La otra
Muchos años pasaron para mi segundo encuentro. Yo ya tenía marido, dos hijitos y vivíamos en la casa que una conocida nos rentaba, la cual no tenía nada que pudiera indicar ninguna presencia extraña. Era una casa común en una calle en la que viví en mi adolescencia, rodeada de gente con la que conviví en esa época.
Cuando nos mudamos a ella, Harry todavía no nacía. Y como la casa requería algunos arreglos, dejamos la habitación principal para el final, así que la cuna de William y nuestra cama estaban en un solo cuarto.
Después que nació Harry nos mudamos a la habitación principal, con cuna y todo, y pasando algunos meses, trasladamos a Harry al cuarto de su hermano. Sin embargo, no pasamos mucho tiempo ahí porque el techo se goteaba y cambiamos nuestra cama a otra área de la casa. Con el tiempo pudimos arreglar el techo y movernos nuevamente a la habitación.
No habíamos pasado muchos días ahí cuando yo comencé a despertar a media noche. Volvía a dormir y me costaba conciliar el sueño nuevamente, no por sentirme insomne sino por una opresión que sentía en el pecho, difícilmente describible con palabras.
Conforme pasaron las semanas pude identificar esa sensación como sobresaltos de terror. Cada noche se presentaban más frecuentemente y con mayor intensidad. Nuevamente nos cambiamos de cuarto, donde pude dormir tranquila durante algún tiempo, pero con tan mala suerte que ese cuarto también empezó a gotearse y hubo que regresar.
Con el regreso volvieron mis miedos aunados a la sensación de que había alguien más ahí.
No sé si esta sensación provocó que, una de las noches que desperté, viera al pie de la cama una forma humana, no muy grande, de rasgos indefinidos. Era una silueta con volumen, pero de densidad casi acuática. Pude ver a través de ella, el clóset que estaba detrás.
¿Cómo pude seguir durmiendo ahí? La misma estrategia que la de casa de la abuela Queta: racionalizando. Y tapándome con la sábana hasta las orejas.
Cierta día William enfermó. Estuvo tosiendo mucho y por la noche no podía dormir. Me lo llevé a mi cama para que se sintiera acompañado y cuando ya estuvimos acomodados y arropados, me dijo:
-- Mamá, me da miedo.
-- ¿Qué te da miedo?
-- Esa niña...
Yo no voltée a ver qué seguía su mirada. Lo abracé y le dije que no pasaba nada, que cuando enfermábamos creíamos ver cosas donde no estaban.
William tenía tres años y no tenía fiebre. No me pareció que alucinara.
Dos días después y aún pensando qué hacer con la casa, vi a William jugando en el cuarto. Yo les tenía dicho que no jugaran ahí pues había cosas que podían quebrarse y lastimarse. Quise recordarle las reglas:
-- No puedes jugar ahí.
-- Ah, sí. Ya sé. Porque es tu cuarto...
-- Ajá...
-- Y es el cuarto de papá...
-- Así es.
-- Y es el cuarto de la niña.
-- ...
Me dejó congelada y no pude pensar en otra cosa qué decirle, para su tranquilidad y la mía, que sí, que tenía razón, que ese cuarto también era de la niña.
Esa noche los terrores se fueron y no volvieron a aparecer.
Cuando nos mudamos a ella, Harry todavía no nacía. Y como la casa requería algunos arreglos, dejamos la habitación principal para el final, así que la cuna de William y nuestra cama estaban en un solo cuarto.
Después que nació Harry nos mudamos a la habitación principal, con cuna y todo, y pasando algunos meses, trasladamos a Harry al cuarto de su hermano. Sin embargo, no pasamos mucho tiempo ahí porque el techo se goteaba y cambiamos nuestra cama a otra área de la casa. Con el tiempo pudimos arreglar el techo y movernos nuevamente a la habitación.
No habíamos pasado muchos días ahí cuando yo comencé a despertar a media noche. Volvía a dormir y me costaba conciliar el sueño nuevamente, no por sentirme insomne sino por una opresión que sentía en el pecho, difícilmente describible con palabras.
Conforme pasaron las semanas pude identificar esa sensación como sobresaltos de terror. Cada noche se presentaban más frecuentemente y con mayor intensidad. Nuevamente nos cambiamos de cuarto, donde pude dormir tranquila durante algún tiempo, pero con tan mala suerte que ese cuarto también empezó a gotearse y hubo que regresar.
Con el regreso volvieron mis miedos aunados a la sensación de que había alguien más ahí.
No sé si esta sensación provocó que, una de las noches que desperté, viera al pie de la cama una forma humana, no muy grande, de rasgos indefinidos. Era una silueta con volumen, pero de densidad casi acuática. Pude ver a través de ella, el clóset que estaba detrás.
¿Cómo pude seguir durmiendo ahí? La misma estrategia que la de casa de la abuela Queta: racionalizando. Y tapándome con la sábana hasta las orejas.
Cierta día William enfermó. Estuvo tosiendo mucho y por la noche no podía dormir. Me lo llevé a mi cama para que se sintiera acompañado y cuando ya estuvimos acomodados y arropados, me dijo:
-- Mamá, me da miedo.
-- ¿Qué te da miedo?
-- Esa niña...
Yo no voltée a ver qué seguía su mirada. Lo abracé y le dije que no pasaba nada, que cuando enfermábamos creíamos ver cosas donde no estaban.
William tenía tres años y no tenía fiebre. No me pareció que alucinara.
Dos días después y aún pensando qué hacer con la casa, vi a William jugando en el cuarto. Yo les tenía dicho que no jugaran ahí pues había cosas que podían quebrarse y lastimarse. Quise recordarle las reglas:
-- No puedes jugar ahí.
-- Ah, sí. Ya sé. Porque es tu cuarto...
-- Ajá...
-- Y es el cuarto de papá...
-- Así es.
-- Y es el cuarto de la niña.
-- ...
Me dejó congelada y no pude pensar en otra cosa qué decirle, para su tranquilidad y la mía, que sí, que tenía razón, que ese cuarto también era de la niña.
Esa noche los terrores se fueron y no volvieron a aparecer.
Comentarios
c-c-c-cu-cu-cual niña??
Esa casa tenia una vibra muy especial.
Alovosía, sí, sí tuve por muchísimas noches, mucho mucho miedo.
Big Bro, y quién no habla en serio? En tu casa se llama Eduardo.
Juano, pues yo después de eso tuve que admitir que hay una cantidad de cosas que no sé ni entiendo y tal vez ni quiero entender.
Shelle, pues como tú dices, esa vibra podría haber sido la causa del problema de sueño que sufrió Harry.
Y muy bien merecido.
Ahora mo voy a poder dormir....
Tengo miedo !!!
Genial está serie y me ha encantado las imágenes que has ido poniendo en la cabecera del blog.
P.S: Pero qué tendrán las sábanas para que nos parapetemos en ellas como si de una armadura se tratasen. Si sólo es tela :)