Melomanías

Después de que nació William algunos de mis hábitos cambiaron y algunos no. Uno de los que no cambiaron fue la ida al cine semanal. No solíamos dejar a William al cuidado de alguien más, no sólo por el celo materno y paterno, también porque fue un bebé bastante llorón y vomitón. Era difícil encontrar una niñera en esas circunstancias así que generalmente lo llevábamos con nosotros a donde fuéramos y debo decir que tuvimos experiencias exasperantes, extenuantes y sobre todo, divertidas.

Al cine íbamos por la noche, a la última función. William estaba en brazos, veía los créditos y se quedaba dormido. Su primera película fue una de Almodóvar, Carne Trémula. Sin embargo, al paso de las semanas William ya no quería dormirse y veía la película con nosotros. Al principio no fue problema, pero como papás comenzamos a tener dudas sobre si tenerlo con nosotros viendo películas adultas, era lo correcto. La última película que vimos fue Antes de que anochezca, con un William muy inquieto y un Harry de meses.

Dejamos el cine.

También dejamos los conciertos y aunque el cine lo fuimos readquiriendo de diversas maneras, con la música no fue tan sencillo.

Desde que tuve edad para ir por mi cuenta a conciertos de música orquestal, traté de asistir de manera regular.

Me encantaba escuchar de manera presencial lo que antes sólo había escuchado en discos o casetes. Las dimensiones de la música, la profundidad, el volumen, la organización instrumental y sus efectos, y todo lo que sólo podía adivinar cuando escuchaba un casete, se volvía evidente y real en un concierto. Tan real como puede ser algo inasible como la música, pero muy real para mí que estaba ahí concentrada en los efectos emocionales de cada instrumento y de cada nota.

Dejamos la música porque si en teoría tengo un niño con hiperactividad, en la práctica tengo dos. Y no, la música no calmaba a mis bestias.

Muchos años tuvieron que pasar para probar de nuevo. La oportunidad fue provista por la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de México que se presentó aquí en su gira de este año y no quisimos desaprovecharla para poder llevar a los talibanes.

Qué experiencia.

Aunque Harry se movía en su lugar como si tuviera lombrices en la cola, se comportó a la altura. De repente exclamaba “¡La que te gusta, mamá!” o “¡La que tenemos en el disco!” o “¡Es en donde gritan ´Mambo´!”. William, en cambio, estuvo serio y atento, siguiendo el orden de los movimientos y de las piezas musicales en el programa, todo etiqueta y protocolo, preguntándome cuándo aplaudir y cuándo no.

Hacia el final del programa, los dos ya querían irse y los músicos y el director regresaron a petición del público con algunas piezas más. No se arrepintieron de que nos quedáramos, aunque Harry en su rebeldía habitual dijo que se había aburrido mucho y que había estado muy cansado. Pero más tarde, mientras cenábamos, la forma en que William y Harry hablaron de la música, de qué les había gustado más, de qué les había parecido mejor, nos convenció de que no será ésta la última vez que los cuatro vayamos juntos a un concierto y lo disfrutemos en serio.


Sobre la Orquesta

Yo supe de la OSIJM hace algunos años, casi cuando estaba recién fundada, gracias a dos exalumnas que fueron aceptadas en la orquesta y se fueron de gira en el verano. Me dio mucho gusto encontrarme a una de ellas en el concierto.

Pese a la calidad que tienen los ejecutantes como la capacidad de la dirección orquestal, y en general todo el equipo que trabaja en el verano con los niños, niñas, chicos y chicas (maestros, asesores, médicos…) aun tienen un espacio muy pequeño en los medios, lo que impide que haya información o interés o qué se yo.

El teatro tuvo poca asistencia. Los asistentes básicamente eran los familiares o los amigos de los niños de aquí que participaron en la Orquesta este año. Según comentó el director, la mayoría de los niños foráneos eran de nuestra ciudad.

Qué bien que asista la familia o las amistades. Desgraciadamente no todos aprecian debidamente el trabajo de los niños a quienes van a ver. Se sientan, comentan y platican como si estuvieran en una graduación.

Yo tenía especial interés en escuchar la interpretación del Danzón 2, porque no es fácil y quería ver los arreglos que Arturo Márquez había hecho especialmente para la OSIJM. La fila de atrás no nos lo permitió. Fueron a ver a Nayeli o Joselyn o alguna otra chica con nombre exótico, y no dejaron de hablar sobre qué tan grande estaba y cómo se parecía a la tía Mercedes, en lugar de admirar el despliegue de talento y virtuosismo que se hallaba concentrado en el escenario.

Eso fue una pena, pero fuera de esos detalles, el concierto fue perfectamente disfrutable. La interpretación de la Quinta Sinfonía de Beethoven fue muy cuidada, muy pura. Siento que se me perdió un movimiento y no supe dónde quedó. Las Cubanerías de Luis Pastor, fueron un deleite y le impregnaron mucho sabor. La pieza final, Tritsch-Tratsch, encantó a los niños y a nosotros también, por el juego y el gozo que se involucran cuando haces algo que te apasiona y te hace, literalmente, brincar.

Les dejo unos videos que andan en la web, y espero poder subir los míos próximamente.


El Danzón 2



El Mambo de West Side Story


El primer movimiento de la Quinta Sinfonía


Cubanerías


Tritsch-Tratsch

Comentarios

"G" dijo…
Ahh que bien eso de salir en familia. Me hubiera gustado tener padres parecidos a ustedes. :D

Que bueno es tener la capacidad de sentir y estremecerse con la música.

Por cierto hay un "twist" en algunas personas que les provoca ver colores con la música y a otras, asombrosamente, experimentar sensaciones gustativas y/u olfativas. :O
webita dijo…
Un glorioso día de verano fuimos al Paraninfo a ver a la OSUACH en tributo a los Beatles... no pudimos oír más que las tres primeras piezas gracias a las monitas que llegaron tarde a sentarse enseguida y atrás de nosotros. Taconazos desde la puerta hasta la quinta fila, papel celofán, semillitas de calabaza, pláticas pedorras (y bastante fuertes) y (el colmo!) berridos desafinados... ash!!!
Digamos que una de mis virtudes no es la paciencia.
Hola, G!
Mis papás nos llevaron a Disneylandia. No me puedo quejar.
Con lo que dices del "twist" creo que se llama sinestesia y por un tiempo pensé que Harry lo padecía/disfrutaba. A veces, cuando escucho sus comentarios sobre los olores, aún lo pienso, pero quién sabe. Ha de ser chido. Dicen que la mota ayuda. :)

Webita, a mí me recontrachoca la gente ruidosa en un concierto pero ni modo de salirnos cuando ya habíamos conseguido meter a los niños. Yo estoy esperando con ansias otro concierto tributo a los Beatles, ya ves que mis hijos andan en esa onda ahora.
Anónimo dijo…
que delicia!! gracias por los videos, estos chavos de verdad que son unos virtuosos y que gusto que haya madres y padres como ustedes que desde pequeños le muestran esta clase de música a los pequeños, que aprendan que no todo en la vida es Belinda y Moderatto.
Mis hijos saben quién es Belinda: la novia de Giovanni. Jajá! por ningún lado puede uno ocultar lo que no quiere que escuchen o vean. Lo importante creo es darles opciones.
Que bueno que tus hijos compartan tu entusiasmo por la música que te gusta. Bueno, al menos uno,

Sí, siempre es bueno darles opciones para todos

Cuando tenga los míos, eso haré, pero antes de cualquier cosas van a ser rockerotes como su papá. jeje

saludos
Qué chido unos niños rockerotes--- la verdad es que independientemente de lo que uno pretenda inculcar, ellos terminan por imponerse a nosotros. Mira que a mí la música ochentera nunca me gustó mucho y ahora la oigo gracias a Harry.
PerroZombie dijo…
se te agradece infinitamente que muestres esta musica a tus bebes... y no los obligues a hacer el "númerito" de bailar el reguetón de moda... excelente !
Anónimo dijo…
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