"Acusan a circos de maltrato de animales, pero no protestan contra el rey de España"

La última vez que fui a un circo fue hace como quince años.
En realidad no entré, sólo llevé a Fefé a que viera a los elefantes.
Afuera de la carpa tenían en exhibición a los animales: camellos (o dromedarios, para mí es como si fuera "aun" y "aún", no he aprendido a diferenciarlos), elefantes, caballos, leones y monos.
Después de saludar a los elefantes, nos acercamos a un pequeño mono que se encontraba amarrado del cuello. Fefé acercó su mano al monito, y éste se agazapó temblando. A los minutos se fue acercando hasta que tuvo la suficiente confianza para treparse a sus brazos y dejarse mecer. Lo tuvo en sus brazos un rato. Los trabajadores del circo venían e intentaban separarlo, pero él se aferraba más y lloraba acurrucado a Fefé, quien tampoco a esas alturas quería separarse de él.
"Ve cómo llora" me decía angustiado mientras planeaba cómo liberar al mono y adoptarlo.
Finalmente los separaron. Fue doloroso.


Si yo visitara una familia y sus hijos se abrazaran a mí y lloraran si quisieran separarlos, me preocuparía mucho y pensaría seriamente en mandarles al DIF.

Mis hijos nunca han ido a un circo.
No sé si un día me lo reclamarán pero creo que han entendido bastante bien por qué no lo hemos hecho.
Una vez nadaron con delfines y ellos mismos sacaron sus conclusiones con respecto a este tipo de negocios.
Eso sí, extraño los payasos.

Por cierto, señor empresario circense, sí hubo protestas contra el Rey de España.

Comentarios

Brenda dijo…
De pequeña me llevaban al circo, dos o tres veces, pero fue suficiente para no querer ir nunca más. A mis hijos no los he llevado en los seis y cuatro años que tienen de vida y no los llevaré. Me parte el corazón imaginar qué sintió el monito cuando se aferraba a Fefé. Snif.

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