Escucho "Paraules de amor" y recuerdo las pláticas de receso de esta semana.
Danye, una chica de quince años, me cuenta emocionada sobre su noviazgo, sus dudas, sus cuestiones sobre cómo besar y cuándo será el mejor momento para un beso francés.
Tanta información me incomoda a ratitos, pero es un soplo de brisa fresca a mis recesos habituales, en los que soy acosada por especímenes tan variados como la Srita. A, quien suele padecer accesos de llanto y se hace bolita como cochinilla, hasta que llego yo a desentumirla; o R, que tiene el don de la inoportunidad. O qué tal J, al que llaman Camaleón... desesperante saber si me está viendo a los ojos o mira hacia otra parte de mi anatomía. O M, que en su genialidad se ha vuelto existencialista y con nadie puede congeniar.

Gracias a la dulce Danye, puedo ignorar un poco ciertas miserias que no me han sido tan ajenas, aunque a veces tantas confesiones me hagan sonrojar. (Todavía puedo)

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