De por qué hay que saber preguntar

o por qué no se debe hacer filosofía en una cantina.

Todo comenzó con un ¿Eres feliz, güey?
Y terminó con un pleito entre amigos, un rompimiento de pareja, una advertencia de expulsión de la cantina y una mancha nauseabunda en la acera.

- Si yo nomás quería saber si tenías pedos con tu vieja, güey.

Por eso, hay que limitar los temas de discusión o de plano aprender a preguntar.

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