Variaciones sobre un mismo tema
“Esa mujer me hace sufrir,
ante su vista,
quiero hablarle y no puedo,
quiero hablarle y no puedo.
Esa mujer me hace sufrir,
esa mujer... es mi dentista” escuchaba yo en mi Ipod tratando de evadirme del rechinido de la pulidora de dientes que la doctora aplicaba para poderme poner los brackets.
Les Luthiers han sido una excelente compañía en estas visitas odontológicas pero hoy tuve que considerar cambiar de artista porque por culpa de La Cantata del Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras, de sus hazañas en tierra de Indias, de los singulares acontecimientos en los que se vio envuelto y de como se desenvolvió, me reí y un bracket me quedó chueco. La doctora hizo un mohín, arregló el problema y yo me tuve que quitar los audífonos.
El problema es tratar de estar quieto por una hora, sin poder hablar, sin ver nada interesante y escuchando únicamente la manguerita que transporta tu saliva hacia la tierra de nadie. Por eso no se puede evitar pensar en tarugadas.
Yo me acordé de las güeras.
De verdad que yo me preguntaba por qué todas las niñas rubias de mi secundaria usaban frenos. Ingenuamente pensaba que tenía que ver con alguna deficiencia de calcio relacionada con la falta de melanina. Luego tuve que reconsiderar mi teoría cuando comencé a verlas con curitas sobre la nariz. “Entonces no andaba yo tan errada, tiene que ver con el calcio pero debe haber algo más.”
Algún tiempo la pasé muy preocupada imaginando que les daba osteoporosis y por preocupada entiéndase agónica de felicidad, porque cuando estás en secundaria odias a las güeras. Y también, en mayor o menor medida, quieres ser como ellas. ¿Qué niña no lo querría? Con sus cabellos rubios bailando al sol, peinados como si no les costara ningún esfuerzo… mientras las otras pasábamos dos horas frente al espejo tratando de emularlas y cuando lo conseguíamos rociábamos nuestro cabello con una capa de Aquanet rosa, para que no se moviera de su sitio. Así, mientras las güeras se movían seguras con sus dorados cabellos al viento, el resto traíamos un casco encima. ¿Quién podría culparnos por odiarlas?
Después las odiamos por los novios que traían, guapos, lindos y por supuesto, también con frenos. Más adelante fue por sus bodas discretamente publicitadas, los vestidos exquisitos y los empleos obtenidos sin esfuerzo por no decir nada sobre el nombre de sus puestos, tan tan interesantes, nada que ver con el resto de las mortales que éramos contadoras, ingenieras o maestras.
Supongo que con el tiempo las perdonamos. Seguimos con nuestras vidas, aprendiendo a disfrutar de nuestras imperfecciones y a utilizar correctamente el tinte de cabello, pero debí guardar algo de rencor dentro de mí porque tengo dos días odiándolas con unas ganas, y ahora sí con suficiente razón, porque mientras yo llevo dos días llorando cada vez que me llevo algo a la boca, las rubias me sonríen con sus dientes alineados, blancos y arreglados desde tantos años atrás.
En la primaria tuvimos un profesor de danza que nos sacaba a bailar una vez a la semana al patio de la escuela. Niños y niñas formábamos un gran círculo alrededor del patio y nos movíamos como poseídos por hormigas. Los niños aprovechaban para agarrarse a patadas con la excusa de estar bailando mientras las niñas estrenábamos nuestros mejores pasos de Juguemos a cantar. El profesor, que era una diva con aspiraciones de drag queen, conformó un grupo de danza folclórica con algunos de los niños del salón, entre los que nos encontrábamos mi amiga la Male y yo.
Llevábamos poco más de tres meses ensayando para la graduación de sexto cuando a mi hermana se le ocurrió ser intervenida quirúrgicamente, por lo que mi papá habló conmigo para decirme que no podrían comprarme el vestuario que necesitaba para el baile y que hablara con mi profesor (qué curiosas épocas en las que los padres no se paraban jamás por la escuela y uno tenía que arreglar absolutamente todos sus asuntos en forma directa).
Faltaba una semana para la presentación el día que hablé con el profesor. La jota se echó a gritarme cuando escuchó lo que le decía, porque no podía preparar a nadie en tan poco tiempo para que me sustituyera. No sé qué tanto gritó. Sé que la saliva comenzó a volar de su boca mientras vociferaba y me decía cosas como “quién te crees” y no sé qué tantas mierdas más, porque yo a la primera levantada de voz me solté llorando pendiente del movimiento de su boca y las ligas amarradas de sus frenos. Dejé de llorar admirando la resistencia de las liguitas ante tremendas embestidas bucales. La boca se abría y se cerraba maniáticamente hasta que después de cinco minutos de gritos, una liguita no resistió y se le reventó en la boca. Ese momento de silencio lo aprovechó la diminuta Male para treparse en una banca y gritarle a él por los regaños de los que yo había sido objeto. Yo no sé si la diva se quedó callada porque la Male era hija de una maestra de la escuela o porque le seguía doliendo el ligazo. La Male me jaló de un brazo y me llevó a la dirección a hablar con la maestra. Al otro día el profesor me dijo que no había problema, que me conseguirían el vestuario para que yo pudiera bailar en la graduación y se mostró todo sonrisas conmigo.
No volvió a trabajar en la escuela al año siguiente.
Los adultos que utilizamos frenos formamos una curiosa hermandad.
Nos reconocemos en los cafés, en las tiendas, en las calles… cuando vemos a otro adulto con frenos, nos damos la posibilidad de sonreír honesta y abiertamente. Cuando nos encontramos, hablamos de dolores, de molestias, del tiempo de tratamiento. Tenemos nuestro propio caló y nos entendemos sin hablarnos. Sabemos, al vernos a los ojos, que pensamos lo mismo: No mamar. Ya estoy muy viejo para estas chingaderas.
Es la tercera vez que lo sueño. La comadre dice que Google lo sabe todo, lo cual es cierto, y Yahoo Answers no se queda atrás. Siempre habrá alguien más pendejo que tú que hizo la pregunta primero. (La respuesta 4 es la que me dejó el asunto más claro).
Bueno, al menos la Güera sí se divirtió bastante.
Tengo videos del festejo del viernes, pero me preocupa la reputación de los participantes en los mismos.
Feliz inicio de semana.
ante su vista,
quiero hablarle y no puedo,
quiero hablarle y no puedo.
Esa mujer me hace sufrir,
esa mujer... es mi dentista” escuchaba yo en mi Ipod tratando de evadirme del rechinido de la pulidora de dientes que la doctora aplicaba para poderme poner los brackets.
Les Luthiers han sido una excelente compañía en estas visitas odontológicas pero hoy tuve que considerar cambiar de artista porque por culpa de La Cantata del Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras, de sus hazañas en tierra de Indias, de los singulares acontecimientos en los que se vio envuelto y de como se desenvolvió, me reí y un bracket me quedó chueco. La doctora hizo un mohín, arregló el problema y yo me tuve que quitar los audífonos.
El problema es tratar de estar quieto por una hora, sin poder hablar, sin ver nada interesante y escuchando únicamente la manguerita que transporta tu saliva hacia la tierra de nadie. Por eso no se puede evitar pensar en tarugadas.
Yo me acordé de las güeras.
De verdad que yo me preguntaba por qué todas las niñas rubias de mi secundaria usaban frenos. Ingenuamente pensaba que tenía que ver con alguna deficiencia de calcio relacionada con la falta de melanina. Luego tuve que reconsiderar mi teoría cuando comencé a verlas con curitas sobre la nariz. “Entonces no andaba yo tan errada, tiene que ver con el calcio pero debe haber algo más.”
Algún tiempo la pasé muy preocupada imaginando que les daba osteoporosis y por preocupada entiéndase agónica de felicidad, porque cuando estás en secundaria odias a las güeras. Y también, en mayor o menor medida, quieres ser como ellas. ¿Qué niña no lo querría? Con sus cabellos rubios bailando al sol, peinados como si no les costara ningún esfuerzo… mientras las otras pasábamos dos horas frente al espejo tratando de emularlas y cuando lo conseguíamos rociábamos nuestro cabello con una capa de Aquanet rosa, para que no se moviera de su sitio. Así, mientras las güeras se movían seguras con sus dorados cabellos al viento, el resto traíamos un casco encima. ¿Quién podría culparnos por odiarlas?
Después las odiamos por los novios que traían, guapos, lindos y por supuesto, también con frenos. Más adelante fue por sus bodas discretamente publicitadas, los vestidos exquisitos y los empleos obtenidos sin esfuerzo por no decir nada sobre el nombre de sus puestos, tan tan interesantes, nada que ver con el resto de las mortales que éramos contadoras, ingenieras o maestras.
Supongo que con el tiempo las perdonamos. Seguimos con nuestras vidas, aprendiendo a disfrutar de nuestras imperfecciones y a utilizar correctamente el tinte de cabello, pero debí guardar algo de rencor dentro de mí porque tengo dos días odiándolas con unas ganas, y ahora sí con suficiente razón, porque mientras yo llevo dos días llorando cada vez que me llevo algo a la boca, las rubias me sonríen con sus dientes alineados, blancos y arreglados desde tantos años atrás.
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En la primaria tuvimos un profesor de danza que nos sacaba a bailar una vez a la semana al patio de la escuela. Niños y niñas formábamos un gran círculo alrededor del patio y nos movíamos como poseídos por hormigas. Los niños aprovechaban para agarrarse a patadas con la excusa de estar bailando mientras las niñas estrenábamos nuestros mejores pasos de Juguemos a cantar. El profesor, que era una diva con aspiraciones de drag queen, conformó un grupo de danza folclórica con algunos de los niños del salón, entre los que nos encontrábamos mi amiga la Male y yo.
Llevábamos poco más de tres meses ensayando para la graduación de sexto cuando a mi hermana se le ocurrió ser intervenida quirúrgicamente, por lo que mi papá habló conmigo para decirme que no podrían comprarme el vestuario que necesitaba para el baile y que hablara con mi profesor (qué curiosas épocas en las que los padres no se paraban jamás por la escuela y uno tenía que arreglar absolutamente todos sus asuntos en forma directa).
Faltaba una semana para la presentación el día que hablé con el profesor. La jota se echó a gritarme cuando escuchó lo que le decía, porque no podía preparar a nadie en tan poco tiempo para que me sustituyera. No sé qué tanto gritó. Sé que la saliva comenzó a volar de su boca mientras vociferaba y me decía cosas como “quién te crees” y no sé qué tantas mierdas más, porque yo a la primera levantada de voz me solté llorando pendiente del movimiento de su boca y las ligas amarradas de sus frenos. Dejé de llorar admirando la resistencia de las liguitas ante tremendas embestidas bucales. La boca se abría y se cerraba maniáticamente hasta que después de cinco minutos de gritos, una liguita no resistió y se le reventó en la boca. Ese momento de silencio lo aprovechó la diminuta Male para treparse en una banca y gritarle a él por los regaños de los que yo había sido objeto. Yo no sé si la diva se quedó callada porque la Male era hija de una maestra de la escuela o porque le seguía doliendo el ligazo. La Male me jaló de un brazo y me llevó a la dirección a hablar con la maestra. Al otro día el profesor me dijo que no había problema, que me conseguirían el vestuario para que yo pudiera bailar en la graduación y se mostró todo sonrisas conmigo.
No volvió a trabajar en la escuela al año siguiente.
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Los adultos que utilizamos frenos formamos una curiosa hermandad.
Nos reconocemos en los cafés, en las tiendas, en las calles… cuando vemos a otro adulto con frenos, nos damos la posibilidad de sonreír honesta y abiertamente. Cuando nos encontramos, hablamos de dolores, de molestias, del tiempo de tratamiento. Tenemos nuestro propio caló y nos entendemos sin hablarnos. Sabemos, al vernos a los ojos, que pensamos lo mismo: No mamar. Ya estoy muy viejo para estas chingaderas.
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Hace dos noches soñé que se me caían los dientes.Es la tercera vez que lo sueño. La comadre dice que Google lo sabe todo, lo cual es cierto, y Yahoo Answers no se queda atrás. Siempre habrá alguien más pendejo que tú que hizo la pregunta primero. (La respuesta 4 es la que me dejó el asunto más claro).
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Gracias a los sabios consejos de varios amigos y conocidos, estoy superando estos primeros días. Me siento bien fregona y valientota pero es porque todavía no me terminan de poner todas las madres que voy a llevar en la boca al menos durante un año. El miércoles me van a poner los brackets en los dientes de abajo y me preocupa porque ese día comienzo un curso. A ver cómo me va con el dolor.
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¿Les dije que hoy fue mi cumpleaños?
Gracias por los que se acordaron y me felicitaron en el caralibro. Intenté pasarla lo mejor posible en los tres festejos que llevo. Es cierto que no pude entrarle a la tragazón como siempre hago, ni tomar birria porque está muy fría ni café porque está muy caliente, tampoco pude apagar velas del pastel porque los soplidos me salen por dónde a nadie le importa, pero la pasé muy bien.
Me faltan dos festejos que espero celebrar el fin de semana y sobre todo espero que sean tan chidos y satisfactorios como los de este fin de semana.
Para muestra:
Bueno, al menos la Güera sí se divirtió bastante.
Tengo videos del festejo del viernes, pero me preocupa la reputación de los participantes en los mismos.
Feliz inicio de semana.
Comentarios
Por cierto, ahora que traes frenos... ¿no sientes que estás bajando de peso? Yo necesito arreglar mis dientes (oooootra vez) pero aparte que sale bien pinchi caro, no quiero perder 2 kilos en una semana por no poder hartarme todo lo que yo quiera.
pero como estaban bien peinaditos varias morritas babeaban por ellos.
Yo no soy un Adonis, pero tampoco estoy tan tirado a la calle de la chingada, es solo que mis greñas tienden a esponjarse como si de un pastel se tratara y no hay producto fijador en el mercado que controle a mi cabello.
Qué bueno que escribes esto, porque dentro de un par de años me toca ponerme brackets :P
Signo, los brackets lo hubieran corregido todo en la adolescencia. Pero adelante con tu plan.
Gracias Negra, no tengo más aparte de la cotidianeidad. Mis dientes se niegan a dejarse picar, los muy apretados, pero de alguna u otra manera el universo se las arregla para que de todos modos tenga que ir al dentista.
Por cierto, voy a hacer un post de cuando era morro y tuve que ser alumno de un amamapado insufrible profesor de baile, saludos
Un abrazo chilango!
Achicoria!!!!
De tu cumple...
Felicidades!!!
De los frenos...
Mi esposa tenia frenos cuando eramos novios... para mi no habia nada mas sexy y cachondo que besarla con sus frenos.
Aaaaaachicoria!...
Jajajá, totalmente de acuerdo Pelos.
Y los frenos, fuera del detalle de que los dientes me van a seguir doliendo un mes más, no los siento que afecten mi seis apil.
2. Yo SIEMPRE sueño que se me caen los dientes; diferentes variaciones: puede ser uno sólo o siento que se me quiebran toditos de un golpe y así. Una vez lei en uno de esos libritos de interpretación de sueños que significa que voy a ser inmensamente rico pero um, no tengo dinero.