Che Diario:

Odio al instructor.
Quiere que dé brazadas, aspire por la boca, saque el aire por la nariz, dé patadas, flote y que además avance!
Cada vez que consigo avanzar sin ahogarme más de cuatro metros, voy y me estrello contra alguna de las viejas inútiles de mi clase.
Y el gordo! Demonios.
Vi que se detuvo, así que me detuve. Volvió a avanzar, así que seguí nadando y aunque ya pasaron dos días estoy convencida que lo que vi que se movía hacia mí en forma por demás amenazadora, era un verde moco del gordo.
Lo esquivé exitosamente, debo agregar.
Pinches weyes webones.
El instructor dice "Tres vueltas" y ahí está la pendeja dando las tres vueltas. Cuando vuelvo con el resto del grupo, ellos ya están a toda madre haciendo bucitos, después de dar vuelta y media.
Me siguen temblando las piernas después de salir del agua y me cuesta un huevo (en serio) llegar hasta los vestidores.
Ya no me queda pudor.
Que se chinguen las lepas. Que vean en lo que irremediablemente se van a convertir en unos viente años más, que por cierto se pasan en chinga, así no les caerá tan de golpe la sorpresa de mirarse al espejo un día y verse las carnes flácidas y las tetas caídas.
Y usé la regadera cinco minutos. Y qué!!!
Por la noche me cené un hot dog y medio, 10 galletas de chocolate, un café y un rollo de canela con cajeta.
Me sentí un poco mejor.

Pero no desistiré.
Siento que tengo una Esther Williams dentro de mí luchando por salir, y no quisiera tener que recurrir a un bisturí para dejar que lo haga.

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