La pelota iba derechito a la portería pero logró esquivarla graciosamente hasta llegar a los pies de un señor que en ese momento caminaba junto a la improvisada cancha. Alto, con un saco café cubriéndolo del frío nocturno, un poco calvo, duda un poco antes de detener el balón. Luego, suelta una ligera patada para devolverlo y en su rostro se dibuja levemente una sonrisa. La intenta apagar y después de unos segundos sigue su camino.

Yo también he hecho lo mismo.
E igualmente sonrío.

¿Por qué sonreimos?

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