Me causa una ternura desarmante la gente que me quiere, sobre todo ésa que puede decir abiertamente que lo hace -y es una mezcla de ternura y asombro lo que me producen- porque no es sencillo.
Brincar del exterior frío y lejano sin dejarse amilanar, ignorando señales que deberían prevenirlos, requiere capacidades especiales.
La gente que me quiere es gente que ama apasionadamente, que espera confiadamente, que da generosamente y lo más importante, trabaja por ese amor (amor a la mujer, al hombre, a la sociedad, a la infancia, a la planta, al animal...).

Me sorprenden.
Me desarman.
Y aprendo.

Comentarios

Ser Filosofista dijo…
Yo quiero que me quieran así. A mí me quieren con miedo.

Un abrazo mujer.

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