hubiera pachanga o algo por el estilo. Son cuatro las personas que viven en ese caserón y usualmente, el promedio de personas que conviven ahí es de veinticinco a treinta. Sumando los doce que llegamos el sábado ¡eh! yo no sé sumar. Ustedes sumen.
Se nos antojaba una lunada por la noche pero empezó el airecito típico de semana santa, que se trae un viento gélido de no sé donde diantres y mejor la pasamos en el porchecito, escuchando como los hombres (porque por supuesto en el pueblo se arman bandas de machos y hembras) se asustaban entre ellos contándose historias de aparecidos. Suceso que después aprovechamos para jugarle una broma a uno de mis primos. Las hembras podemos ser sumamente diabólicas, pero más divertidas. Por eso mi papá se cansó rápidamente de las charlas entre ingenieros e inteligentemente se fue a sentar a las piernas de mi madre. Show de ventriloquia gratuito.
Parece que dejamos todo bien por allá. Saludos de Brother Pepe, desde un escondido monasterio en las montañas de Nuevo México (¿o es Texas?). De veras, mi sobrino Pepe, Licenciado en Diseño Gráfico, va a ser monje. Siempre me pasó por la mente que iba a ser sacerdote. No pasas tu infancia yendo todos los días a misa por gusto, si no te vas a dedicar al sacerdocio. Pero a él le gustan las cosas complejas (es un chico inteligente este Pepito) y será un monje de los que hacen votos de silencio y todo. Mientras tanto, puede hablar y nos manda muchos saludos.


Ahora estoy en casa haciendo las cosas típicas de la semana santa. Además de comer capirotada, nos pusimos a hacerle cosas a la casa. Nada fuera de lo común. Una pintadita al baño, cambio de llaves mezcladoras, cambio de regadera, el clóset de mi recámara. Todavía me quedan muchas cosas qué hacer pero no soy de hule y voy a echarme a la cama a ver The Gilmore Girls. Dios mío, cómo me he ablandado.

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