Post número 400
Sé que suena divertido lo de tener alumnitos como el Sr. Z.
Juro que hay días en que no lo es.
Como hoy, que a Z. se le ocurrió ponerse un anillo de oro de una compañera en su dedo y luego el anillo ya no quería salir, ni con saliva, ni con crema, ni con pipí, ni con nada.
El dedo en cuestión se comenzó a inflamar, a cambiar de color (de rosa a tornasol a morado) y el cuerpo enorme de mi Will Ferrel adolescente, se comenzó a encoger.
Tuve que llevarlo a una joyería. No tenían la herramienta necesaria. Luego a un taller donde temían arrancarle el dedo con las pinzas. Finalmente al hospital porque el dedo amenazaba con desprenderse de la mano en cualquier momento.
El anillo cedió.
Y yo tuve unas ganas locas de mentarle la madre al cabrón, o decirle aunque sea "a ver si ya maduras, joder".
Pero noooooooo... resulta que no es pedagógico decirle groserías a un niño. Ni hablarle con sarcasmos o decirle "te lo dije".
Acabaron con mi arsenal de técnicas didácticas.
Lo único divertido de todo es recordar los ojos llorosos de Z cuando le dijimos que habría que serrucharle el dedo. Que también resultó ser antipedagógico.
Puro coartar mi libertad de cátedra, caray.
Juro que hay días en que no lo es.
Como hoy, que a Z. se le ocurrió ponerse un anillo de oro de una compañera en su dedo y luego el anillo ya no quería salir, ni con saliva, ni con crema, ni con pipí, ni con nada.
El dedo en cuestión se comenzó a inflamar, a cambiar de color (de rosa a tornasol a morado) y el cuerpo enorme de mi Will Ferrel adolescente, se comenzó a encoger.
Tuve que llevarlo a una joyería. No tenían la herramienta necesaria. Luego a un taller donde temían arrancarle el dedo con las pinzas. Finalmente al hospital porque el dedo amenazaba con desprenderse de la mano en cualquier momento.
El anillo cedió.
Y yo tuve unas ganas locas de mentarle la madre al cabrón, o decirle aunque sea "a ver si ya maduras, joder".
Pero noooooooo... resulta que no es pedagógico decirle groserías a un niño. Ni hablarle con sarcasmos o decirle "te lo dije".
Acabaron con mi arsenal de técnicas didácticas.
Lo único divertido de todo es recordar los ojos llorosos de Z cuando le dijimos que habría que serrucharle el dedo. Que también resultó ser antipedagógico.
Puro coartar mi libertad de cátedra, caray.
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