¿Los hombres las prefieren gordas?
Las gordas golfas no sólo hablan de hombres, de sexo o de puntos.
También hay muchos otros temas que les interesan, algunnos más recurrentes que otros.
Uno de ellos es la gordura.
Tema extremadamente recurrente.
Y no es un tema tan fácil de dominar. Ha requerido de cierta práctica para que finalmente podamos discutirlo en etapas, a saber:
1. La lamentación, que invariablemente inicia con un "No mames, güey, ya no me des más birrias, estoy bien gorda."
2. La experimentación, que sigue con un "¿supiste de mi prima aquélla... sí, ésa... la que está casada con el narquillo...? ¡Se operó! Se quitó y se puso." Y además reflexionamos sobre las dietas, ejercicios y posiciones que hemos intentado para mejorar nuestra apariencia.
3. Los buenos propósitos, con gran énfasis en el "Ya no voy a faltar a las clases de zumba", "La próxima semana me inscribo en el gym", "Les juro que ya no voy a tragar tanto". Y...
4. La coevaluación, retroalimentación y autocomplacencia, es la parte que más me gusta y puede durar incluso días posteriores a las reuniones. "Pues si tú ni estás tan gorda", "Si bajas más de peso, vas a desaparecer", y se acompañan también con presentaciones en power point que durante los siguientes días atiborran nuestros correos.
Independientemente de nuestros complejos, estuvimos pensando y concluimos lo siguiente:
Los hombres no ven gordura.
Ven chichis y nalgas.
Por eso los intentos de G por adelgazar no han rendido frutos. Su marido se lo impide porque dice que lo primero que va a reducir va a ser la talla de su brassiere.
Yo lo corroboré después, platicando con el fulano que me ayudó a conseguir los dos puntos del megaconcurso.
Le decía yo "A ver, mi estimado, usted tiene su novia, joven, bonita, agraciada... Yo soy una mujer mayor (ejem, ejem), con estrías y celulitis... ¿qué quiere usted de mí?". El aludido respondió: "Las nalgas".
Tal vez somos muy duras con nosotras mismas y la verdad es que al final de cuentas, las opiniones masculinas nos tienen sin cuidado. Porque después de las cuatro etapas de la discusión, qué bien nos sientan las cremas, las pastas y los canapés.
También hay muchos otros temas que les interesan, algunnos más recurrentes que otros.
Uno de ellos es la gordura.
Tema extremadamente recurrente.
Y no es un tema tan fácil de dominar. Ha requerido de cierta práctica para que finalmente podamos discutirlo en etapas, a saber:
1. La lamentación, que invariablemente inicia con un "No mames, güey, ya no me des más birrias, estoy bien gorda."
2. La experimentación, que sigue con un "¿supiste de mi prima aquélla... sí, ésa... la que está casada con el narquillo...? ¡Se operó! Se quitó y se puso." Y además reflexionamos sobre las dietas, ejercicios y posiciones que hemos intentado para mejorar nuestra apariencia.
3. Los buenos propósitos, con gran énfasis en el "Ya no voy a faltar a las clases de zumba", "La próxima semana me inscribo en el gym", "Les juro que ya no voy a tragar tanto". Y...
4. La coevaluación, retroalimentación y autocomplacencia, es la parte que más me gusta y puede durar incluso días posteriores a las reuniones. "Pues si tú ni estás tan gorda", "Si bajas más de peso, vas a desaparecer", y se acompañan también con presentaciones en power point que durante los siguientes días atiborran nuestros correos.
Independientemente de nuestros complejos, estuvimos pensando y concluimos lo siguiente:
Los hombres no ven gordura.
Ven chichis y nalgas.
Por eso los intentos de G por adelgazar no han rendido frutos. Su marido se lo impide porque dice que lo primero que va a reducir va a ser la talla de su brassiere.
Yo lo corroboré después, platicando con el fulano que me ayudó a conseguir los dos puntos del megaconcurso.
Le decía yo "A ver, mi estimado, usted tiene su novia, joven, bonita, agraciada... Yo soy una mujer mayor (ejem, ejem), con estrías y celulitis... ¿qué quiere usted de mí?". El aludido respondió: "Las nalgas".
Tal vez somos muy duras con nosotras mismas y la verdad es que al final de cuentas, las opiniones masculinas nos tienen sin cuidado. Porque después de las cuatro etapas de la discusión, qué bien nos sientan las cremas, las pastas y los canapés.
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