No debe uno dejarse ganar por el "sólo cinco minutos más". Cinco no son nunca cinco, son hasta veinte minutos de un sueño no merecido y por lo mismo, mal dormido.
Tanto puede pasar en veinte minutos... como que te creas despierto, te levantes y descubras que no hay café mientras en la amargura del descubrimiento te sorprenda observar que sobre las ventanas de la sala cuelgan y se agitan cortinas de bugambilias. Hay más gente en la sala de tu casa, se murmura un primo enfermo, y todavía hace falta café. Alguien te lleva a conseguirlo y en el camino un auto a toda velocidad se cruza en la calle. Ahí va Pancho Vega con su mujer, huyendo.
El despertar se convierte en sueño del que no se termina nunca de soñar.
Sigo sin café y El lugar sin límites sigue esperando sobre mi buró.
No vuelvo a dormir otros cinco minutos.
Tanto puede pasar en veinte minutos... como que te creas despierto, te levantes y descubras que no hay café mientras en la amargura del descubrimiento te sorprenda observar que sobre las ventanas de la sala cuelgan y se agitan cortinas de bugambilias. Hay más gente en la sala de tu casa, se murmura un primo enfermo, y todavía hace falta café. Alguien te lleva a conseguirlo y en el camino un auto a toda velocidad se cruza en la calle. Ahí va Pancho Vega con su mujer, huyendo.
El despertar se convierte en sueño del que no se termina nunca de soñar.
Sigo sin café y El lugar sin límites sigue esperando sobre mi buró.
No vuelvo a dormir otros cinco minutos.
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