Insomne

Sé que una debe amarse tal cual es pero hay cosas de mí que nomás no puedo querer mucho.

Una de esas cosas es mi compulsividad. Aunque he logrado dominar ciertos comportamientos de este tipo, aun me quedan algunos, como darle vuelta a las cosas hasta que me impiden quedarme dormida.

 

Anoche dormí mal después de leer un estatus de FB de un amigo que abordaba el tema de la igualdad de género. O lo que él cree entender, en forma de un mal chiste.

Pienso que la razón por la que no dormí fue que evité responder su comentario.

La verdad es que he dejado de compartir información que me resulta muy importante sobre éste y otros temas porque llegué a la conclusión (y luego leí algunas investigaciones que lo confirman) que no puedes cambiar la opinión de la gente con mera información. Por eso dejé de hacerlo. También de responder comentarios. Pero eso no significa que no me importe y los temas me afloren a media noche exigiéndome una respuesta que no di. Eso pasó anoche.

Así que éste es un mero desahogo que espero me ayude a conciliar el sueño esta noche.

 

No.

La violencia es violencia venga de quien venga. No le llamamos “valiente” a una mujer que violenta. Pero siempre me sentiré regocijada, no voy a mentir, cuando una mujer logra salir de una relación abusiva o de una amenaza a su integridad utilizando cualquier medio posible.

No.

No es lo mismo cuando en la calle una mujer y un hombre lanzan un “piropo”. Las circunstancias son diferentes en ambos casos y los contextos también. Una mujer que lanza un piropo en la calle (para ser honesta, no conozco a ninguna que lo haya hecho, ni en mis épocas locas de universitaria) no lo hace bajo el mismo esquema en que se realiza el acoso callejero. Las mujeres no nos sentimos dueñas de la calle. De hecho el acoso nos ha dejado muy claro que los hombres se sienten únicos dueños de ellas y al invadir nuestras vidas con sus “halagos” lo quieren hacer patente. Tampoco nos sentimos dueñas de los cuerpos de los hombres como para someterlos a una valoración. La cultura en la que hemos crecido no nos ha dado esos privilegios. Si un hombre es “piropeado” (por usar el mismo léxico) por una mujer en la calle, él no sentirá que es un riesgo a su seguridad y que si se le ocurre mostrar inconformidad ante ello, tampoco sentirá que su vida puede estar en riesgo.

No.

La cosificación tampoco funciona de la misma manera. Nuevamente, en nuestra formación como mujeres nunca aprendimos que los hombres son desechables, que se pueden utilizar, violar, matar y tirar sus cuerpos a un basurero.

 

El comentario agregado al chistesín gráfico por parte de mi amigo decía “Les gusta hacer pero que no les hagan”.

¿Neta? ¿Hacer? ¿Nosotras hemos sido  en la historia de este mundo las violentas, las acosadoras, las violadoras? ¿No es la violencia de género la quinta causa de muerte entre las mujeres en México y la primera a nivel mundial?

¿Y nosotras somos las que hacemos y luego no nos gusta que nos hagan? ¿Cómo está eso?

 

“No todos somos así” me han contestado algunas amistades cuando se tocan estos temas. Puede ser, pero es nefasto también que no se involucren, que no detengan una situación de agresión porque “es una cuestión entre la pareja”, que desde el vecino hasta el juez en un caso de violencia doméstica, se hagan ojo de hormiga y que encima de eso sigan compartiendo sus opiniones misóginas y reafirmando estereotipos a través de sus comentarios pendejos.

 

Aunque estoy acostumbrada a escuchar y leer comentarios similares a los expuestos, no voy a negar que viniendo de mi amigo me pueden mucho más. Hemos hablado tantas veces de estos temas, mis amigas y yo le hemos compartido incluso algunas experiencias muy personales, de discriminación, de acoso, de violencia sexual, de desigualdad. Y es hora que no capta.

 

Como ya dije, dejé de insistir.

Pero también es hora de dejar de tolerar.

 

Dicho todo lo anterior, hagan changuitos para que esta noche sí pueda dormir.

 

 

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