Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?
Jaime Sabines
Uno no puede dejar de repente de ser la bruja o el sapo del cuento.
Uno no puede renunciar a la amargura, a la tristeza, a la soledad y a la rutina así como así.
Y es bueno saber que se puede serlo todo, bruja y princesa, sapo y príncipe, que se puede sentir todo, amor, pasión, dolor, amargura, vergüenza, y que, sin embargo, va a haber alguien a nuestro lado que nos quiera así.
Cualquiera puede querernos con nuestra cara linda.
Sólo alguien muy especial nos ama con la cara de la prisa de las 7 de la mañana.
La comida lista en la mesa, el abrazo seguro por las noches, el desahogo físico del sexo, el desahogo emocional de hacer el amor, el café por las mañanas, la complicidad de cada día... tiene un precio.
Yo estoy dispuesta a pagarlo, a padecerlo.
¿Lo estás tú?
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?
Jaime Sabines
Uno no puede dejar de repente de ser la bruja o el sapo del cuento.
Uno no puede renunciar a la amargura, a la tristeza, a la soledad y a la rutina así como así.
Y es bueno saber que se puede serlo todo, bruja y princesa, sapo y príncipe, que se puede sentir todo, amor, pasión, dolor, amargura, vergüenza, y que, sin embargo, va a haber alguien a nuestro lado que nos quiera así.
Cualquiera puede querernos con nuestra cara linda.
Sólo alguien muy especial nos ama con la cara de la prisa de las 7 de la mañana.
La comida lista en la mesa, el abrazo seguro por las noches, el desahogo físico del sexo, el desahogo emocional de hacer el amor, el café por las mañanas, la complicidad de cada día... tiene un precio.
Yo estoy dispuesta a pagarlo, a padecerlo.
¿Lo estás tú?
Comentarios
Yo estoy dispuesta, que vengan mas dias de estos de odio y amor trenzados!
(Hoy es mi preimer aniversario de Cuento de Hadas . feb 10 :). Un año lleno de principes, sapos, brujas y princesas!)
Wendolin, muchas felicidades.. yo sé que algo celebro en febrero pero no sé qué es.
(La amargosa anti-Valentín)