Sigo comiendo, sigo bailando, sigo bebiendo, sigo sonriendo, sigo cogiendo.
Y me confunde.
Con más de 40,000 muertes violentas que lamentar en el país, es altamente probable que un día alguien con quien hemos tenido alguna relación aparezca en las cifras.
Ya hay cinco personas de mi entorno que engrosan las estadísticas, todas muertas a manos de delincuentes: dos exalumnos, una buena conocida, un familiar y un compañero de trabajo.
De mi exalumno me enteré enmedio de una boda (gracias Twitter). Él perteneció al primer grupo en que di clases. Y lo volví a encontrar este año en el gimnasio donde trabajaba como instructor. Me daba toda la carrilla que según él yo le daba en la escuela.
Rabié, lloré, abandonamos la fiesta.
Al día siguiente me levanté tarde, desayuné con mi familia, comí con mis amigas, cené con una pareja de amigos.
Como si nada fuera verdad.
Sigo despertando, sigo trabajando, sigo durmiendo.
Ciertos días todo me molesta. Me avergüenzan mis preocupaciones. Me apenan mis alegrías.
Otros días me abstengo de sentir cualquier cosa.
Y sigo viviendo, sigo soñando, sigo.
Todo es tan absurdamente irreal.
Comentarios
Mira que hablar de esas pérdidas como tema de sobremesa... ¿y cuántas veces no sucede?
Sentirnos culpables por seguir vivas tampoco cambia nada, ni detener nuestras vidas porque otras lo hicieron injustamente (¿hay alguna muerte violenta que pueda ser justa?). Pero me da gusto que cuando menos, podamos ver la vida desde otra perspectiva, y aprendamos a darle a cada cosa la importancia que merece.
Abrazos.
Yo se que es lo que sientes, te lo juro que si. Pero tenemos que seguirle y tenemos que hacerlo tal y como somos porque no podemos permitirles que nos quiten eso tambien.
Animo!
Una pena... y abrazo.