Frío

Amaneció un poco más fresco que de costumbre.
Del estacionamiento al edificio de mi trabajo, sentí el frío atravesándome la blusa.

Tengo muchos recuerdos de días y noches frías.
Recuerdo mi primer invierno en esta ciudad, las madrugadas en que mi mamá se levantaba a quitarle el hielo al vidrio y mi primera nevada.
Después llegaron otras nieves y muchas horas de juego y agua fría remojando la ropa.
Un día de otoño, acampando con amigos, la lluvia tiró una de las carpas. Tuvimos que dormir acurrucados uno junto a otro para darnos calor.
Una madrugada de enero, a 3 grados, caminé del brazo de mis amigos cerca de 15 kilómetros para llegar a nuestras casas. Pocas veces he reído tanto.
Muchas noches de invierno las pasé en el café al aire libre, esperando ver a Fefé, ante el resignado acompañamiento de mis amigos.
Una noche de noviembre, en un pueblito serrano, Fefé y yo salimos de un bar, ateridos y abrazados. Sería nuestra primera noche juntos.
Muchas noches, sin auto y sin dinero, las pasamos caminando de la mano por la ciudad.

En estos días frescos, el frío me atraviesa la ropa, una sonrisa me atraviesa la cara y un sinfín de recuerdos, me atraviesan el corazón.



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