Y que plancho
Una de las cosas que todavía hago en casa es planchar y eso es debido a que entre estas cuatro paredes sólo hay dos personas con el suficiente poder de concentración que la operación amerita, ah, y una adecuada dosis de perfeccionismo (aunque debo decir que muy insuficiente para un menos que aceptable resultado de acuerdo a los estándares de calidad maternos y fraternos. Y de cualquier tipo, en realidad) y sólo una de ellas es adulta… o sea, yo.
No sé si es herencia genética o simple condicionamiento ambiental, el caso es que odio planchar.
Yo disfruto muchas cosas en mi casa, como el lavado, el tendido de la ropa y la cocinada, pero la planchada… no… no es lo mío. Ignoro si hay alguien allá afuera que lo disfrute pero supongo que es así. Nunca faltan los pervertidos.
El punto es que el sábado se ha convertido en el día de planchar.
El terrible día de planchar.
Antes de la cirugía del año pasado mi familia estaba más que lista a atenderme cuando me veían en pleno déficit de mis facultades físicas y mentales debido al SPM (los problemas que causaron la cirugía me ponían extremadamente mal mes tras mes).
Después de la operación mi ingenua familia pensó que mis demandas acabarían.
Poco sabían entonces…
Poco sabían que la tortura de cada mes se convertiría en algo semanal cuando decidí que era hora de ahorrar en el servicio de planchado ($6.00 por pieza) y yo ya sintiéndome tan bien.
Ahora cada sábado me convierto en un monstruo que debe ser alimentado, un ídolo que debe ser adorado, una reina que debe ser atendida, todo al mismo tiempo y con puntual asistencia, si no quieren que deje de usar la plancha como el útil electrodoméstico que es.
La verdad es que mis exigencias no son tantas:
* Maratón de “House” en televisión… y nadie puede tocar el control remoto, excepto yo.
* Botella de spray siempre llena de agua y “Toquecitos de Ensueño” a la mano.
* Vasos de limonada con hielo que deben estar siempre fluyendo (¿a ustedes no les da mucha sed planchar?)
* Aire encendido y dirigido a mí en todo momento.
* Bote de nieve al final y siempre debe haber alguien pendiente de mi momento de terminar para guardar el burro y todos los enseres utilizados, dejándolos listos para la tortura de la siguiente semana.
Sé que soy un monstruo ¿pero acaso no lo valgo?
No sé si es herencia genética o simple condicionamiento ambiental, el caso es que odio planchar.
Yo disfruto muchas cosas en mi casa, como el lavado, el tendido de la ropa y la cocinada, pero la planchada… no… no es lo mío. Ignoro si hay alguien allá afuera que lo disfrute pero supongo que es así. Nunca faltan los pervertidos.
El punto es que el sábado se ha convertido en el día de planchar.
El terrible día de planchar.
Antes de la cirugía del año pasado mi familia estaba más que lista a atenderme cuando me veían en pleno déficit de mis facultades físicas y mentales debido al SPM (los problemas que causaron la cirugía me ponían extremadamente mal mes tras mes).
Después de la operación mi ingenua familia pensó que mis demandas acabarían.
Poco sabían entonces…
Poco sabían que la tortura de cada mes se convertiría en algo semanal cuando decidí que era hora de ahorrar en el servicio de planchado ($6.00 por pieza) y yo ya sintiéndome tan bien.
Ahora cada sábado me convierto en un monstruo que debe ser alimentado, un ídolo que debe ser adorado, una reina que debe ser atendida, todo al mismo tiempo y con puntual asistencia, si no quieren que deje de usar la plancha como el útil electrodoméstico que es.
La verdad es que mis exigencias no son tantas:
* Maratón de “House” en televisión… y nadie puede tocar el control remoto, excepto yo.
* Botella de spray siempre llena de agua y “Toquecitos de Ensueño” a la mano.
* Vasos de limonada con hielo que deben estar siempre fluyendo (¿a ustedes no les da mucha sed planchar?)
* Aire encendido y dirigido a mí en todo momento.
* Bote de nieve al final y siempre debe haber alguien pendiente de mi momento de terminar para guardar el burro y todos los enseres utilizados, dejándolos listos para la tortura de la siguiente semana.
Sé que soy un monstruo ¿pero acaso no lo valgo?
Comentarios
Suerte con tus peticiones, lo vales.
Ellos ni se dieron por enterados.
Los domingos a la tarde son más alegres desde entonces, no sólo para mí...
Muy bueno tu blog!
Saludos
:(
Soy una pervertida...
Me gusta un chorro planchar, sorry!! tengo MI atomizador planchístico, la fórmula perfecta de almidón para camisas escolares, trapitos húmedos para borrar la raya de las mangas de los abrigos, plancha seca, plancha de vapor y me duele tirar la plancha que se descompuso. El cubre-burro es térmico para que caliente de abajo hacia arriba también y el planchado sea más eficiente...
Y luego me subo al coche, me pongo el cinturón de seguridad y bajo hecha un chicharrón, ni modo.
Respecto a la entrada pasada pss a mi se me hicieron también en la secundaria... pero en la uni ya nomas no los aguantaba jejeje ahora estoy en un curly-brake xD