Revisión 15,000 kilómetros
Necesito ir al taller. Requiero servicio. Se encendió la luz de precaución con la serotonina. Desde ayer traigo algunas fugas y nomás falta que se me truene el sistema endócrino. Justo antes de inicio de clases.
Tuve que hacer partícipe de esto a mi consorte, aunque no me gustó nada tener qué hacerlo. Es demasiado evidente el PARA QUÉ con letras rojas en el tablero.
Pasé una hora en la tina tratando de echarme mecánica, pero fue insuficiente. Lo único que me queda claro es que alguien se llevó mi batería y tengo que recuperarla.
Llegué al trabajo esta mañana y, por motivos de acomodo y espacio, me encontré con una hora y media donde no tuve nada qué hacer. Cuando esto sucede me da por ir a quitarle el tiempo a los que sí tienen mucho qué hacer. Pero no tuve suerte. Todos andaban en algún curso y había poca gente en el colegio. No me quedó más remedio que ir a buscar a Velita, lo que hago a veces con cierta precaución. Nunca sé qué clase de chingazo psicopedagógico me va a chutar cuando entro a su oficina. Es de sorprender la variedad de técnicas que tiene para darme en la sacrosantísima mother. Y por supuesto, ésta vez no fue la excepción. Por cierto, estaba con ella una empleada de la escuela que me cae ahí merito. A ella le va peor que a mí. Já! Y tampoco esta vez fue la excepción. Dicha empleada tiene un niño hiperactivo, cuestión que ella y su esposo no han querido aceptar. Fue con Velita en busca de consejo con un papelito bajado de internet en la mano con el título Niños índigo. Velita lo leyó y dictaminó: “Tu hijo es un índigo lepe jijo de la tostada. Ve a ayudarlo, mala madre en lugar de andar con estas babadas.” No sé cómo le hace V. para que sus clientes asiduas salgan con una sonrisa de su oficina.
Yo no tuve mejor suerte. Me vio y me dijo “Me estaba acordando de ti. Estaba escuchando una rola de Aute. Mira, te presto el disco.” Hasta aquí, la emoción me embargó. Mi consorte dice que se acuerda de mí con rolas de Milanés. Pero ninguna amiga había pensado en mí con una rola de Aute ni de ningún otro.
Me senté a escuchar. La rola dice así:
Me dice el corazónque no soy de este planeta,
que caí de algún cometa fuera de circulación,
O acaso sea un clon de algo así como un salvaje
que articula algún lenguaje de una extraña dimensión.
También pudiera ser que me esté volviendo loco
porque me pegó el siroco de la levedad del ser.
Y qué le voy a hacer si me falla alguna pieza
por creer que la Belleza no se rindo ante el poder.
Y puestos a elegir entre el oro y el Parnaso,
yo me pido ser payaso, mago, acróbata o faquir.
O acaso un elixir con orgiásticas burbujas
o la bola de las brujas donde sueña el porvenir.
Así es. Dado el trancazo tuve que buscar asidero. Fue durísimo. Durísimo y necesario. Tanto, que el PARA QUÉ en letritas rojas se me convirtió en OK. Claro que también tuve que llamar a la grúa y repetirme “La vida es hermosa, la vida es hermosa!”.
P.D. 1. Iré a caminar al parque.
P.D. 2. Ya casi está lista mi oficina.
P.D. 3. ¿Qué hay de lo demás? No me importa, no me impo-porta!
P.D. 4. Tengo angelitos con colitas de diablo en mi casa. Los amo. Fefito de mi vida.
Tuve que hacer partícipe de esto a mi consorte, aunque no me gustó nada tener qué hacerlo. Es demasiado evidente el PARA QUÉ con letras rojas en el tablero.
Pasé una hora en la tina tratando de echarme mecánica, pero fue insuficiente. Lo único que me queda claro es que alguien se llevó mi batería y tengo que recuperarla.
Llegué al trabajo esta mañana y, por motivos de acomodo y espacio, me encontré con una hora y media donde no tuve nada qué hacer. Cuando esto sucede me da por ir a quitarle el tiempo a los que sí tienen mucho qué hacer. Pero no tuve suerte. Todos andaban en algún curso y había poca gente en el colegio. No me quedó más remedio que ir a buscar a Velita, lo que hago a veces con cierta precaución. Nunca sé qué clase de chingazo psicopedagógico me va a chutar cuando entro a su oficina. Es de sorprender la variedad de técnicas que tiene para darme en la sacrosantísima mother. Y por supuesto, ésta vez no fue la excepción. Por cierto, estaba con ella una empleada de la escuela que me cae ahí merito. A ella le va peor que a mí. Já! Y tampoco esta vez fue la excepción. Dicha empleada tiene un niño hiperactivo, cuestión que ella y su esposo no han querido aceptar. Fue con Velita en busca de consejo con un papelito bajado de internet en la mano con el título Niños índigo. Velita lo leyó y dictaminó: “Tu hijo es un índigo lepe jijo de la tostada. Ve a ayudarlo, mala madre en lugar de andar con estas babadas.” No sé cómo le hace V. para que sus clientes asiduas salgan con una sonrisa de su oficina.
Yo no tuve mejor suerte. Me vio y me dijo “Me estaba acordando de ti. Estaba escuchando una rola de Aute. Mira, te presto el disco.” Hasta aquí, la emoción me embargó. Mi consorte dice que se acuerda de mí con rolas de Milanés. Pero ninguna amiga había pensado en mí con una rola de Aute ni de ningún otro.
Me senté a escuchar. La rola dice así:
Me dice el corazónque no soy de este planeta,
que caí de algún cometa fuera de circulación,
O acaso sea un clon de algo así como un salvaje
que articula algún lenguaje de una extraña dimensión.
También pudiera ser que me esté volviendo loco
porque me pegó el siroco de la levedad del ser.
Y qué le voy a hacer si me falla alguna pieza
por creer que la Belleza no se rindo ante el poder.
Y puestos a elegir entre el oro y el Parnaso,
yo me pido ser payaso, mago, acróbata o faquir.
O acaso un elixir con orgiásticas burbujas
o la bola de las brujas donde sueña el porvenir.
Así es. Dado el trancazo tuve que buscar asidero. Fue durísimo. Durísimo y necesario. Tanto, que el PARA QUÉ en letritas rojas se me convirtió en OK. Claro que también tuve que llamar a la grúa y repetirme “La vida es hermosa, la vida es hermosa!”.
P.D. 1. Iré a caminar al parque.
P.D. 2. Ya casi está lista mi oficina.
P.D. 3. ¿Qué hay de lo demás? No me importa, no me impo-porta!
P.D. 4. Tengo angelitos con colitas de diablo en mi casa. Los amo. Fefito de mi vida.
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