Aniversario
Buscaba anoche fotos de Darío llorando frente a la pila bautismal y no las encontré.
En cambio, encontré fotos que ya no me acordaba que existían. Fotos, ya no mías, sino nuestras. Y de alguna forma también fueron nuestros instantes.
Cuántas cosas olvidadas que unas cuantas imágenes pueden traer de nuevo a la memoria.
Son las fotos de siete años en que Fefé y yo hemos estado juntos.
La primera de esa historia fue tomada en una inauguración de una exposición de fotografía. Salió en un periódico local, la recorté y la di un tiempo por perdida. Anoche Fefé la sacó de su cartera. Recordé que ese día me tomó por primera vez de la mano. Un día antes de que un beso de 50 minutos diera por formalizado el inicio de nuestra relación.
Luego vienen las fotos de una ceremonia civil atroz y las de un recién nacido a quien llamaríamos Alexandro, varios meses después.
Se han sumado muchísimas fotos más. Debe haber alguna fórmula matemática que, utilizando el número de fotografías que uno posee, dé como resultado el número de instantes vividos y amados. Alguien debería inventarla.
El día de hoy Fefé y yo cumplimos siete años de estar juntos.
Siete, año cabalístico. El año de la comezón. En cuentas reales, el séptimo año ya fue vivido. A partir de hoy comenzamos a vivir nuestro primer día del octavo año.
¿Qué importan los números?
Ni siquiera las fotografías.
Lo esencial es esa maraña de emociones que aún me abordan cuando veo esa primera foto y recuerdo el primer beso.
Sobre todo porque esa maraña la siento cada día al verme despertar al lado de Fefé.
En cambio, encontré fotos que ya no me acordaba que existían. Fotos, ya no mías, sino nuestras. Y de alguna forma también fueron nuestros instantes.
Cuántas cosas olvidadas que unas cuantas imágenes pueden traer de nuevo a la memoria.
Son las fotos de siete años en que Fefé y yo hemos estado juntos.
La primera de esa historia fue tomada en una inauguración de una exposición de fotografía. Salió en un periódico local, la recorté y la di un tiempo por perdida. Anoche Fefé la sacó de su cartera. Recordé que ese día me tomó por primera vez de la mano. Un día antes de que un beso de 50 minutos diera por formalizado el inicio de nuestra relación.
Luego vienen las fotos de una ceremonia civil atroz y las de un recién nacido a quien llamaríamos Alexandro, varios meses después.
Se han sumado muchísimas fotos más. Debe haber alguna fórmula matemática que, utilizando el número de fotografías que uno posee, dé como resultado el número de instantes vividos y amados. Alguien debería inventarla.
El día de hoy Fefé y yo cumplimos siete años de estar juntos.
Siete, año cabalístico. El año de la comezón. En cuentas reales, el séptimo año ya fue vivido. A partir de hoy comenzamos a vivir nuestro primer día del octavo año.
¿Qué importan los números?
Ni siquiera las fotografías.
Lo esencial es esa maraña de emociones que aún me abordan cuando veo esa primera foto y recuerdo el primer beso.
Sobre todo porque esa maraña la siento cada día al verme despertar al lado de Fefé.
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