Parte I
Me fui tres días y no tenía las más mínimas ganas de regresar.
Es increíble lo bien que se descansa después de dejar de leer en las noticias el número de muertos del día.
Fue una salida corta y por las fotografías que tomamos el álbum podría titularse "Un chingo de cerros y piedras". Pero hasta los cerros y las piedras se disfrutan sin la sangre nuestra de cada día. Tomamos 283 fotos por cierto. Sin ningún valor de impresión. Pero claro, uno se siente Ansel Adams ante cualquier paisaje medianamente estético y resulta que nos falta el talento. Extraño las cámaras de rollo.
Primero fuimos a Cuchillo Parado (sin albur), cuna de la revolución, que sigue siendo el mismo pueblo polvoso de hace cien años aunque una vez al año sesione ahí el congreso y prometan pavimentar la calle principal y la madre. El atardecer es lindo ahí, he de admitir. Y el río, aunque ya sin tanto caudal, luce todavía limpio e invitante.
Le seguimos al norte hacia Ojinaga. No pudimos ver el Pegüis y eso fue una pena. Estaba ya oscuro. En Presidio tramitamos los permisos bastante rápido y en un ratito ya estábamos en Marfa, siendo detenidos por un güero al que no le gustó que fuéramos tan rápido. Es que el pinchi pueblo está gachísimo y lo único que queríamos era dejarlo atrás. Imagino que el pavor se nos veía en los ojos porque el gringo nos dejó ir sin multarnos. Marfa es uno de esos pueblos donde nunca pasa nada y sus habitantes están metidos en sus casas desde las siete de la noche y se sienten orgullosos de ello, mientras los adolescentes andan en la calle sin lugar a donde ir y comprando cerveza de manera ilegal en los changarros. Nos tocó ver a varios haciéndolo en el negocio donde llegamos por café. Huimos a tiempo y llegamos a Van Horn a recargar gasolina, papas fritas y café. En la gasolinera nos dijeron que no era necesario quedarnos en un hotel en Van Horn, que en media hora llegábamos a White´s City. Ajá. Desgraciadamente nuestro único mapa disponible llegaba precisamente hasta Van Horn y sin sospechar siquiera las oscuras intenciones de los gringos, agarramos camino. Si no nos querían ahí, nos hubieran dicho.
A White´s City llegamos a la una de la madrugada a despertar a la monita de la recepción del hotel. En la mañana temprano arrancamos a las cavernas de Carlsbad y nos preparamos para hacer las dos horas del recorrido.
Piedras.
Piedras.
Piedras.
Y todavía no sé la diferencia entre estalacticas y estalagmitas.
En el camino hay monos en trajes de policía montada que te enseñan cosas en las piedras. Como una monita que nos detuvo y nos dijo: Do you want to see a ghost? Yo le contesté que no, que estaba viendo una roca con forma fálica así que el fantasma me tenía sin cuidado. Pero me di cuenta que su trabajo era ése: agarrar incautos que quisieran ver el fantasma entre las rocas. Me paso de buena gente y arrastré a mi familia a ver el fantasma.
No vimos ni madre.
Y la mona con una sonrisa en su rostro, preguntando: do you see it?! do you see it?!
¿Cómo decirle que no? El truco del fantasma parecía ser su razón de vivir, así que fingimos, pero sólo porque somos buenas personas y porque cuando haces llorar a una gringa a la que en su trabajo obligan a vestir como policía montada, te vas al infierno.
Más adelante nos topamos con otro de ésos que quería enseñarnos algo con su linternita y una pared. Resulta que unas sombras en la pared, si pasas la linterna por unos huecos, parecen la little red riding hood y el lobo. Cuando vi eso, admiré a esos güeyes. Me di cuenta que su trabajo no consiste meramente en enganchar gente que acepte ver el truco sino en pasar horas en las cavernas iluminando cada hueco de las piedras y ver qué chingados aparece en la pared. Eso sí que es un trabajo duro. Tampoco tuve el valor de decir que no pude ver a la pinche caperuza ni al puto lobo.
Lo que sí vi fue esto:
Jijijiji....Fefé lo descubrió y no podíamos aguantar la risa. Y luego nos ocultamos para ver las reacciones de las demás personas y ¡nada! Nadie se rió. Salimos de nuestro escondite, volvimos a ver la piedra y seguimos riéndonos. Jijijiji. Pinches gringos apretados.
Es increíble lo bien que se descansa después de dejar de leer en las noticias el número de muertos del día.
Fue una salida corta y por las fotografías que tomamos el álbum podría titularse "Un chingo de cerros y piedras". Pero hasta los cerros y las piedras se disfrutan sin la sangre nuestra de cada día. Tomamos 283 fotos por cierto. Sin ningún valor de impresión. Pero claro, uno se siente Ansel Adams ante cualquier paisaje medianamente estético y resulta que nos falta el talento. Extraño las cámaras de rollo.
Primero fuimos a Cuchillo Parado (sin albur), cuna de la revolución, que sigue siendo el mismo pueblo polvoso de hace cien años aunque una vez al año sesione ahí el congreso y prometan pavimentar la calle principal y la madre. El atardecer es lindo ahí, he de admitir. Y el río, aunque ya sin tanto caudal, luce todavía limpio e invitante.
Le seguimos al norte hacia Ojinaga. No pudimos ver el Pegüis y eso fue una pena. Estaba ya oscuro. En Presidio tramitamos los permisos bastante rápido y en un ratito ya estábamos en Marfa, siendo detenidos por un güero al que no le gustó que fuéramos tan rápido. Es que el pinchi pueblo está gachísimo y lo único que queríamos era dejarlo atrás. Imagino que el pavor se nos veía en los ojos porque el gringo nos dejó ir sin multarnos. Marfa es uno de esos pueblos donde nunca pasa nada y sus habitantes están metidos en sus casas desde las siete de la noche y se sienten orgullosos de ello, mientras los adolescentes andan en la calle sin lugar a donde ir y comprando cerveza de manera ilegal en los changarros. Nos tocó ver a varios haciéndolo en el negocio donde llegamos por café. Huimos a tiempo y llegamos a Van Horn a recargar gasolina, papas fritas y café. En la gasolinera nos dijeron que no era necesario quedarnos en un hotel en Van Horn, que en media hora llegábamos a White´s City. Ajá. Desgraciadamente nuestro único mapa disponible llegaba precisamente hasta Van Horn y sin sospechar siquiera las oscuras intenciones de los gringos, agarramos camino. Si no nos querían ahí, nos hubieran dicho.
A White´s City llegamos a la una de la madrugada a despertar a la monita de la recepción del hotel. En la mañana temprano arrancamos a las cavernas de Carlsbad y nos preparamos para hacer las dos horas del recorrido.
Piedras.
Piedras.
Piedras.
Y todavía no sé la diferencia entre estalacticas y estalagmitas.
En el camino hay monos en trajes de policía montada que te enseñan cosas en las piedras. Como una monita que nos detuvo y nos dijo: Do you want to see a ghost? Yo le contesté que no, que estaba viendo una roca con forma fálica así que el fantasma me tenía sin cuidado. Pero me di cuenta que su trabajo era ése: agarrar incautos que quisieran ver el fantasma entre las rocas. Me paso de buena gente y arrastré a mi familia a ver el fantasma.
No vimos ni madre.
Y la mona con una sonrisa en su rostro, preguntando: do you see it?! do you see it?!
¿Cómo decirle que no? El truco del fantasma parecía ser su razón de vivir, así que fingimos, pero sólo porque somos buenas personas y porque cuando haces llorar a una gringa a la que en su trabajo obligan a vestir como policía montada, te vas al infierno.
Más adelante nos topamos con otro de ésos que quería enseñarnos algo con su linternita y una pared. Resulta que unas sombras en la pared, si pasas la linterna por unos huecos, parecen la little red riding hood y el lobo. Cuando vi eso, admiré a esos güeyes. Me di cuenta que su trabajo no consiste meramente en enganchar gente que acepte ver el truco sino en pasar horas en las cavernas iluminando cada hueco de las piedras y ver qué chingados aparece en la pared. Eso sí que es un trabajo duro. Tampoco tuve el valor de decir que no pude ver a la pinche caperuza ni al puto lobo.
Lo que sí vi fue esto:
Jijijiji....Fefé lo descubrió y no podíamos aguantar la risa. Y luego nos ocultamos para ver las reacciones de las demás personas y ¡nada! Nadie se rió. Salimos de nuestro escondite, volvimos a ver la piedra y seguimos riéndonos. Jijijiji. Pinches gringos apretados.
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