Los moneros son mis ídolos. Se requiere una gran sensibilidad artística y una inteligencia muy analítica para poder sintetizar en uno o varios cuadros una situación social, política, cultural o económica determinada. Y además de retratar dicha situación dejarnos una lombricilla enterrándose entre las neuronas para poder masticar y reflexionar por un rato.
Cuando estaba en la universidad, hará ya unos diez años de eso, Mr. Flanders (un no muy querido maestro de la institución) invitó a un monero a platicar con nosotros. Él tal vez tendría unos 21 ó 22 años. Nosotros, apenas unos moconetes. Nos agradó mucho su trabajo, admiramos su suspicacia y su talento. Incluso hizo un par de caricaturas: una del Chava y otra del Gus (Ranita, corrígeme si me equivoco). Aunque, en honor a la verdad, el trabajo no ha de haber sido tan difícil. Chava y Gus son en sí un par de caricaturas andantes.
Después llegué a ver a dicho monero en la calle muy a menudo. Después de una semana de encontrármelo cada día en todas partes, decidí quitarme el embrujo de encima. Estaba sentado en la mesa contigua de un café así que me levanté y me fui a presentar con él. Seguramente no se acuerda, pero yo sí. Tengo unas supersticiones que me salen no sé de dónde, pero de ahí mismo vienen los conjuros y regularmente me funcionan. Ya no me topé al monero en un rato.
De todos modos, como buena fan, tengo dos libros suyos. Uno lo compré durante la presentación de ese libro. A decir verdad, yo no fui a la presentación precisamente por el libro. La persona que lo presentaría era un diputado que por esas fechas estaba casado con Eugenia León. O sea, yo asistí al evento únicamente para ver si Rascón había llevado a la esposa. No fue así. Pero el evento me encantó. Le oí decir al monero más de dos palabras y el libro sigue siendo de mis favoritos.
¿A qué viene todo esto?
Ah, pues que en los comentarios del post anterior apareció un pequeño mensaje del monero. Niños y niñas, les presento a Kabeza. Y ahí se los dejo porque soy una pésima prologuista y ya es hora de dormir.
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Cuando estaba en la universidad, hará ya unos diez años de eso, Mr. Flanders (un no muy querido maestro de la institución) invitó a un monero a platicar con nosotros. Él tal vez tendría unos 21 ó 22 años. Nosotros, apenas unos moconetes. Nos agradó mucho su trabajo, admiramos su suspicacia y su talento. Incluso hizo un par de caricaturas: una del Chava y otra del Gus (Ranita, corrígeme si me equivoco). Aunque, en honor a la verdad, el trabajo no ha de haber sido tan difícil. Chava y Gus son en sí un par de caricaturas andantes.
Después llegué a ver a dicho monero en la calle muy a menudo. Después de una semana de encontrármelo cada día en todas partes, decidí quitarme el embrujo de encima. Estaba sentado en la mesa contigua de un café así que me levanté y me fui a presentar con él. Seguramente no se acuerda, pero yo sí. Tengo unas supersticiones que me salen no sé de dónde, pero de ahí mismo vienen los conjuros y regularmente me funcionan. Ya no me topé al monero en un rato.
De todos modos, como buena fan, tengo dos libros suyos. Uno lo compré durante la presentación de ese libro. A decir verdad, yo no fui a la presentación precisamente por el libro. La persona que lo presentaría era un diputado que por esas fechas estaba casado con Eugenia León. O sea, yo asistí al evento únicamente para ver si Rascón había llevado a la esposa. No fue así. Pero el evento me encantó. Le oí decir al monero más de dos palabras y el libro sigue siendo de mis favoritos.
¿A qué viene todo esto?
Ah, pues que en los comentarios del post anterior apareció un pequeño mensaje del monero. Niños y niñas, les presento a Kabeza. Y ahí se los dejo porque soy una pésima prologuista y ya es hora de dormir.
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