Lo hecho, hecho está
Mientras veía caer mis lacios cabellos sobre el piso, pensé en la variedad de peinados que no voy a poder utilizar (y que al final de cuentas ni sé cómo hacerme, ni tengo la paciencia, gracia o habilidad) y vi desfilar a todas mis amigas y sus bellos peinados frente a mí.
Pasó primero A a quien envidio muchamente sus canas. Tiene un cabello negro, lacio, brillante, surcado por plateadas estelas de luz. Así lo lleva, no se molesta en teñirlo. Y luce preciosa. Ni parece que tenga el tiempo para peinarlo y además atender su trabajo como promotora cultural y atender a su familia.
Luego pensé en Li que suele llevarlo trenzado haciendo juego con sus vestidos coloridos y sus pestañas soñadoras. Sus faldas se mueven de un lado a otro junto con ella, cuando va de su asociación a otra, y luego de una reunión de mujeres a otra, y de una actividad ciudadana a otra.
Hermosas las dos.
Sobra decir de mis gordas. L que tiene los chinos más salvajes y los sabe llevar junto con sus ojos de felina y su piel morena, tan acorde a su carácter fuerte y al mismo tiempo mimoso, como un gatito que luego se transforma en leona.
Nuestra querida W, la rubia más lista, sabrosa y ganosa del universo. Siempre perfectamente peinada, luciendo sus ojazos verdes y causando toda suerte de bajas pasiones a su alrededor. Generosa con todas y con todos (¿cómo podría negarle al mundo tanta sabrosura?)
Por supuesto, mi comadre... que con su sonrisa perfecta y sus hoyuelos en las mejillas (mujer con hoyuelos es mala mujer) no tendría ni que peinarse. Y aunque no lo haga, ni use una pizca de maquillaje es preciosa y no hay hombre que la conozca que no resulte mortalmente enfermo de amor.
Y G, que hace del cabello ajeno su modus vivendi, y sabe portarlo con glamour en exceso, peinado o sin peinar, rojo, verde o azul, con peluca y sin peluca; el jícamo hecho mujer.
Pienso en ellas y en todas las demás, y joder, qué preciosas son.
No me voy a comparar.
Ninguna tiene comparación.
Ustedes también, amigas que me leen, y a las que conozco a través de tantas letras, son hermosas, lo sé.
Sirva este post como un homenaje a las mujeres que me habitan y a las que habito y como un homenaje póstumo a los pelos que ya no están, y a la mujer que dejó de ser junto con tanto epitelio.
¡Salud, con mi taza de café!
Pasó primero A a quien envidio muchamente sus canas. Tiene un cabello negro, lacio, brillante, surcado por plateadas estelas de luz. Así lo lleva, no se molesta en teñirlo. Y luce preciosa. Ni parece que tenga el tiempo para peinarlo y además atender su trabajo como promotora cultural y atender a su familia.
Luego pensé en Li que suele llevarlo trenzado haciendo juego con sus vestidos coloridos y sus pestañas soñadoras. Sus faldas se mueven de un lado a otro junto con ella, cuando va de su asociación a otra, y luego de una reunión de mujeres a otra, y de una actividad ciudadana a otra.
Hermosas las dos.
Sobra decir de mis gordas. L que tiene los chinos más salvajes y los sabe llevar junto con sus ojos de felina y su piel morena, tan acorde a su carácter fuerte y al mismo tiempo mimoso, como un gatito que luego se transforma en leona.
Nuestra querida W, la rubia más lista, sabrosa y ganosa del universo. Siempre perfectamente peinada, luciendo sus ojazos verdes y causando toda suerte de bajas pasiones a su alrededor. Generosa con todas y con todos (¿cómo podría negarle al mundo tanta sabrosura?)
Por supuesto, mi comadre... que con su sonrisa perfecta y sus hoyuelos en las mejillas (mujer con hoyuelos es mala mujer) no tendría ni que peinarse. Y aunque no lo haga, ni use una pizca de maquillaje es preciosa y no hay hombre que la conozca que no resulte mortalmente enfermo de amor.
Y G, que hace del cabello ajeno su modus vivendi, y sabe portarlo con glamour en exceso, peinado o sin peinar, rojo, verde o azul, con peluca y sin peluca; el jícamo hecho mujer.
Pienso en ellas y en todas las demás, y joder, qué preciosas son.
No me voy a comparar.
Ninguna tiene comparación.
Ustedes también, amigas que me leen, y a las que conozco a través de tantas letras, son hermosas, lo sé.
Sirva este post como un homenaje a las mujeres que me habitan y a las que habito y como un homenaje póstumo a los pelos que ya no están, y a la mujer que dejó de ser junto con tanto epitelio.
¡Salud, con mi taza de café!
Comentarios
Seguramente la descripción que haces de Ti y de tus amigas, se queda corta ante la realidad; dichosos los pherros que tienen el gusto de concerlas.
Últimamente me estoy haciendo aficionado al café. ¡¡Salud!!
Cuídate, pelona, que estés bien y te vaya mejor cada día, luego nos leemos.
Bien por ti! bien por cortarte el cabello!. Lo unico malo y que no habia pensado hasta hoy es que te lo cortaste precisamente ahora que se viene el frio, Brrr!
quiero cortar las mías pero me acuerdo cuando estaba pelona (tipo bart simpson) y me soñaba peinando mi cabello en unas largas trenzas, así que mejor no, batallo entre chongos secadoras tintes y planchas. además hace frío.
salud con mi cafè sin azucar
Nada mas liberador que agarrar las tijeras y hacer poda.
Bien comadre, ya sabemos de donde saco emma watson la idea
Dalia, salud con tu taza seguramente llena de chismes y secretos.
Pherro: Dichosos los pherros y desdichados al mismo tiempo... tienen que ser muy muy hombres para merecer tremendas mujeres.
Salu! Mejor vicio no podías encontrar.
Ann: yo de repente me sueño secando mi cabello y rizándolo. Luego me doy cuenta que cuando lo tenía largo de todos modos no lo hacía y me consuelo.
Todavía: el regalo ideal van a ser gorras de colores para el frío.
Ben, el corte de cabello siempre resulta catártico.
Shelle, claro la copiona es ella. Y a mí se me ve mejor con mis canas y todo.