Me confieso bipetsual.
Así es.
Tengo que admitir que el nuevo inquilino me tiene babeando.
Lo presento:
Lula siempre está lista para salir en las fotos, pero aun así se alcanza a apreciar a la criatura.
La realidad es que yo no tenía muchas ganas de otro animal en la casa. Miento. Los gatos nunca me son suficientes. Pero los perros... ay, los perros... requieren más atención y cuidados de los que yo puedo o quiero proveer. Por otro lado, Fefé y yo habíamos estado platicando sobre Lulú y cómo no queremos que esté tanto tiempo sola. Y los muchachos... Lulú cumple catorce este año y aunque posee una salud excelente al momento, llegará el momento en que ya no y no puedo pensar en cómo va a eso a impactar en los hijos, en cuyos más antiguos recuerdos aparece siempre Lulú. Pensamos en que llegado ese momento, tal vez pudiera ser menos duro con otra compañía en casa.
No sé cómo irá a ser eso ni quiero pensarlo más.
La cosa es que Fefé llegó la semana pasada con el angelito de la foto a casa.
De inmediato se integró. Y por integró quiero decir: comió, mió y cagó.
Por fortuna, no fui yo quien lo trajo ni con quien Fefé coludió para meterlo a la casa, así que tanto él como los hijos se pusieron manos a la obra a limpiar y averiguar cómo educarlo, lo cual es muy bueno puesto que mi única respuesta al desastre a mi alrededor fue: ¿y éste a qué hora aprende a usar la caja de arena?
(Creo que si tuviera otro hijo me preguntaría lo mismo).
Hobbes -que así fue llamado el can después de una larga tarde de deliberación en la que yo quería que se llamara Chichifo y mis hijos no- se adaptó pues con rapidez a su nueva familia y nosotros nos hemos adaptado también.
Tengo que admitir que el nuevo inquilino me tiene babeando.
Lo presento:
Lula siempre está lista para salir en las fotos, pero aun así se alcanza a apreciar a la criatura.
La realidad es que yo no tenía muchas ganas de otro animal en la casa. Miento. Los gatos nunca me son suficientes. Pero los perros... ay, los perros... requieren más atención y cuidados de los que yo puedo o quiero proveer. Por otro lado, Fefé y yo habíamos estado platicando sobre Lulú y cómo no queremos que esté tanto tiempo sola. Y los muchachos... Lulú cumple catorce este año y aunque posee una salud excelente al momento, llegará el momento en que ya no y no puedo pensar en cómo va a eso a impactar en los hijos, en cuyos más antiguos recuerdos aparece siempre Lulú. Pensamos en que llegado ese momento, tal vez pudiera ser menos duro con otra compañía en casa.
No sé cómo irá a ser eso ni quiero pensarlo más.
La cosa es que Fefé llegó la semana pasada con el angelito de la foto a casa.
De inmediato se integró. Y por integró quiero decir: comió, mió y cagó.
Por fortuna, no fui yo quien lo trajo ni con quien Fefé coludió para meterlo a la casa, así que tanto él como los hijos se pusieron manos a la obra a limpiar y averiguar cómo educarlo, lo cual es muy bueno puesto que mi única respuesta al desastre a mi alrededor fue: ¿y éste a qué hora aprende a usar la caja de arena?
(Creo que si tuviera otro hijo me preguntaría lo mismo).
Hobbes -que así fue llamado el can después de una larga tarde de deliberación en la que yo quería que se llamara Chichifo y mis hijos no- se adaptó pues con rapidez a su nueva familia y nosotros nos hemos adaptado también.
Lo mejor de todo es la cara de Lulú. Aunque con reservas -no le gusta que Hobbes me muerda los pies- lo ha aceptado y eso me da un poco de tranquilidad y paz de conciencia.
Y bueno... si necesitaba algo en qué ocuparme en lo que empiezo el siguiente semestre, ahí lo tengo. :)
(Junto con lo entretenido que resulta ver la cara de asombro y decepción de los felinos, cada vez que ven pasar a Hobbes).
Comentarios
Mi gata se pone hiperodiosa cuando entra un perro o se acerca un gato o pasa caminando un homo sapiens :S
Ana María Sánchez! Por acá andas! Y sí, ya tiene sus tapetes y los hijos se están encargando del entrenamiento. A veces Harry se queja pero le recuerdo que a mi me tomó tres meses entrenarlo a él.