Batas
Ps me compré otros zapatos, fìjensen, dado que es único gusto estético que me puedo permitir bajo las nuevas condiciones.
Además los otros zapatos estaban harto pesados y por ahí de las tres de la tarde ya andaba arrastrando los pies. No planeaba comprarme nada pero pasé por un negocio, me detuve a ojearisquear un momento y me enamoré de éstos.
Pesan como un kilo menos que los otros y me gustó cómo se veían.
Esta mañana fui la sensación... entre la población que utiliza zapatos de seguridad en la empresa. Y mañana las chicas que realizan la limpieza llegarán con unos iguales en color rosa y en café, ya me dijeron, porque les encantaron y quieren comprarse unos.
Hoy descubrí lo mejor de todo: el chaleco.
Debo usar un chaleco fosfo con varias bolsas donde fácilmente llevo mi teléfono, plumas, un silbato y hasta mi labial y mis dulces.
¿Todo es maravilloso?
No sé. Aun no tengo quejas. De la vida, de vez en cuando, cuando no nos ponemos de acuerdo o cuando a veces se le ocurre recordarme cosas que yo quisiera mejor olvidar. Sobre todo esto último. Eso jode.
Anoche veíamos una peli y abordaba precisamente el tema de los recuerdos. Por más duros que sean, si quedaran recluidos en algún espacio inaccesible de la memoria, nosotros también nos empantanaríamos ahí. Tampoco nos moveríamos.
Tengo recuerdos de víctima y de verdugo.
Como víctima he aprendido cosas importantes, como que no fue mi culpa y además, con el tiempo, a dejar de ser víctima, lo cual en las circunstancias es la mayor de las rebeldías.
Como victimaria ha sido más difícil. Darme el perdón no fue sencillo pero lo he trabajado en conjunto con un discurso más constructivo y eso ha ayudado.
Viéndola bien, no tengo quejas. Tengo, por otro lado, muchas exigencias que mi vida no siempre pueden cumplir, porque pues no dependen de ella, dependen de la vida de otros y otras, a quienes seguiré chingando desde mi minúsculo espacio en el mundo para conseguir lo que quiero, para mí y para otros y otras.
Además los otros zapatos estaban harto pesados y por ahí de las tres de la tarde ya andaba arrastrando los pies. No planeaba comprarme nada pero pasé por un negocio, me detuve a ojearisquear un momento y me enamoré de éstos.
Pesan como un kilo menos que los otros y me gustó cómo se veían.
Esta mañana fui la sensación... entre la población que utiliza zapatos de seguridad en la empresa. Y mañana las chicas que realizan la limpieza llegarán con unos iguales en color rosa y en café, ya me dijeron, porque les encantaron y quieren comprarse unos.
Hoy descubrí lo mejor de todo: el chaleco.
Debo usar un chaleco fosfo con varias bolsas donde fácilmente llevo mi teléfono, plumas, un silbato y hasta mi labial y mis dulces.
¿Todo es maravilloso?
No sé. Aun no tengo quejas. De la vida, de vez en cuando, cuando no nos ponemos de acuerdo o cuando a veces se le ocurre recordarme cosas que yo quisiera mejor olvidar. Sobre todo esto último. Eso jode.
Anoche veíamos una peli y abordaba precisamente el tema de los recuerdos. Por más duros que sean, si quedaran recluidos en algún espacio inaccesible de la memoria, nosotros también nos empantanaríamos ahí. Tampoco nos moveríamos.
Tengo recuerdos de víctima y de verdugo.
Como víctima he aprendido cosas importantes, como que no fue mi culpa y además, con el tiempo, a dejar de ser víctima, lo cual en las circunstancias es la mayor de las rebeldías.
Como victimaria ha sido más difícil. Darme el perdón no fue sencillo pero lo he trabajado en conjunto con un discurso más constructivo y eso ha ayudado.
Viéndola bien, no tengo quejas. Tengo, por otro lado, muchas exigencias que mi vida no siempre pueden cumplir, porque pues no dependen de ella, dependen de la vida de otros y otras, a quienes seguiré chingando desde mi minúsculo espacio en el mundo para conseguir lo que quiero, para mí y para otros y otras.
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Me quedé pensando en el comentario de Webita.
Con los zapatos del trabajo he estado haciendo cosas que antes no hacía, como levantar cajas, mover cosas pesadas, etc. Me dicen que parezco un batito, que con los zapatos hasta parezco otra persona.
La verdad es que sí son los zapatos. Y no.
No es que antes fuera débil, es que ¿quién chingados puede levantar un objeto pesado cuando trae zapatillas de 8 cm. y blusas con encajes? ¿Quién va a poder cargar una caja polvosa con las uñas recién manicureadas?
Me gusta la ropa linda y las zapatillas delicadas. Me gustan mis manos con dedos largos y uñas cuidadas. Pero no puedo dejar de ver lo limitantes que son. Me pone a pensar, en mi plan más paranoico, que sí, que todo está creado para no poder ser fuertes, desde la moda hasta los estándares de belleza física.
¿Dejaré de usar mis zapatitos bonitos cuando salgo?
No.
Pero resulta excelente ser consciente de mis capacidades y que mis únicas limitantes residen en la idea que tengo de cómo se es mujer.
Y por cierto, no parezco un batito.
Parezco YO.
Comentarios
No necesariamente tenemos que apegarnos al estereotipo... supongo que empecé a odiar un poquito los encajes y los vestidos cuando mi madre me zapeaba porque llegaba a casa con el vestido manchado de Dios sabe que cosa contra la que me había restregado al jugar en el montón de tierra de la construcción de al lado.
Casualmente cuando llegaba con las camisetas y los pantalones de mezclilla hiper-empuercados no me decía nada...