They call us ugly

Cuentan una historia en el departamento de una ocasión en que un gerente se quejaba del desempeño de un par de subordinadas. Uno de los presentes comentó que qué importancia tenía, si estaban muy guapas y de ahí pasaron a hablar sobre la imposibilidad de que la belleza y la inteligencia vengan juntas. Como remate, el gerente de mi departamento dijo: “Yo sólo tengo gente brillante en mi área”, lo cual, en el contexto de la charla era sinónimo de “Están bien pinches feas”.

Me acordé de la anécdota por una plática que tuvimos ayer mi grupo de amigas.

No hay charla, para empezar, en la que no toquemos el tema de nuestros cuerpos. Y no somos cariñosas ni compasivas ni respetuosas con ellos. El tópico número uno es el sobrepeso. De hecho, creo que es casi el único lo cual resulta sorprendente considerando que hay toda una maquinaria construida con el único fin de hacer que odiemos cada parte de nuestro cuerpo. En el comedor de la empresa hay pantallas que sintonizan en no sé qué canal a mediodía y los anuncios son una retahíla de todo lo que las mujeres tienen mal: arrugas, ojeras, canas, celulitis, peso, manchas, sonrisa… Tendría que agradecer a los anunciantes que me iluminen al explicarme que aquello que yo pienso es efecto del paso normal del tiempo, es en realidad un defecto que corregir.

Este tema no suele estar presente en las pláticas masculinas en la misma forma en que nosotras lo abordamos. Pero es lógico. Los mensajes que ellos reciben no son los mismos que nosotras recibimos, y no sólo de la publicidad. Los mensajes los hemos recibido todas nuestras vidas en casa, en la escuela, como adultas, en nuestros trabajos (y como ejemplo, la anécdota). El efecto de todo esto en la autopercepción es tremendo. Quien no vive en nuestra piel seguramente no puede entenderlo.

¿Cómo cambiarlo? No creo posible cambiar las tácticas mercadotécnicas aunque hay casos de revistas que no utilizan Photoshop en sus modelos, en sus bellisísimas y delgadas modelos. O empresas como Dove que creen estar haciendo las cosas diferentes. La realidad es que Dove sigue centrando su mensaje en la belleza y en la validación externa. Su publicidad no es distinta a otra. A lo mucho, más sutil.

Personalmente, me duele.  No es un asunto de vanidad.

Veo el dolor que causa en la gente que quiero el no poder alcanzar los estándares mínimos establecidos de belleza. No ser delgadas, no ser blancas, no ser altas entre una lista muy larga de atributos.

Dice Tina Fey en “Bossypants”:

“But I think the first real change in women’s body image came when JLo turned it butt-style. That was the first time that having a large-scale situation in the back was part of mainstream American beauty. Girls wanted butts now. Men were free to admit that they had always enjoyed them. And then, what felt like moments later, boom—Beyoncé brought the leg meat. A back porch and thick muscular legs were now widely admired. And from that day forward, women embraced their diversity and realized that all shapes and sizes are beautiful. Ah ha ha. No. I’m totally messing with you. All Beyonce and JLo have done is add to the laundry list of attributes women must have to qualify as beautiful. Now every girl is expected to have Caucasian blue eyes, full Spanish lips, a classic button nose, hairless Asian skin with a California tan, a Jamaican dance hall ass, long Swedish legs, small Japanese feet, the abs of a lesbian gym owner, the hips of a nine-year-old boy, the arms of Michelle Obama, and doll tits. The person closest to actually achieving this look is Kim Kardashian, who, as we know, was made by Russian scientists to sabotage our athletes.”

Yo no sé qué puede hacerse para sobrevivir con amor propio en la cultura en que vivimos.

Bueno, sí sé. Pero no sé exactamente cómo.

Sé que debemos dejar de ver la valoración externa como criterio de belleza.

Sé que debemos dejar de otorgarnos valor por nuestra apariencia.

Sé que querernos y aprender a apreciar cada detalle “imperfecto” (y con imperfecto quiero decir normal) no es sólo liberador, es rebelde. Querernos es una enorme rebeldía porque vamos en contra de todo lo que nos dicen las revistas, las canciones, las películas, la publicidad, es decir, la gran maquinaria que nos dice feas para poder vendernos cosas.

Como dije, no sé muy bien cómo se logra todo eso, pero yo creo en las palabras. Pienso que son poderosas. Y no, no creo que vernos al espejo cada día y decirnos bonitas ayude. O habrá a quien le sirva, no lo sé. Pero lo que sí sirve es no decirnos feas. No usar el lenguaje para denostarnos. El lenguaje construye la realidad. Somos lo que nos decimos y cómo nos pensamos.

Si tienes alguna idea, comparte.

Y si nada de esto funciona, dice Fey:

“If you retain nothing else, always remember the most important rule of beauty, which is: who cares?”

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