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Me gusta eso de la noche de brujas.

Me gusta ver el desfile de niños disfrazados por mi casa y escuchar las risas y los gritos, y los pasos de la gente por la calle. Pero este año no compré dulces. El año pasado se me quedaron todas las bolsas porque Hobbes y Lulú decidieron que debían proteger la casa contra los espíritus malignos y no dejaron que nadie se acercara a la puerta. Así que me dije ¿cuál es el caso? Me voy a terminar atacando otra vez los dulces yo sola. Y aunque la perspectiva era tentadora, decidí que no. No habría dulces porque no habría niños. Lamentablemente no conté con la astucia de L. que se aprontó con las criaturas valiéndole gorro el punto de vista de mi fiera guardiana. Y yo sin un dulce. Pero creo que L. va a disfrutar el vaso de Bud Light que le hice llegar. Fue lo más cercano a un dulce que pude encontrar.

Harry y William, quienes están aprendiendo ya a adolescentear y han dejado de ser un par de antisociales, se fueron con sus amigos. Fefé se había ido a vender y cobrar cosas y yo no conseguí plan con nadie para esa noche. O al menos un plan que me gustara. Así que agarré mi libro en turno, mis cigarros y me fui a un café a que me cantaran “La Llorona”. Afuera del café desfilaron los espectros, los vampiros, los zombies, las calaveras. Muchas calaveras del Día de Muertos.

Hace mucho dejé de ser purista. Ahora disfruto del eclecticismo. Sin embargo me di cuenta que a mucha gente sí le causó molestia que se mezclaran los motivos del Día de Muertos con el Halloween. Bueno, empezando con que se celebrara.

Entiendo el punto de vista de los defensores de las tradiciones propias (que luego “propias” hasta cierto punto) pero también entiendo que toda tradición y costumbre proviene de una larga historia en la que las mismas se han visto enriquecidas por otras culturas, así que es imposible encontrar por ejemplo, una sola forma de poner un altar de muertos. Las tradiciones no son inamovibles y se está poniendo más interesante ahora que vemos viajar más rápido la información y con ella la influencia de otras culturas.

A mí me gusta ver desfilar catrinas con fantasmas. Me recuerda que aquí y allá, en América y Europa, y tal vez en otros lugares cuyas costumbres desconozco, por unos días las puertas de otros mundos se abren al nuestro para permitirnos reflexionar sobre la muerte, sobre el bien y sobre el mal.

Y encima de todo me encanta ver cómo niños, adolescentes y adultos, salen a reclamar las calles en un acto de saludable convivencia.

El año que entra le enseñaré a Hobbes a respetar a los espíritus y aviso, tendremos muchas bolsas de dulces.

 

 

Comentarios

ranasanchez dijo…
El Hobbes es puro "jarabe de pico" o mejor dicho, de hocico. Hace como que protege el hogar pero luego, te saca la pata a través de la reja para jugar. A mí también me gusta ver a los niños que van vestidos de lo que sea con tal de que les regalen unos dulces, sin importar si en la cultura celta adoraban a los demonios esa noche, o si nuestros antepasados esperaban las almas de los que se adelantaron en el camino, o si es el "cumpleaños del diablo" como les dicen en el catecismo. Los niños, sólo desean divertirse, salir a pedir golosinas, juntarse con los amigos para irse de noche unas cuantas cuadras más allá de lo que normalmente se les permite y sentirse un poquito independientes. Calaverita o Halloween, francamente hay cosas más malévolas, más siniestras a las que aquellos a los que les encanta ponerle etiqueta de "malo" o "pecado" a las cosas más bellas y naturales que tenemos los humanos, que disfrazarse de fantasma, catrina o panda para obtener unos dulcecillos a cambio, o nada más para divertirse un rato.
Uff... Cómo leí de esos comentarios, harto ignorantes e incongruentes. Por eso ni los mencioné por aquí.
Muy cierto lo que dices. La maldad está en otra parte.
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