Orgullosa es poco
¿No les pasa que creen que no se pueden sentir más orgullosos de alguien que conocen y resulta que sí?
A mí sí. Estas sorpresas me fascinan.
Salimos con una amiga. M nos contó sobre la ruptura de un noviazgo. La penúltima vez que la vi, la noticia era que había comenzado esa relación. No supe, no supimos, en el intermedio, que lo que se sucedía era la evolución de una historia de abuso. Empezó como todas, con celos, con control de las amistades, con invasión a su privacidad, con ciclos de chantaje, imposición de sentimiento de culpa y vergüenza, para luego amenazar y humillar y terminar con promesas, regalos y reconciliaciones. En un punto, hacia el final, hubo incluso maltrato físico. M tocó fondo. Aislada, lejos, agotada, en el cuarto de hotel de una ciudad situada en otro continente, encontró la fuerza suficiente para hacer una llamada telefónica y pedir ayuda. Y las palabras del otro lado de la línea hallaron el camino hacia M, le mostraron lo que había olvidado en el trayecto.
Nos dice que es la primera vez que cuenta lo que pasó sin llorar. Ella. Porque mi comadre y yo, que la escuchábamos, nomás se nos vidriaban los ojos. Por orgullo. Pero también por miedo. Mientras escuchaba la historia tuve miedo de no haberla escuchado nunca, de que la hubiéramos perdido, de que fuera una mujer más atrapada para siempre en una relación violenta.
(Recordé una plática de anoche. Las palabras y la memoria, me decía P mientras nos zungábamos unas alitas, ella que tiene más experiencia y conocimiento que yo acompañando a mujeres con historias así: la importancia de las palabras para pedir ayuda y luego de las palabras y la memoria, para recrear la historia que te quieres contar, la historia y el poder sanador y transformador de las palabras, del discurso que escribes y te describe, que te hacen ser quien eres y quien quieres ser.)
M nos habló luego de límites, de no volver a permitir que nadie hiciera algo que amenazara su persona, su bienestar emocional, su trabajo. Ella que tiene que interpretar en su trabajo a tantas mujeres trágicas, Mimi, Violetta, Micaela... ya no le cuentan. Ningún libreto tiene ya nada que contarle.
A mí sí. Estas sorpresas me fascinan.
Salimos con una amiga. M nos contó sobre la ruptura de un noviazgo. La penúltima vez que la vi, la noticia era que había comenzado esa relación. No supe, no supimos, en el intermedio, que lo que se sucedía era la evolución de una historia de abuso. Empezó como todas, con celos, con control de las amistades, con invasión a su privacidad, con ciclos de chantaje, imposición de sentimiento de culpa y vergüenza, para luego amenazar y humillar y terminar con promesas, regalos y reconciliaciones. En un punto, hacia el final, hubo incluso maltrato físico. M tocó fondo. Aislada, lejos, agotada, en el cuarto de hotel de una ciudad situada en otro continente, encontró la fuerza suficiente para hacer una llamada telefónica y pedir ayuda. Y las palabras del otro lado de la línea hallaron el camino hacia M, le mostraron lo que había olvidado en el trayecto.
Nos dice que es la primera vez que cuenta lo que pasó sin llorar. Ella. Porque mi comadre y yo, que la escuchábamos, nomás se nos vidriaban los ojos. Por orgullo. Pero también por miedo. Mientras escuchaba la historia tuve miedo de no haberla escuchado nunca, de que la hubiéramos perdido, de que fuera una mujer más atrapada para siempre en una relación violenta.
(Recordé una plática de anoche. Las palabras y la memoria, me decía P mientras nos zungábamos unas alitas, ella que tiene más experiencia y conocimiento que yo acompañando a mujeres con historias así: la importancia de las palabras para pedir ayuda y luego de las palabras y la memoria, para recrear la historia que te quieres contar, la historia y el poder sanador y transformador de las palabras, del discurso que escribes y te describe, que te hacen ser quien eres y quien quieres ser.)
M nos habló luego de límites, de no volver a permitir que nadie hiciera algo que amenazara su persona, su bienestar emocional, su trabajo. Ella que tiene que interpretar en su trabajo a tantas mujeres trágicas, Mimi, Violetta, Micaela... ya no le cuentan. Ningún libreto tiene ya nada que contarle.
* * * * *
2014, vienes con todo.
Hay cambios sumamente intensos en mi trabajo.
Es probable que incluso me toquen de forma directa.
Tiempos interesantes.
Comentarios
No sé de quién hablas, pero estoy orgullosa también de ella.