Me siento como niña en Navidad.
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Compré una impresora y el cable no venía incluido.


Ya lo compré y mi oficina va agarrando forma...

...aunque esté situada junto a la cocina. Sin embargo esta localización tiene sus ventajas: estoy cerca del café, puedo cocinar y chatear al mismo tiempo, el baño se encuentra más cerca de aquí que de la estancia de Fefé... Una desventaja, según me han dicho, es que la pared sea de color naranja. Su supone que deberá darme hambre todo el día. Yo no creo que eso suceda. Si uno come lo suficiente, y además disfruta de uno que otro tentempié mientras trabaja, una galletita, unos chocolates, un café con pan tostado, un baguel con queso crema y mermelada de zarzamora, qué sé yo, no creo que el hambre se asome.

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Muchas veces deseé no tener que levantarme a horas tan estúpidas para ir a trabajar. Otras veces deseé no usar uniforme. Algunas más quise encontrar un lugar en todo el plantel donde poder dormirme un ratito. Y en una que otra ocasión me preguntaba "¿no podrán ir éstos a mi casa en lugar de yo venir hasta acá?".

Ahora estoy en casa. Acepté ser instructora externa en un despacho y puedo decidir si imparto o no algún curso. La mitad del trabajo la realizo en mi hogar y mientras estoy aquí puedo levantarme tarde, usar pijamas y dormir una siesta entre actividad y actividad.

Idílico.

Casi.

Tengo que aprender a lidiar con mi propia indisciplina y desidia. Luchar contra la atracción que ejercen sobre mí la televisión, los libros, la cama y la gravedad. O todo al mismo tiempo. ¿Y a poco no podré?



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