Mediados de semana
En mi trabajo los dramas suelen suceder los viernes y sábados, cuando el trabajo es mayor y las ganas, menos; no en un bonito ombligo de semana.
Lo que pasó hoy -y ayer- es más triste que dramático.
Tenemos una compañera de departamento, T, muy eficiente. Su trabajo es delicado y siempre lo ha hecho muy bien. Sabe más que el resto de los sistemas y procesos que utilizamos. Es pues una parte fundamental del equipo que conformamos. Por otro lado, T es muy introvertida. No suele relacionarse mucho más allá del trabajo, a pesar de que solíamos invitarla cuando festejábamos el cumpleaños de alguien de nuestra área, o si se nos ocurría una salida nocturna, o si nos íbamos a comer o desayunar algún día especial. Jamás fue con nosotros. El día que se casó, con una persona de la empresa, tampoco nos invitó. Y bueno, cada quien.
La verdad es que T me cae bien. Me caía. No sé. Aunque es callada, tiene un sentido del humor afinado y en nuestras pocas interacciones bromeamos y reímos.
Había, sin embargo, detalles que me conflictuaban. Por ejemplo, no tenía ninguna intención de compartirnos lo que sabía, aunque eso le aliviara su carga de trabajo o simplemente ayudara a alguien más a hacer mejor su propio trabajo. Tampoco aceptaba ofrecimientos de ayuda de nadie, tal vez por no soltar el control de sus cosas. Y además en varias ocasiones tuvo respuestas muy fuertes y duras hacia quien hasta el día de ayer fuera nuestra jefa, cuando ella era un amor con su gente. T recientemente estuvo incapacitada por embarazo y entendimos que no fuera a responder el teléfono porque estaba en descanso. Lo que nos sacó terriblemente de onda fue que dejara bloqueada su máquina, que era muy necesaria para hacer lo que ella hacía y que se llevara documentos que hubieran facilitado el trabajo de quienes se quedaron sustituyéndola.
Raro todo esto.
Pese a eso seguimos en una relación cordial.
El día de ayer tenía su carga habitual de trabajo pre quincenal. Nada que ella no hubiera podido manejar antes. Pero andaba extraña.
A mediodía llegaron un par de compañeras de otras ciudades, para ir a comer con nuestra jefa en su último día, y se portó muy grosera con ambas. En algún momento me culpé: tal vez esté enojada porque no la invitamos (pero es que la invitamos a otra de las despedidas de la jefa días antes y no había ido, y considerando que jamás nos había aceptado las invitaciones, ni si quiera me tomé la molestia de decirle algo) pero no era sólo que se notara molesta. Se notaba rara. Perdida. Nuevamente las chicas le ofrecieron ayuda, le dijeron que se fuera a comer con nosotras, que descansara un momento y no quiso.
Nosotras sí nos fuimos a comer. Y también se invitó el nuevo jefe mostrando una insensibilidad tremenda, pero eso es otra historia.
Por la tarde, regresé a casa y un par de horas más tarde me habló la jefa. Muy dolida, me contó que T, frente a J, el nuevo jefe, le había dicho que no quería volverla a ver, que le tenía miedo (¿?), que le estorbaba y no la dejaba trabajar... y una serie de cosas incoherentes y extrañas.
Traté de calmar a la jefa. Le dije que no lo tomara personal porque T no parecía estar bien, que podía ser efecto de gran cansancio (con un bebé de tres meses en casa) sumado al estrés, que tal vez no lo había podido manejar y simplemente hizo Snap. Como cuerda que se rompe.
Esta mañana, J habló en privado conmigo para preguntarme si la exjefa tenía algún problema con T. Yo respondí que no, que en todo caso si alguien tenía algún problema era T, que S había sido una jefa respetuosa y además tolerante con el carácter de T, siempre tratando de acercarse a ella, de ayudarla. Que ignoraba qué le sucedía a T, pero suponía que era producto de cansancio y estrés, que ojalá él pudiera hablar con ella a ver qué le pasaba y en qué podíamos ayudarla nosotras.
Así quedó.
Por la tarde y con retraso de varias horas, finalmente quedó depositada la nómina, que es un proceso que ella realiza. Luego nos dimos cuenta, y porque nuestros compañeros son honestos, que había salido mal. Eso es un broncón en una empresa como la mía cuyos salarios llevan una cantidad de ajustes y cálculos.
El nuevo jefe se estrenó en su primer día teniendo que afrontar un problema que no habíamos tenido antes. Tuvo que ir con los gerentes y pedirle a T que lo acompañara, sólo para explicar qué había sucedido y cómo lo íbamos a resolver.
T, por su carácter tranquilo y callado y su eficiencia, es respetada. Habría sido muy sencillo decirle a los gerentes "la regué, tenía mucho trabajo y cometí errores, no va a volver a ocurrir" y estoy segura que nada habría pasado. Todo hubiera quedado en un par de recomendaciones del gerente.
Pero no.
T dijo que alguien le había echado a perder su trabajo, que alguien se había metido al sistema para moverle y que no saliera bien.
Después de esa reunión, T simplemente se fue. El nuevo jefe se fue a buscarnos a mi compañera y a mí, que ya teníamos dos horas tratando de resolver la situación, y nos platicó lo sucedido. T dijo que quien le había movido al sistema había sido yo.
Creo que sonreí cuando lo escuché... ¡PORQUE YO NO TENGO NINGÚN CHINGADO ACCESO AL SISTEMA! Para eso se necesitan claves y contraseñas. Y aunque las tuviera... para eso se necesita saberle al pedo ése y yo no sé.
Mi compañera C en cambio, no sonrió. Ya estaba bastante encabronada con lo que le había dicho a la ex jefa la noche anterior como para todavía chutarse esto. Por eso, primero se disculpó y dijo "así hablo yo" y luego se soltó hablando, sobre cómo hacíamos el trabajo aquí, cómo nos apoyamos entre compañeras -menos T-, cómo sabemos que si algo falla nos impacta a todos, cómo sabemos que si algo falla, entre todas lo resolvemos. Fue un discurso genial, sobre todo porque cada cuarta palabra era "pinche", "puto", "culero", "chingado" y "cabrón".
El jefe dijo que él nos creía, que si lo compartía con nosotras era porque quería entender qué pasaba y no porque desconfiara de nosotras.
Después de doce horas en la empresa, C y yo pudimos finalmente salir. De camino al estacionamiento, ella seguía encabronada.
Yo no podía hablar. Ni siquiera estaba enojada por la acusación, de tan extraña e ilógica que fue.
Y tampoco puedo estar encabronada, porque la verdad sospecho que T no está nada bien.
Cuando me siento bajo presión, tengo mis mecanismos de apoyo. En casa una familia que cuando me ve con mi cara de cárcel, hace lo posible por ayudarme y consentirme. El solo ofrecimiento de ayuda es confort suficiente. Luego tengo mis reuniones con amigas y amigos, con quienes puedo despotricar y luego reírme. Tengo el trago, los cigarros, la música, la comida, los libros... todo eso que da perspectiva y permite que llegando el lunes una pueda seguirle.
Pero T no.
Su pareja tiene tanto trabajo como ella.
Su bebé no ha de dormir mucho por las noches.
Y no cuenta siquiera con el desfogue con un grupo de amigos.
Y es triste.
No me enojo por lo que dijo, porque para decir algo tan absurdo se requiere haber perdido algo, no sé qué.
:(
Y apenas es miércoles.
Lo que pasó hoy -y ayer- es más triste que dramático.
Tenemos una compañera de departamento, T, muy eficiente. Su trabajo es delicado y siempre lo ha hecho muy bien. Sabe más que el resto de los sistemas y procesos que utilizamos. Es pues una parte fundamental del equipo que conformamos. Por otro lado, T es muy introvertida. No suele relacionarse mucho más allá del trabajo, a pesar de que solíamos invitarla cuando festejábamos el cumpleaños de alguien de nuestra área, o si se nos ocurría una salida nocturna, o si nos íbamos a comer o desayunar algún día especial. Jamás fue con nosotros. El día que se casó, con una persona de la empresa, tampoco nos invitó. Y bueno, cada quien.
La verdad es que T me cae bien. Me caía. No sé. Aunque es callada, tiene un sentido del humor afinado y en nuestras pocas interacciones bromeamos y reímos.
Había, sin embargo, detalles que me conflictuaban. Por ejemplo, no tenía ninguna intención de compartirnos lo que sabía, aunque eso le aliviara su carga de trabajo o simplemente ayudara a alguien más a hacer mejor su propio trabajo. Tampoco aceptaba ofrecimientos de ayuda de nadie, tal vez por no soltar el control de sus cosas. Y además en varias ocasiones tuvo respuestas muy fuertes y duras hacia quien hasta el día de ayer fuera nuestra jefa, cuando ella era un amor con su gente. T recientemente estuvo incapacitada por embarazo y entendimos que no fuera a responder el teléfono porque estaba en descanso. Lo que nos sacó terriblemente de onda fue que dejara bloqueada su máquina, que era muy necesaria para hacer lo que ella hacía y que se llevara documentos que hubieran facilitado el trabajo de quienes se quedaron sustituyéndola.
Raro todo esto.
Pese a eso seguimos en una relación cordial.
El día de ayer tenía su carga habitual de trabajo pre quincenal. Nada que ella no hubiera podido manejar antes. Pero andaba extraña.
A mediodía llegaron un par de compañeras de otras ciudades, para ir a comer con nuestra jefa en su último día, y se portó muy grosera con ambas. En algún momento me culpé: tal vez esté enojada porque no la invitamos (pero es que la invitamos a otra de las despedidas de la jefa días antes y no había ido, y considerando que jamás nos había aceptado las invitaciones, ni si quiera me tomé la molestia de decirle algo) pero no era sólo que se notara molesta. Se notaba rara. Perdida. Nuevamente las chicas le ofrecieron ayuda, le dijeron que se fuera a comer con nosotras, que descansara un momento y no quiso.
Nosotras sí nos fuimos a comer. Y también se invitó el nuevo jefe mostrando una insensibilidad tremenda, pero eso es otra historia.
Por la tarde, regresé a casa y un par de horas más tarde me habló la jefa. Muy dolida, me contó que T, frente a J, el nuevo jefe, le había dicho que no quería volverla a ver, que le tenía miedo (¿?), que le estorbaba y no la dejaba trabajar... y una serie de cosas incoherentes y extrañas.
Traté de calmar a la jefa. Le dije que no lo tomara personal porque T no parecía estar bien, que podía ser efecto de gran cansancio (con un bebé de tres meses en casa) sumado al estrés, que tal vez no lo había podido manejar y simplemente hizo Snap. Como cuerda que se rompe.
Esta mañana, J habló en privado conmigo para preguntarme si la exjefa tenía algún problema con T. Yo respondí que no, que en todo caso si alguien tenía algún problema era T, que S había sido una jefa respetuosa y además tolerante con el carácter de T, siempre tratando de acercarse a ella, de ayudarla. Que ignoraba qué le sucedía a T, pero suponía que era producto de cansancio y estrés, que ojalá él pudiera hablar con ella a ver qué le pasaba y en qué podíamos ayudarla nosotras.
Así quedó.
Por la tarde y con retraso de varias horas, finalmente quedó depositada la nómina, que es un proceso que ella realiza. Luego nos dimos cuenta, y porque nuestros compañeros son honestos, que había salido mal. Eso es un broncón en una empresa como la mía cuyos salarios llevan una cantidad de ajustes y cálculos.
El nuevo jefe se estrenó en su primer día teniendo que afrontar un problema que no habíamos tenido antes. Tuvo que ir con los gerentes y pedirle a T que lo acompañara, sólo para explicar qué había sucedido y cómo lo íbamos a resolver.
T, por su carácter tranquilo y callado y su eficiencia, es respetada. Habría sido muy sencillo decirle a los gerentes "la regué, tenía mucho trabajo y cometí errores, no va a volver a ocurrir" y estoy segura que nada habría pasado. Todo hubiera quedado en un par de recomendaciones del gerente.
Pero no.
T dijo que alguien le había echado a perder su trabajo, que alguien se había metido al sistema para moverle y que no saliera bien.
Después de esa reunión, T simplemente se fue. El nuevo jefe se fue a buscarnos a mi compañera y a mí, que ya teníamos dos horas tratando de resolver la situación, y nos platicó lo sucedido. T dijo que quien le había movido al sistema había sido yo.
Creo que sonreí cuando lo escuché... ¡PORQUE YO NO TENGO NINGÚN CHINGADO ACCESO AL SISTEMA! Para eso se necesitan claves y contraseñas. Y aunque las tuviera... para eso se necesita saberle al pedo ése y yo no sé.
Mi compañera C en cambio, no sonrió. Ya estaba bastante encabronada con lo que le había dicho a la ex jefa la noche anterior como para todavía chutarse esto. Por eso, primero se disculpó y dijo "así hablo yo" y luego se soltó hablando, sobre cómo hacíamos el trabajo aquí, cómo nos apoyamos entre compañeras -menos T-, cómo sabemos que si algo falla nos impacta a todos, cómo sabemos que si algo falla, entre todas lo resolvemos. Fue un discurso genial, sobre todo porque cada cuarta palabra era "pinche", "puto", "culero", "chingado" y "cabrón".
El jefe dijo que él nos creía, que si lo compartía con nosotras era porque quería entender qué pasaba y no porque desconfiara de nosotras.
Después de doce horas en la empresa, C y yo pudimos finalmente salir. De camino al estacionamiento, ella seguía encabronada.
Yo no podía hablar. Ni siquiera estaba enojada por la acusación, de tan extraña e ilógica que fue.
Y tampoco puedo estar encabronada, porque la verdad sospecho que T no está nada bien.
Cuando me siento bajo presión, tengo mis mecanismos de apoyo. En casa una familia que cuando me ve con mi cara de cárcel, hace lo posible por ayudarme y consentirme. El solo ofrecimiento de ayuda es confort suficiente. Luego tengo mis reuniones con amigas y amigos, con quienes puedo despotricar y luego reírme. Tengo el trago, los cigarros, la música, la comida, los libros... todo eso que da perspectiva y permite que llegando el lunes una pueda seguirle.
Pero T no.
Su pareja tiene tanto trabajo como ella.
Su bebé no ha de dormir mucho por las noches.
Y no cuenta siquiera con el desfogue con un grupo de amigos.
Y es triste.
No me enojo por lo que dijo, porque para decir algo tan absurdo se requiere haber perdido algo, no sé qué.
:(
Y apenas es miércoles.
Comentarios
Saludos, que estés muy bien.