Bonita la hora en que se les ocurrió a los proveedores de cigarrillos cubanos, dejar de surtir en los negocios locales, con toda la paranoia, mis compulsiones y la cuarentena.
Todo fue tan paulatino que de alguna manera me fui haciendo a la idea de que este día llegaría en forma irremediable.
Primero fue Casa Arias, luego la gasolinera, después Sanborns de la Ortiz Mena y la semana antepasada, entre convulsiones y fiebres, compré las últimas dos cajetillas apachurradas y lastimadas, del Sanborns de Plaza del Sol.
No me quedaba un solo cigarrillo y lo único que me impulsó a salir a la calle anoche, fue la esperanza de encontrar esa cajetilla que no compré en el local de la otra gasolinera.
No hubo tal. Alguien más la compró y yo me tuve que conformar con... con nada en realidad porque aunque lo he intentado, ninguna marca de cigarrillos puede sustituir a mis Populares.
Pasé la noche en buena compañía pero con la sombra, no de la cruda de la noche anterior como se podía suponer, sino de la ausencia de cigarros en mi bolsa.
Supongo que tengo que declararme adicta. Tengo necesidad de saberme con una cajetilla en la bolsa aunque no fume por días o semanas.
Estoy triste y esta cuarentena ociosa se hará más lenta, insípida y desmigajada.
La opción que me queda es dejarme ir hacia otras compulsiones, menos sanas, más obsesas:
Cortázar y Donoso, el Manú y la Manuela; la búsqueda de citas para conformar un ensayo sin dejar que el ensayo pierda el camino por culpa de las citas; la lectura escrupulosa de Habermas para ver si ahora si le entiendo a un libro, que es otro compendio de citas y fuentes; el cine actual y ver Synecdoche N.Y. para luego brincar a Eco y tratar de conjuntarlo todo para un solo trabajo final.
No me resigno.
Todo fue tan paulatino que de alguna manera me fui haciendo a la idea de que este día llegaría en forma irremediable.
Primero fue Casa Arias, luego la gasolinera, después Sanborns de la Ortiz Mena y la semana antepasada, entre convulsiones y fiebres, compré las últimas dos cajetillas apachurradas y lastimadas, del Sanborns de Plaza del Sol.
No me quedaba un solo cigarrillo y lo único que me impulsó a salir a la calle anoche, fue la esperanza de encontrar esa cajetilla que no compré en el local de la otra gasolinera.
No hubo tal. Alguien más la compró y yo me tuve que conformar con... con nada en realidad porque aunque lo he intentado, ninguna marca de cigarrillos puede sustituir a mis Populares.
Pasé la noche en buena compañía pero con la sombra, no de la cruda de la noche anterior como se podía suponer, sino de la ausencia de cigarros en mi bolsa.
Supongo que tengo que declararme adicta. Tengo necesidad de saberme con una cajetilla en la bolsa aunque no fume por días o semanas.
Estoy triste y esta cuarentena ociosa se hará más lenta, insípida y desmigajada.
La opción que me queda es dejarme ir hacia otras compulsiones, menos sanas, más obsesas:
Cortázar y Donoso, el Manú y la Manuela; la búsqueda de citas para conformar un ensayo sin dejar que el ensayo pierda el camino por culpa de las citas; la lectura escrupulosa de Habermas para ver si ahora si le entiendo a un libro, que es otro compendio de citas y fuentes; el cine actual y ver Synecdoche N.Y. para luego brincar a Eco y tratar de conjuntarlo todo para un solo trabajo final.
No me resigno.
Comentarios
A ver si todavía tienen...
Lo bueno es que yo todavía tengo un "block" porque ya venía algo así llegar jeje
Shelle: Necesito el leitmotiv.
Un día trataré de no tomar soda por una semana. Espero no ponerme muy necia :P
Más...
soy un motivador de mierda