Mi abuelo se llamaba Raymundo y cumplía años el mismo día que yo.
Hace 23 años, él iba a cumplir 80 y yo 8.
Para mí, esa sincronización era algo mágico.
Planeábamos nuestra fiesta de cumpleaños, pero a unos días de ella, él falleció.

Raymundo es un lindo nombre.
Si de santorales se trata, pude haberme llamado Raymunda.
Qué bueno que no.
Qué bueno que no elegí la vida monástica.
Habría sido Sor Raymunda.
Qué bueno que no me llamé Raymunda ni tuve vocación monacal.
Porque de haber sido monja, no me tocaría el regalote que en la noche me van a dar.

Hoy toca.

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