Confesión
Hago una pausa en el desarrollo de mis actividades profesionales con el propósito de abrir mi corazón.
No puedo más con esto dentro y debo confesarlo:
No puedo más con esto dentro y debo confesarlo:
ME ENCANTA LAVAR ROPA
Ya estuvo. Fuera de mí. Y es que admitir esto no estan fácil para quien, como bien dice Kyra Galván, se enfrenta ante Contradicciones Ideológicas al Lavar un Plato.
Me gusta lavar ropa, aunque no siempre fue así. Mientras trabajé de siete de la mañana a tres de la tarde, lavar ropa era una dura carga que debía terminar en un tiempo determinado, por si llovía, por si se nublaba, por si estaba muy húmedo, por si hacía mucho frío...
Ahora que dispongo de mi tiempo, lavo ropa con todo el placer del mundo.
Y es que realmente hay gran placer en el hecho de dividir la ropa en montoncitos: la blanca, la oscura, la de color, la delicada, la mía, la de los niños, la clara y la muy sucia, y así jugar con todas las combinaciones posibles.
Luego hay que mover los botones de la lavadora, ciencia que también juega con las combinaciones: agua caliente-tibia-fría, nivel bajo-regular-lleno, movimiento delicado-lento-rápido, enjuague sencillo-doble, lavado delicado-remojo-prelavado-permanent press (nadie sabe qué es eso).
Elegir el jabón se presta a decisiones trascendentales: ropa oscura-ropa blanca-todo tipo de ropa-ropa delicada-ropa de los niños. Y por supuesto, decidir si para la ropa es mejor un blanqueador o un quitamanchas.
La parte anterior es la parte táctica, la que requiere el uso del intelecto, porque después de que la lavadora ha terminado su ciclo, hay que efectuar la práctica y ruda, que es tender la ropa y básicamente, la parte que más me gusta.
Yo tengo una secadora, pero habita junto con la lavadora como un inquilino que no pertenece al resto del mobiliario ni de todas las cosas que existen en mi casa. Es un inquilino de esos molestos, pero necesarios. Existe por los "por si´s..." anteriormente expuestos. Me molesta saber que gasta energía eléctrica y gas, además de emitir contaminantes al ambiente, mientras que el noble Sol está ahí como diciendo "¡Yo la seco, déjame, yo lo hago!".
A mí me gusta abrir la tapa de mi lavadora y dejar que el olor de la ropa húmeda y recién lavada lleguen a mi nariz, y que la sensación fresca de la ropa se impregne en mis manos. Luego me gusta dar un tirón a la ropa, ver cómo se extiende y así llevarla al tendedero. Prenda por prenda voy colgando, con gratitud porque tengo ropa, y mi familia también; con placer, porque mi vista, mi oído, mi olfato y mi tacto participan en este ejercicio; con júbilo, porque los colores de la ropa me envían toda clase de vibraciones; y con emoción, por saber que esa pequeña actividad forma parte de una larga cadena que se completa cuando veo a mis niños, guapos y limpios, o cuando Fefé llega a casa y lo abrazo y todavía se desprende de él y de la ropa ese fino olor del agua.
Me gusta lavar ropa.
Doblarla... ése es otro cantar.
(Pero para eso tengo marido y tengo hijos, faltaba más).
Ya estuvo. Fuera de mí. Y es que admitir esto no estan fácil para quien, como bien dice Kyra Galván, se enfrenta ante Contradicciones Ideológicas al Lavar un Plato.
Me gusta lavar ropa, aunque no siempre fue así. Mientras trabajé de siete de la mañana a tres de la tarde, lavar ropa era una dura carga que debía terminar en un tiempo determinado, por si llovía, por si se nublaba, por si estaba muy húmedo, por si hacía mucho frío...
Ahora que dispongo de mi tiempo, lavo ropa con todo el placer del mundo.
Y es que realmente hay gran placer en el hecho de dividir la ropa en montoncitos: la blanca, la oscura, la de color, la delicada, la mía, la de los niños, la clara y la muy sucia, y así jugar con todas las combinaciones posibles.
Luego hay que mover los botones de la lavadora, ciencia que también juega con las combinaciones: agua caliente-tibia-fría, nivel bajo-regular-lleno, movimiento delicado-lento-rápido, enjuague sencillo-doble, lavado delicado-remojo-prelavado-permanent press (nadie sabe qué es eso).
Elegir el jabón se presta a decisiones trascendentales: ropa oscura-ropa blanca-todo tipo de ropa-ropa delicada-ropa de los niños. Y por supuesto, decidir si para la ropa es mejor un blanqueador o un quitamanchas.
La parte anterior es la parte táctica, la que requiere el uso del intelecto, porque después de que la lavadora ha terminado su ciclo, hay que efectuar la práctica y ruda, que es tender la ropa y básicamente, la parte que más me gusta.
Yo tengo una secadora, pero habita junto con la lavadora como un inquilino que no pertenece al resto del mobiliario ni de todas las cosas que existen en mi casa. Es un inquilino de esos molestos, pero necesarios. Existe por los "por si´s..." anteriormente expuestos. Me molesta saber que gasta energía eléctrica y gas, además de emitir contaminantes al ambiente, mientras que el noble Sol está ahí como diciendo "¡Yo la seco, déjame, yo lo hago!".
A mí me gusta abrir la tapa de mi lavadora y dejar que el olor de la ropa húmeda y recién lavada lleguen a mi nariz, y que la sensación fresca de la ropa se impregne en mis manos. Luego me gusta dar un tirón a la ropa, ver cómo se extiende y así llevarla al tendedero. Prenda por prenda voy colgando, con gratitud porque tengo ropa, y mi familia también; con placer, porque mi vista, mi oído, mi olfato y mi tacto participan en este ejercicio; con júbilo, porque los colores de la ropa me envían toda clase de vibraciones; y con emoción, por saber que esa pequeña actividad forma parte de una larga cadena que se completa cuando veo a mis niños, guapos y limpios, o cuando Fefé llega a casa y lo abrazo y todavía se desprende de él y de la ropa ese fino olor del agua.
Me gusta lavar ropa.
Doblarla... ése es otro cantar.
(Pero para eso tengo marido y tengo hijos, faltaba más).
Comentarios
Ya lo sacaste del sistema, y esta bien, el lavar la ropa podria ser como una especie de catarsis por aquello de que "la ropa sucia, se lava en casa" no crees?
Pero de ahi a la planchada existe un muuuuuuuuuundo de diferencia, por eso mi caravana y mis respetos para todas las jefitas que planchan propio y ajeno y sin quejarse, aunque lo de la madre abnegada es otra historia.
Como siempre, chidas letras.
Negra, hay tareas muy agradables, como... como... pérame, ya se me había ocurrido una... como hacer comida! A mí me gusta cocinar siempre y más cuando mis chalanes lavan los trastes. Sobre todo cuando Harry lava los trastes, pues se pone a cantar y yo me siento a escucharlo.
Dicen que un buen escritor es aquel a cual le entiendes sus letras y te hace inundar de emociones con lo que lees.
Gracias por tu dedicacion y amistad y por ser principal beneficiario de tu gusto por lavar ropa, y tambien por no gustar por la planchada(de ropa)...
Qué bárbara, y yo me consideraba medio compulsiva con la limpieza. Y bueno, sí lo soy con algunas cosas. Por ejemplo, no me gusta sentir polvito o basurita en los pies (me encanta andar descalza) así que si quiero disfrutar el piso, tiene que estar limpio y ando con la escoba siempre a la mano. Sí será una compulsión eso?
Sr. Cuchillo:
Celebro su gusto por mis letras y déjeme decirle que el beneficiario principal de mi gusto por lavar ropa, sigo siendo yo, pues yo soy la que lo abraza cuando llega de la calle y la que lo aspira y respira.
De la planchada, después hablamos...
Sandy, felicidades por la lavadora, es como valor agregado.
De todos modos, te agradeceré que me mandes el manual a mi dirección: lagartijaconalas@yahoo.com
Mil gracias