Feliz cumpleños, Harry
Hace una década a esta misma hora, me encontraba acostada en mi cama, descansando de una pachanga que tuve en mi casa el día anterior; pachanga que organicé para despedirme de la vida pagana al menos el tiempo que me requiriera el exigente ejercicio de la maternidad reciente.
Era domingo y estaba fresco. Luego ya no estuvo fresco: se puso friísimo. El primer día frío de 1999. Le dije a Fefé que armara la camita de William, pues algo iba a cambiar además del clima ese día y había que tener lista la cuna para Harry.
No tenía dolores. Ayudé a armar la cama y William, de apenas un año y dos meses, se puso a jugar sobre el colchón, contento con esa novedad en su vida.
Vimos la televisión, mientras William hacía su primera siesta de niño grande.
Intenté dormir pero me sentía muy inquieta y emocionada. Me relajé y me dediqué a hablarle al productín para saber cuándo llegaría. Unas horas después me di cuenta que Harry no se había movido durante la última hora.
-- Ora sí --les dije a mis hombres -- vámonos.
Maletas listas, fuimos primero con mi madre a dejar a William, de quien me despedía por primera vez para una ausencia de dos días y luego al hospital.
Llegué de muy buen humor y bastante dilatada. Me atendieron dos médicos guapísimos, así tipo George Clooney en sus años de E.R.
A la hora de entrar a la sala de expulsión, iba saliendo una chica conocida en una camilla. Me saludó con su rostro agotado y el cabello revuelto y me dijo: "Me va a tocar ver a tu esposo en el pasillo, ¿quieres que le diga que chingue su madre?". Agradecí tan generosa oferta con una sonrisa y me dediqué a decirle a Harry que no se pusiera terco como William el día de su nacimiento, que el mundo era un caos, era cierto, pero era un caos de lo más divertido.
Sólo tuve que pujar un par de veces. Pasaditas las once de la noche, Harry entró de dos empujones a la vida --empujones que hasta la fecha he de dar... para que se bañe, para que se acueste, para que se vista...
Harry aprobó su primer examen con un hermoso 8/9, a diferencia del primogénito que tuvo un 7/8 en el Apgar, dato que Harry emplea con frecuencia para bajar las ínfulas de su hermano mayor en la entrega de boletas.
Si me hubieran dejado, ahí mismo me habría levantado de la camilla y me habría ido a mi cuarto caminando, con mi hijo en brazos.
Tres kilos y cuatrocientos gramos de vida consiguieron aumentar mi capacidad de amor en una forma que yo no creía posible.
Dos días después salí de ahí, con cosas menos y cosas más.
Ni siquiera me imaginaba en ese momento cómo esa figurita larguirucha sellaría y compactaría ciertos huecos que desconocíamos que había en nuestra convivencia.
Feliz primera década, Harry.
Gracias por enseñarnos a ver el mundo desde otro lado, el lado zurdo, rebelde, abierto, total.
Ese lado que nos permite ver la vida como tú la ves: cada día el mejor día de nuestras vidas.
Era domingo y estaba fresco. Luego ya no estuvo fresco: se puso friísimo. El primer día frío de 1999. Le dije a Fefé que armara la camita de William, pues algo iba a cambiar además del clima ese día y había que tener lista la cuna para Harry.
No tenía dolores. Ayudé a armar la cama y William, de apenas un año y dos meses, se puso a jugar sobre el colchón, contento con esa novedad en su vida.
Vimos la televisión, mientras William hacía su primera siesta de niño grande.
Intenté dormir pero me sentía muy inquieta y emocionada. Me relajé y me dediqué a hablarle al productín para saber cuándo llegaría. Unas horas después me di cuenta que Harry no se había movido durante la última hora.
-- Ora sí --les dije a mis hombres -- vámonos.
Maletas listas, fuimos primero con mi madre a dejar a William, de quien me despedía por primera vez para una ausencia de dos días y luego al hospital.
Llegué de muy buen humor y bastante dilatada. Me atendieron dos médicos guapísimos, así tipo George Clooney en sus años de E.R.
A la hora de entrar a la sala de expulsión, iba saliendo una chica conocida en una camilla. Me saludó con su rostro agotado y el cabello revuelto y me dijo: "Me va a tocar ver a tu esposo en el pasillo, ¿quieres que le diga que chingue su madre?". Agradecí tan generosa oferta con una sonrisa y me dediqué a decirle a Harry que no se pusiera terco como William el día de su nacimiento, que el mundo era un caos, era cierto, pero era un caos de lo más divertido.
Sólo tuve que pujar un par de veces. Pasaditas las once de la noche, Harry entró de dos empujones a la vida --empujones que hasta la fecha he de dar... para que se bañe, para que se acueste, para que se vista...
Harry aprobó su primer examen con un hermoso 8/9, a diferencia del primogénito que tuvo un 7/8 en el Apgar, dato que Harry emplea con frecuencia para bajar las ínfulas de su hermano mayor en la entrega de boletas.
Si me hubieran dejado, ahí mismo me habría levantado de la camilla y me habría ido a mi cuarto caminando, con mi hijo en brazos.
Tres kilos y cuatrocientos gramos de vida consiguieron aumentar mi capacidad de amor en una forma que yo no creía posible.
Dos días después salí de ahí, con cosas menos y cosas más.
Ni siquiera me imaginaba en ese momento cómo esa figurita larguirucha sellaría y compactaría ciertos huecos que desconocíamos que había en nuestra convivencia.
Feliz primera década, Harry.
Gracias por enseñarnos a ver el mundo desde otro lado, el lado zurdo, rebelde, abierto, total.
Ese lado que nos permite ver la vida como tú la ves: cada día el mejor día de nuestras vidas.
Comentarios
Muchas felicidades a Harry y a ti.
Anónimo, felicidades por tu nueva cría. Disfruta mucho el tiempo que se lleven bien porque después de los nueve o los diez lo más divertido será ver cómo NO se llevan bien.
Pero... supongo que es el orden natural de las cosas. Mis hijos ya no se abrazan como en esa fotografía, aunque eventualmente volverán a hacerlo, cuando William vaya a sacar a su hermano de algún tugurio. O al revés.
Muy buen texto como siempre, y la historia muy divertida.
Hasta ganas de tener hijos me dan, jejeje.
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(muajajaja!...)
a la madre, al hijo, al padre, al hermano, y al espiritu santo, ah tambien al gato.
recuerdo gratamente que mi madre siempre cuenta la historia del nacimiento de cada una de sus tres hijas en la vispera del aniversario y siempre criticabamos que lo hiciera, hasta hace 12 años que comence a contar mi historia de alumbramiento.
Eso fue en semana santa. Haciendo cálculos, ya les toca otra muestra de afecto.
un beso a tus hijos (y si se los puedes dar frente a sus amigos mejor XDDDD)
Gracias.
Pues, nadie había comentado aún y sentí que, quizás, podía invadir un espacio íntimo y familiar.
"Felicidades Harry!! Eres muy afortunado porque hoy tu mamá te ha hecho un regalo que siempre recordarás con enorme cariño."
Enhorabuena Ministry.