Ella se llamaba Laura
Laura se llama la intendente de mi área.
Es una chaparrita de nariz respingada y largas pestañas. Muy
bella ahora y dice que todavía más cuando era joven. Ríe mucho y por eso es
difícil imaginar que pasó parte de su vida al lado de un hombre que la
violentaba constantemente. Consiguió salir de la relación y se las arregló para
mantener ella sola a su hija. También se las arregló para comprar una casitita,
dice, limpiando para empresas por las mañanas y casas por las tardes.
Pero ya se cansó.
Su hermana vive en Estados Unidos y está sola porque los
hijos crecieron. La hija de Laura también.
Laura recuerda cuando hace muchos años, su hermana y ella
buscaban trabajo en Cd. Juárez. Cómo, por falta de estudios, no podían entrar a
la maquila así que se empleaban en casas. A veces les gustaba vivir en esas
casas pues ya no tenían que regresar por las noches al cuarto que rentaban que
por el costo, solían estar en zonas muy peligrosas. Pero era cansado, porque
estar ahí de tiempo completo significaba estar disponible las 24 horas con una
paga de 8. Los domingos se salía con su hermana, con una lata de atún y un
refresco, a comer en algún parque para luego ir a misa y regresar a la casa de
los patrones. Y cuando el trabajo se acababa, porque los patrones se iban de
vacaciones o decidían prescindir de sus servicios, ellas volvían a la calle y
al cuarto triste.
Un día lograron brincar y tuvieron patrones gringos. A su
hermana se la llevaron esos patrones más arriba, hasta Denver. Cuando se
acomodó, le mandó dinero a Laura para que le llevara a su hijita. Así que un
coyote le entregó a la niña en Albuquerque y de ahí viajaron hasta Denver.
Laura regresó. Tenía a su propia hija por la cual
preocuparse. Ella aquí creció, fue a la escuela y se casó. También tiene una
niña.
Laura canta cuando camina pero camina despacio.
“Ya me cansé” repite. Y después de su último viaje a Denver,
decide que se va con su hermana, que estará con nosotros hasta enero y entonces
cruzará a El Paso, tomará un camión a Albuquerque y allá un coyote le entregará
a su nieta, para que crezca en Denver y estudie la universidad, como su sobrina
a la que entregó quince años atrás.
Laura dice que no sabe si se va a quedar allá para siempre,
que ella se siente un poco gitana, como la música que le gusta escuchar, que a
lo mejor un día se regresa pero hasta entonces va a tener que aprender a
disfrutar de los inviernos fríos y las tormentas de nieve.
“Pero hay country” me dice “todo el día y en muchas
estaciones.”
Laurita va a ser feliz.
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