Nos levantamos con el pie izquierdo

Se acerca una temporada de cambios para mí y la familia.
Hoy comencé a hacer algunos movimientos, entre ellos mudar a William y Harry de escuela.
He buscado durante los últimos meses escuelas públicas donde puedan seguir estudiando, pero encuentro lugar para William pero no para Harry y viceversa. O de plano no hay lugares y ya.
Me recomendaron un colegio particular cerca de mi casa y al platicar con las directoras en una entrevista, me pareció pasable la propuesta aunque un tanto ingenua. Se trata de uno de esos colegios nuevos bilingües que llevan en su programa valores, lectura eficaz y desarrollo de habilidades del pensamiento. Been there, done that. Me dio ternurita, pero bueno, yo tenía otros criterios de selección que poco tenían que ver con ese "extra" que me estaban ofreciendo.
Intentaba yo quedar bien las directoras, porque bueno, es difícil soltar a los hijos así nomás a gente desconocida cuando las maestras anteriores de mis hijos eran buenas amigas mías, mas mi carisma singular y mi don de gentes se vio opacado por la metidota de pata que di. Dos veces.
Primero, después de escuchar a la orgullosa directora hablar del proyecto educativo en lengua extranjera.
- Sra. Of Silly Walks, no le podemos garantizar que su hijo William salga de la escuela siendo bilingüe debido al grado en que está ingresando.
- Sra. Directora, no se preocupe, nadie podría garantizarme eso a menos que el niño conviviera día y noche en un ambiente bilingüe y no es el caso. Además, el último criterio en la búsqueda de escuela ha sido ése. Para ser honesta no me interesa que mis hijos salgan de primaria siendo bilingües
- (Ojos desorbitados, boca abierta) Ehhh... mmm.... bueno. Sigamos.


(Sí, soy una detractora del progreso, del TLC, del changarro, del bocho, de las clases de computación, de inglés y de los bonos petroleros).

La verdad no creo que esa primera parte de la entrevista me haya valido algún punto, si mucho, tal vez en contra pero yo seguí optimista y para romper un poco la muralla de hielo que yo misma levanté, dije con donaire y encanto:

- Sra. directora, ¿no es usted mamá de Gina B.?

- (Ojos entrecerrados con fuerza, sonrisa fingida) No, cómo cree. Soy su hermana. Gina es mi hermanita.

(O sea, pendeja pendeja pendeja... ¡era el mismo apellido! las posibilidades de que fuera su madre eran mínimas, a menos que hubiera sido madre soltera y yo sabía que no era así. ¡Por puro lambiscona debí preguntar si eran hermanas! ¡Qué hermanas! Debí preguntar si Gina era su madre o su abuela.)



Y éste fue apenas el comienzo de una maravillosa etapa de cambios que van a afectar de manera indiscutible y probablemente poco benéfica, nuestro ahora muy incierto futuro.

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