Todo comenzó con las quejas de W. en nuestras reuniones sobre los acosos de su jefe. Luego R. comentó sobre el pervertido que le habla por teléfono y le manda emails a su trabajo desde hace cuatro años (la relación más estable de R. y la más sana hasta el momento, by the way.) M. también tenía una historia que contar.
Al volver a mi trabajo no me quedó otra más que ir a quejarme con mi jefe "¡O me provees de acosador sexual, o dejo mi trabajo!".
Mi petición no tuvo éxito.
Explotadores.
Unas cuantas reuniones después a R. le saltó un admirador. "Qué chistosa" le dije- "cuando te conviene es coqueteo, y si no, es acoso".
Fue cuando logramos diferenciar los conceptos de "acoso" y "coqueteo". Acoso: el tipo es feo. Coqueteo: el tipo es guapo, agradable, cogible o ya de perdiz huele rico.
Ahí también tuvimos que dejar claro en qué caso entraban los escrúpulos, y en qué caso el asco.
Anoche, entre charla y charla, tuvimos que hacer un paréntesis para ver cómo arreglábamos el asunto de los acosos a nuestras amigas. N. tuvo la idea: Un concurso.
Qué mejor que suavizar el efecto negativo de esas relaciones, que por medio de un concurso.
Se dejó claro el objetivo: Gana quien haya conseguido más acosos y/o coqueteos de aquí hasta diciembre.
Se dejaron claras las reglas:
* Todo debe estar documentado. Valen como evidencias: mensajes de texto, emails, grabaciones de sonido, videos o fotografías.
* El acoso vale un punto.
* El coqueteo vale cinco puntos.
(Yo ahí estuve en desacuerdo en un principio. Mi tesis era: el acoso no lo buscas, ni lo motivas, por lo tanto debe valer más. Pero mis amigas hicieron referencia a los conceptos anteriormente mencionados, argumentado que hay más feos que guapos, por lo tanto es más fácil ser objeto de acoso que de coqueteo.)
* El consumatum est vale diez puntos.
Y ya cada quien decide buscar los puntos a cómo decida.
Pregunté si ser acosada por un perro valía, y me fue negada la zoofilia. También la necrofilia. Ni siquiera me dieron chance de cibersexo. Reglas culeras, dije. Me voy a ganar el premio a la más pendeja.
La única ventaja que me dieron fue que los acosadores o coquetos también podían ser acosadoras o coquetas, ya que con mi look está cabrón atraer a cualquier hombre de esos que les gustan los cabellos largos y las ideas cortas. O las faldas. O las zapatillas.
No sé, es posible que no gane la categoría de Golfa Sayayín que menciona la convocatoria, pero ya quedé de comenzar a escribir nuestras historias. El texto iba a llevar por título Memorias de mis putas tristes pero a las chicas no les gustó, dijeron que no tenía mucha resonancia literaria, así que ahora se llamará Memorias de mis golfas felices.
Sigo sorprendida ante las posibilidades de búsqueda de una mujer. Mujeres como mis amigas, en procesos de divorcio, de búsqueda amorosa, de pérdida de un hijo, de problemas laborales, de embarazos amenazantes... y aún así con la energía suficiente para encontrar un poco de gozo y picardía en su diario sobrevivir.
Cosas que uno tiene que aprender, y tal vez sólo se aprende a través de esas terapias disfrazadas de cafecitos y guarapetas.
Al volver a mi trabajo no me quedó otra más que ir a quejarme con mi jefe "¡O me provees de acosador sexual, o dejo mi trabajo!".
Mi petición no tuvo éxito.
Explotadores.
Unas cuantas reuniones después a R. le saltó un admirador. "Qué chistosa" le dije- "cuando te conviene es coqueteo, y si no, es acoso".
Fue cuando logramos diferenciar los conceptos de "acoso" y "coqueteo". Acoso: el tipo es feo. Coqueteo: el tipo es guapo, agradable, cogible o ya de perdiz huele rico.
Ahí también tuvimos que dejar claro en qué caso entraban los escrúpulos, y en qué caso el asco.
Anoche, entre charla y charla, tuvimos que hacer un paréntesis para ver cómo arreglábamos el asunto de los acosos a nuestras amigas. N. tuvo la idea: Un concurso.
Qué mejor que suavizar el efecto negativo de esas relaciones, que por medio de un concurso.
Se dejó claro el objetivo: Gana quien haya conseguido más acosos y/o coqueteos de aquí hasta diciembre.
Se dejaron claras las reglas:
* Todo debe estar documentado. Valen como evidencias: mensajes de texto, emails, grabaciones de sonido, videos o fotografías.
* El acoso vale un punto.
* El coqueteo vale cinco puntos.
(Yo ahí estuve en desacuerdo en un principio. Mi tesis era: el acoso no lo buscas, ni lo motivas, por lo tanto debe valer más. Pero mis amigas hicieron referencia a los conceptos anteriormente mencionados, argumentado que hay más feos que guapos, por lo tanto es más fácil ser objeto de acoso que de coqueteo.)
* El consumatum est vale diez puntos.
Y ya cada quien decide buscar los puntos a cómo decida.
Pregunté si ser acosada por un perro valía, y me fue negada la zoofilia. También la necrofilia. Ni siquiera me dieron chance de cibersexo. Reglas culeras, dije. Me voy a ganar el premio a la más pendeja.
La única ventaja que me dieron fue que los acosadores o coquetos también podían ser acosadoras o coquetas, ya que con mi look está cabrón atraer a cualquier hombre de esos que les gustan los cabellos largos y las ideas cortas. O las faldas. O las zapatillas.
No sé, es posible que no gane la categoría de Golfa Sayayín que menciona la convocatoria, pero ya quedé de comenzar a escribir nuestras historias. El texto iba a llevar por título Memorias de mis putas tristes pero a las chicas no les gustó, dijeron que no tenía mucha resonancia literaria, así que ahora se llamará Memorias de mis golfas felices.
Sigo sorprendida ante las posibilidades de búsqueda de una mujer. Mujeres como mis amigas, en procesos de divorcio, de búsqueda amorosa, de pérdida de un hijo, de problemas laborales, de embarazos amenazantes... y aún así con la energía suficiente para encontrar un poco de gozo y picardía en su diario sobrevivir.
Cosas que uno tiene que aprender, y tal vez sólo se aprende a través de esas terapias disfrazadas de cafecitos y guarapetas.
Comentarios