No choqué, me chocaron.
Ser madre es una labor que conlleva toda clase de riesgos y peligros. Una debe estar preparada para toda clase de cosas, como levantarse en sábado después de una buena desvelada para llevar a los hijos a la bicicletada escolar de la primavera.
El asunto de las bicicletas y los ciclistas es que deben ir disfrazados. Ése es otro punto donde se muestra la valentía y creatividad de las madres.
Un ejemplo:
El niño iba disfrazado de pajarito y su bicicleta de nido.
Por fortuna mis hijos ya superaron la etapa de querer ir disfrazados, aunque William todavía el año pasado llegó en su bici vestido de Tin-tán pachuco.
Como yo ya pasé la etapa de los disfraces y correr tras los lepes en bicicleta, me dispuse a echarme un menudito mañanero con las otras mamases que estaban ahí. Y ahí radicó el gran peligro de todo: estas mamases son bien activas y divertidas y se inscribieron en el torneo de fut entre mamás y maestras. Como faltaban jugadoras me invitaron y la verdad me pareció una idea emocionante. Aaaaaños desde la última vez que jugué algún deporte. Ahí tá lo malo, entre la nostalgia y la desvelada es imposible tomar buenas decisiones.
Cuando fue la hora de jugar, me acomodé atrás, apoyando en cuidar la portería. Hice bien mi chamba, adoptando postura de jugador de americano. Me funcionó muy bien, terminaban por soltar el balón y ya lo podía yo sacar fácilmente del área. La mayoría de las maestras se veían bastante ñangas y eso reafirmó mi seguridad.
En una de las ocasiones que vi a una maestra venir hacia mí, me dije "Papitas, la tícher es bien delicada" pero no hay que juzgar al libro por su cubierta. Eso lo aprendí y a la mala.
Los cinco segundos previos al enfrentamiento pasaron en cámara lenta, como buen cliché. Yo corría, ella corría, ella tenía el balón, yo lo quería... hice un rápido cálculo mental y pensé "se va a quitar... se tiene que quitar... va a soltar el balón... ¿por qué no suelta el balón?... ¡¿por qué diantres no se detiene?!" y en eso, en un súbito arrebato profético que sólo sucede cuando estás a medio segundo de una colisión, me dije "ya te chingó, agárrate mamacita, porque ya te chingó". Y sí.
Chocamos y la diferencia de masas me lanzó varios metros en reversa. Tuve buen cuidado de meter las manos porque si no la cabeza me habría rebotado varias veces en el cemento.
Mis lentes salieron volando, mi cachucha viajó hasta la portería por el aire y un teni se me aflojó. ¿Alguien sabe por qué pasa eso?
Cuando sentí que ya no me desplazaba más, me levanté. Traía un dolorcín en la palma de las manos, pero nada más. Las maestras y las mamás se aglomeraron a preguntar cómo estaba y a revisar que no me hubiera golpeado en la cabeza. Me quisieron mandar a la banca pero ya ven cómo funciona la adrenalina en esos casos. Yo andaba más movida que antes, y tan movida que posterior a eso le lancé un balón a Irán que ella aprovechó para meterlo en la portería, con lo que conseguimos el 2-0 del marcador final a nuestro favor.
No me supo bien el triunfo. ¿Cómo, si por dónde pasaban decían "ésa es la señora que se cayó" o me encontraba con la tícher toda acongojada pidiéndome disculpas?
El saldo de ese día fueron un par de palmas y muñecas amoratadas pero lo más duro fue el golpe tremendo a mi orgullo deportivo.
Poco sabía entonces (bien literaria) que el verdadero dolor vendría hasta el domingo, después de una nochedecopasunanocheloca con mis gordas y dos botellas de sotol.
Pero ésa... es otra historia.
¿Lo salvable de la bicicletada?
Esto:
El asunto de las bicicletas y los ciclistas es que deben ir disfrazados. Ése es otro punto donde se muestra la valentía y creatividad de las madres.
Un ejemplo:
El niño iba disfrazado de pajarito y su bicicleta de nido.
Por fortuna mis hijos ya superaron la etapa de querer ir disfrazados, aunque William todavía el año pasado llegó en su bici vestido de Tin-tán pachuco.
Como yo ya pasé la etapa de los disfraces y correr tras los lepes en bicicleta, me dispuse a echarme un menudito mañanero con las otras mamases que estaban ahí. Y ahí radicó el gran peligro de todo: estas mamases son bien activas y divertidas y se inscribieron en el torneo de fut entre mamás y maestras. Como faltaban jugadoras me invitaron y la verdad me pareció una idea emocionante. Aaaaaños desde la última vez que jugué algún deporte. Ahí tá lo malo, entre la nostalgia y la desvelada es imposible tomar buenas decisiones.
Cuando fue la hora de jugar, me acomodé atrás, apoyando en cuidar la portería. Hice bien mi chamba, adoptando postura de jugador de americano. Me funcionó muy bien, terminaban por soltar el balón y ya lo podía yo sacar fácilmente del área. La mayoría de las maestras se veían bastante ñangas y eso reafirmó mi seguridad.
En una de las ocasiones que vi a una maestra venir hacia mí, me dije "Papitas, la tícher es bien delicada" pero no hay que juzgar al libro por su cubierta. Eso lo aprendí y a la mala.
Los cinco segundos previos al enfrentamiento pasaron en cámara lenta, como buen cliché. Yo corría, ella corría, ella tenía el balón, yo lo quería... hice un rápido cálculo mental y pensé "se va a quitar... se tiene que quitar... va a soltar el balón... ¿por qué no suelta el balón?... ¡¿por qué diantres no se detiene?!" y en eso, en un súbito arrebato profético que sólo sucede cuando estás a medio segundo de una colisión, me dije "ya te chingó, agárrate mamacita, porque ya te chingó". Y sí.
Chocamos y la diferencia de masas me lanzó varios metros en reversa. Tuve buen cuidado de meter las manos porque si no la cabeza me habría rebotado varias veces en el cemento.
Mis lentes salieron volando, mi cachucha viajó hasta la portería por el aire y un teni se me aflojó. ¿Alguien sabe por qué pasa eso?
Cuando sentí que ya no me desplazaba más, me levanté. Traía un dolorcín en la palma de las manos, pero nada más. Las maestras y las mamás se aglomeraron a preguntar cómo estaba y a revisar que no me hubiera golpeado en la cabeza. Me quisieron mandar a la banca pero ya ven cómo funciona la adrenalina en esos casos. Yo andaba más movida que antes, y tan movida que posterior a eso le lancé un balón a Irán que ella aprovechó para meterlo en la portería, con lo que conseguimos el 2-0 del marcador final a nuestro favor.
No me supo bien el triunfo. ¿Cómo, si por dónde pasaban decían "ésa es la señora que se cayó" o me encontraba con la tícher toda acongojada pidiéndome disculpas?
El saldo de ese día fueron un par de palmas y muñecas amoratadas pero lo más duro fue el golpe tremendo a mi orgullo deportivo.
Poco sabía entonces (bien literaria) que el verdadero dolor vendría hasta el domingo, después de una nochedecopasunanocheloca con mis gordas y dos botellas de sotol.
Pero ésa... es otra historia.
¿Lo salvable de la bicicletada?
Esto:
Comentarios
pero Terry Pratchet te vió jugar, eso nada lo paga! =D
ssana sana
Sandy, qué emoción no? Le voy a decir a William que le photoshopee unos lentes para que vean cuánto parecido.
Juano, a mí me encantaba el baseball cuando era niña. Me la pasaba llena de raspones pero las posibilidades de chocar con alguien más eran más limitadas.
Todavía... quién es Dulce Saraí?!
Debió ser el karma. No debí reírme de ti ni tomarte la foto mientras estabas en el suelo.
Qué padre se ha de sentirentrarle a un desmadrito de esos. La última vez que le entré a un deporte fue al basket con mis primos y mis tíos. Estaba oxidadísimo después de casi 10 años de no jugar basket, pero me divertí
qué buena onda