Mala memoria
Hoy que andaba en la calle, muy afanosa en mis labores, pasé frente a un puesto de cocteles de camarón. No pude resistirme a la vista de las copas y la verdura picadita, el limón, la salsa, los camarones que en mi mente comencé a imaginar.
Babeando más que de costumbre pedí uno. Me senté en uno de esos bancos altos que tienen los puestos y me pegó un chingazo un recuerdo: antes de entrar a la primaria, solía acompañar a mi mamá a sus mandados y siempre parábamos en un puesto de cocteles a comernos uno.
Luego recordé las bolsas de camarón cocido que me compraba mi papá siempre que íbamos al mar y la emoción de sentarme en la playa a pelar-echarlimón-echarsal-comer, uno por uno. Cuando era niña siempre íbamos al mar.
Y recordando comida también recordé los biscuits del KFC cuando mi mamá salía de sus clases de estilismo y pasaba por mí al jardín de niños y nos íbamos siempre a comer ahí algo, antes de que salieran mis hermanos de la escuela. O los tacos de barbacoa de cabeza que siempre comprábamos en un puesto del centro de Beautifulville cuando íbamos de compras.
Dice una amiga que tengo una memoria prodigiosa al ser capaz de recordar tantas cosas y tantos detalles.
La verdad es que mi memoria es una verdadera estafa, pero si tiene algo de prodigiosa es el hecho de que todos mis recuerdos felices (relacionados con comida o no) fueron almacenados bajo la etiqueta de "Cosas que hacía SIEMPRE".
Platicando con mi mamá me entero que al puesto de camarones nos paramos tal vez tres veces en todo el tiempo que vivimos allá, y que al mar no íbamos tan seguido, tal vez unas cuatro veces en el año. Y mi papá no siempre me compraba camarones, porque desconfiaba de la comida callejera. Habrán sido dos ocasiones en las que hice algún berrinche.
Tuve una infancia inmensamente feliz gracias a esta pequeña malfunción de mi cerebro. Y ahora soy más que feliz porque la heredé.
Más que William --que es un genio--, Harry tiene una memoria buenísima para recordar los detalles y además, aplicarles el SIEMPRE.
"¿Recuerdas que siempre nos llevabas a ese parque, mamá?" me decía ayer.
La verdad no fuimos más que tres veces pero eso no importa porque en la memoria de mis hijos está un parque presente en todos sus fines de semana.
Cada año, desde que Fefé y yo vivimos juntos, hicimos lo posible por salir de la ciudad. No faltaba a dónde. Tengo fotos de un papá muy joven con un bebé muy gordo en brazos, acampando en la sierra. O de dos nenes viendo por primera vez el mar la vez que nos lanzamos a ver a la nana en nuestro Atlantic 1980.
Este año no habrá viaje. Ni a la sierra creo. Si las cosas no pintan mejor, posiblemente el año entrante tampoco porque hay otras prioridades qué atender.
Los niños lo saben y no ven mayor problema.
Estoy segura que cuando sean adultos recordarán las vacaciones y dirán: "Mis papás SIEMPRE nos llevaban de viaje."
Y cuando lo digan no les diré que no fue así.
Babeando más que de costumbre pedí uno. Me senté en uno de esos bancos altos que tienen los puestos y me pegó un chingazo un recuerdo: antes de entrar a la primaria, solía acompañar a mi mamá a sus mandados y siempre parábamos en un puesto de cocteles a comernos uno.
Luego recordé las bolsas de camarón cocido que me compraba mi papá siempre que íbamos al mar y la emoción de sentarme en la playa a pelar-echarlimón-echarsal-comer, uno por uno. Cuando era niña siempre íbamos al mar.
Y recordando comida también recordé los biscuits del KFC cuando mi mamá salía de sus clases de estilismo y pasaba por mí al jardín de niños y nos íbamos siempre a comer ahí algo, antes de que salieran mis hermanos de la escuela. O los tacos de barbacoa de cabeza que siempre comprábamos en un puesto del centro de Beautifulville cuando íbamos de compras.
Dice una amiga que tengo una memoria prodigiosa al ser capaz de recordar tantas cosas y tantos detalles.
La verdad es que mi memoria es una verdadera estafa, pero si tiene algo de prodigiosa es el hecho de que todos mis recuerdos felices (relacionados con comida o no) fueron almacenados bajo la etiqueta de "Cosas que hacía SIEMPRE".
Platicando con mi mamá me entero que al puesto de camarones nos paramos tal vez tres veces en todo el tiempo que vivimos allá, y que al mar no íbamos tan seguido, tal vez unas cuatro veces en el año. Y mi papá no siempre me compraba camarones, porque desconfiaba de la comida callejera. Habrán sido dos ocasiones en las que hice algún berrinche.
Tuve una infancia inmensamente feliz gracias a esta pequeña malfunción de mi cerebro. Y ahora soy más que feliz porque la heredé.
Más que William --que es un genio--, Harry tiene una memoria buenísima para recordar los detalles y además, aplicarles el SIEMPRE.
"¿Recuerdas que siempre nos llevabas a ese parque, mamá?" me decía ayer.
La verdad no fuimos más que tres veces pero eso no importa porque en la memoria de mis hijos está un parque presente en todos sus fines de semana.
Cada año, desde que Fefé y yo vivimos juntos, hicimos lo posible por salir de la ciudad. No faltaba a dónde. Tengo fotos de un papá muy joven con un bebé muy gordo en brazos, acampando en la sierra. O de dos nenes viendo por primera vez el mar la vez que nos lanzamos a ver a la nana en nuestro Atlantic 1980.
Este año no habrá viaje. Ni a la sierra creo. Si las cosas no pintan mejor, posiblemente el año entrante tampoco porque hay otras prioridades qué atender.
Los niños lo saben y no ven mayor problema.
Estoy segura que cuando sean adultos recordarán las vacaciones y dirán: "Mis papás SIEMPRE nos llevaban de viaje."
Y cuando lo digan no les diré que no fue así.
En Cuarenta Casas (caminar hasta allá con un bebé de 12 kilos en la espalda no fue cualquier cosa, pero entonces mi hombre era joven y buen mozo)
En Urique, después de que quisimos acampar en Creel y se soltó nevando. Tomamos el tren y cambiamos de parajes a uno más tropical.
Un viaje relámpago de tres días a Beautifulville, pero del que más se acuerdan y para ellos, en sus recuerdos, el mejor. (No se nota pero el bebé de la derecha, es Harry haciendo pipí)
En Urique, después de que quisimos acampar en Creel y se soltó nevando. Tomamos el tren y cambiamos de parajes a uno más tropical.
Un viaje relámpago de tres días a Beautifulville, pero del que más se acuerdan y para ellos, en sus recuerdos, el mejor. (No se nota pero el bebé de la derecha, es Harry haciendo pipí)
Comentarios
Ojala las cosas mejoren para todos y podamos empezar a vivir de manera que en un futuro tengamos más buenos recuerdos.
¡Qué bonita familia!
Que bueno que nos avisas que los papas son tan mendigos que nos desmadran esos recuerdos... para no preguntarles ni maiz a mis jefes, y quedarme con mis recuerdos asi, como me gustan.