Silencios

Un amigo me habló la semana pasada. Es una persona a la que adoro aunque tenemos poca comunicación y en las pocas ocasiones de contacto sabemos reanudar la amistad donde la dejamos, sin reproches ni quejas.

Pues me habló y me dijo que necesitaba hablar conmigo.
«Necesito hablar contigo” es una frase que para mí, funciona mejor que cualquier laxante.
Salí de mi trabajo, llegué a la casa a hacer tiempo, fui al baño, me di una peinada, volví al baño, y luego me fui al café donde quedamos de vernos.
Tuvimos una larga charla. O él tuvo. Yo escuché por algún rato la larga y bien cohesionada hilación de ideas que lo fueron llevando de“«me dio gusto reencontrarnos»” a “«¿qué crees que deba hacer?».
El meollo del asunto era una historia de palabras que no se dijeron, de confesiones silenciadas en quince años y al final de cuentas, de las posibilidades que plantea decirlas.
Toda experiencia deja enseñanzas. Las experiencias ajenas pueden ser también motivo de nuevos aprendizajes.
Con todo esto yo reafirmé lo que ya sabía: que nunca, nunca, nunca, debes decirme «necesito hablar contigo»” porque me da diarrea.
Fin.

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