El sábado en la noche, entre lagartija y lagartija (no estábamos en un monte; una lagartija es una bebida preparada con sotol y toronja, o sprite, o seven up, o lo que sea que haga más digerible el alcohol) platicábamos de eso a lo que Francisco Xavier acertadamente cantó "Qué es la liberta-a-ad... un juego para soñar...". Pero nosotros no somos tan profundos y nuestras nociones libertarias llegaron al "poder andar desnudo por la casa". En mi caso, mi momento cúlmen de libertad, se registra a eso de las 11 de la noche. Mis hijos están dormidos. Fefé está en el trabajo. Y a mí me dan ganas de mear. Poder ir al baño y no tener que cerrar la puerta, se me presenta cada noche al ritmo de La Marsellesa.
Otro punto tocado el sábado por la noche: "¿Qué harías sin los niños en casa?". La respuesta es simple: Coger todo el día.

En este momento los niños se encuentran en casa de la abuela. Fefé y yo tenemos todo el día juntos. Ayer, hasta pudimos ir al cine. Ando en pijamas ¡Yupi! Si quiero entro al baño y le dejo la puerta abierta. ¡Y qué! Y si quiero no le bajo al agua... ¡Y qué! Y comí fresas en la cama y dejé mis sábanas llenas de azúcar. Dejé pasar a Lulú y nos lambeteamos la cara mutuamente. (Y que no se entere Fefé que se acaba el plan de coger todo el día):
Anyway.
Estoy aburrida.
Extraño a mis hijos.
Y esto de la libertad está demasiado sobrevaluado.

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