Rosas
El sábado pasado trataron de venderme cosas y de venderme la idea de
que yo vendiera cosas.
Yo soy rebuena para gastar dinero, sobre todo en pendejadas, pero
cuando intentan venderme cosas asustándome con “uy, eso te va a dar cáncer” o
utilizando la palabra “desintoxicar” entre sus propiedades, me pierden. Por eso
cuando un compañero del trabajo me solicitó una visita de su esposa para
mostrarme unos productos, le dije que, si eran vitaminas o baterías de cocina
caritzimas de París, mejor no fueran. Me prometió que no. En el ínter averigüé
que los productos eran de “Amway”, marca a la que no le tengo especial aprecio,
pero acepté la visita.
Lo que me ofrecieron fue productos de limpieza. Y me sacaron unos
vasitos para demostrarme el daño que hacían los detergentes a la ropa. Me
pidieron probar el mío también.
Yo tengo rato usando un producto de la fábrica de jabones “La Corona”
(¡este año cumple 100 años!), el creador de “Rosa Venus” (al que sí le tengo
muy especial afecto) de “Zote”, “Foca” y varios más. Mi favorito es el
detergente líquido “Carisma”. Tiene un aroma delicioso y dura varios días incluso
con el uso de la secadora. Estos productos se publicitan como biodegradables y
algunos, biológicos y biodegradables.
Volviendo a la demostración, usaron tres vasos con naranjada, cada uno
con un producto diferente: “Amway”, “Ariel” y “Carisma”. La naranjada de
“Ariel” quedó bastante desteñida y con residuos al fondo (se supone que debe
respetar los colores, pero yo lo interpreté como que era muy bueno quitando
manchas de koolaid) y el de “Amway” y “Carisma” quedaron casi igual, excepto
por el hecho de que “Carisma” hace todavía menos espuma que “Amway” y la
vendedora me había explicado previamente sobre los efectos de la espuma en los
ecosistemas marinos. Punto para mi “Carisma”.
Después me habló de lo terrible que es el cloro. Le dije que yo no
usaba. Luego brincó al “Suavitel”. Le dije que tampoco usaba. Hace poco compré
unas pelotitas de lana para la secadora que suavizan la ropa, eliminan la
estática y duran mucho, y al parecer están funcionando bien. Sacó el jabón de
trastes, pero yo uso cápsulas de lavavajillas. Me ofreció un desinfectante y
ése como que sí me llama la atención porque mi limpiador biodegradable del baño
es medio débil con el hongo y éste promete eliminarlo, aunque es muy caro.
Finalmente, sacó las vitaminas para desintoxicar, rayos. Ya era lo último en la
lista y antes de despedirse hicieron un esfuerzo débil por invitarme a vender
los productos, pero ya fue más como parte del guion.
No sé mucho de estos productos, sé que son muy caros, que prometen ser
muy efectivos y al menos tres conocidos los venden. Pero lo poco que sé sobre
cómo funciona por ejemplo una pasta de dientes, me impide comprar su pasta de
precio muy elevado, por ejemplo.
Sé que mis intentos por actuar en forma más responsable a menudo caen
en contradicciones. Uso la secadora, mi detergente tiene perfume, entre muchas
otras conductas irresponsables. Por otro lado, intento cuidar las compras de
ropa, tratar de que sean marcas durables, de materiales resistentes, no caer en
el fast-fashion. Y cada día, cada decisión es complicada.
¿Han visto “The Good Place”? ¿Por qué no? ¿Por qué se hacen ese daño?
Les resumo:
“The Good Place” es una comedia de NBC que se transmite también por
Netflix y trata sobre varias personas que por error van a dar al “Good Place”
en lugar del “Bad Place” después de morir. En términos generales de eso va. En
forma más específica es una serie que trata sobre ética, sobre ser mejores
personas. Michael Schur, el creador describe la serie así: “You owe certain things
to the people that you share Earth with and that’s the point of the show, very
explicitly”. Y lo hace muy bien. Las reflexiones
éticas a las que llega son de lo más interesantes y en varias ocasiones le he
ganado discusiones a Harry con argumentos de la serie. Punto para mí y para la
serie. Además, chistes de pedos y referencias pop, insuperable.
En la penúltima temporada los protagonistas descubren que no hay
ningún plan maléfico del “Bad Place” para evitar que los humanos sumen puntos
positivos. Es más bien que cada vez es más difícil ser bueno, y ponen el
siguiente ejemplo:
En el siglo XVI un hombre que sembró y cosechó rosas, se las lleva a
su abuela y recibe muchos puntos del “Good Place”. En el siglo XXI otro hombre
le envía rosas a su abuela y pierde puntos, porque hizo la llamada de un
celular fabricado en una “sweatshop”, las flores fueron rociadas por pesticidas
tóxicos, enviadas desde muy lejos creando una huella de carbono muy fuerte y
todo el dinero fue a los bolsillos del ambicioso CEO acosador sexual de la
empresa.
Esa es la clase de reto que tenemos.
La serie es optimista. Podemos ser mejores y como dice Michael Schur,
se lo debemos a la gente con quien compartimos el planeta. En el tema del
cuidado ambiental, también. Estamos empezando a adquirir cierta conciencia y
sabemos que lamentablemente nuestro esfuerzo ni siquiera pinta en el gran
esquema de las cosas. Pero no podemos dejar de intentarlo.
Ya les contaré si averiguo algo sobre mis compras de detergente, si
ignorantemente estoy apoyando a una empresa que niega derechos a sus empleados,
o que paga menos a las mujeres que a los hombres, o que no actúa contra el
acoso sexual en sus instalaciones, o que se opone a los derechos de las
personas LGBTQ.
Por otro lado, trataré de ir haciendo otros esfuerzos para
contrarrestar los que no hago y no quiero hacer, y si tienen ideas para la vida
diaria de una familia con múltiples ocupaciones, los leo con gran atención.
Y revisen a ver cómo andan de sus puntos... 😂
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