Los cuarenta

Llegué al cuarto piso, como dicen. ¿Estoy ya grandecita para llevar un diario-blog?

La cosa es que nunca me he sentido “grandecita”. No sé si tenga que ver con el hecho de tener hermanos mayores, o el de haber sido siempre la menor en cada grado escolar que cursé y por consiguiente ser casi siempre la menor en  cada grupo de amigos, o tal vez simplemente porque una nunca cambia realmente. En el fondo seguimos siendo los mismos niños temerosos.

No, no es cierto. No los niños las niñas que fuimos. La niña que fui era muy valiente y segura. La bronca fue después y volver a ser como la niña de diez años ha sido mi objetivo por muchos años. Soy más cercana a la adolescente de trece y cada cumpleaños me lo recuerda.

Ayer coincidió mi cumpleaños y un mensaje de un amigo cercano.

“¿Sabes cuánto te quiero?” me preguntaba, cercano a mí desde los doce, inseparables en los tiempos siguientes de confusiones, inseguridades y búsquedas.

La respuesta me provocó el llanto. Sí lo sé. Claro que lo sé porque yo siento exactamente lo mismo. La imagen inmediata del recuerdo fue él y yo abrazados, en plena adolescencia, dando y recibiendo todo el afecto que necesitábamos.

Me confortó porque contrario a lo que quisiera sentir, el paso del tiempo me inquieta y porque además sigo siendo, por mucho, la misma persona de hace 25 años.

Fefé llegó justo cuando me recuperaba.

Es un tipo afortunado y se lo dije. Este hombre tiene la gran fortuna de que yo tenga gente a mi alrededor que me quiere y a quienes quiero tanto, ya que puedo repartir mis penas y neurosis entre más gente y él no tiene que padecerlas completas.

 

Quiero pensar que sí he crecido aunque sea un poco. Que no todo es esta sensación de desmerecimiento y síndrome del impostor. Estoy segura que así ha sido. Algo debo haber aprendido. No se pasa casi medio siglo por esta vida sin haber aprendido algo. Incluso si hubiera enfocado mis esfuerzos en esquivar cualquier aprendizaje, por mera probabilidad, algo debí cachar.

Y así tiene que seguir para dejar de ser la niña obsoleta que soy.

Comentarios

Sandy Gallia dijo…
Tengo una amiga que todo eltiempo está recordandose /recordándonos que ya no somos niñas, y digo recordános porque tenemos la misma edad, todo el tiempo dice que tiene que vestirse como señora, porque eso es lo que es... supongo que en algún momento la pedrada ha sido para mi, yo sigo con camisetas, jeans y huaraches (tennis en tiempo de frío) ella lleva el maquillaje perfecto y cada pelo en su lugar, la falda perfectamente planchada y la blusa con los botones adecuados. Y yo no puedo más que sentirme imperfecta a su lado... eso si, muy feliz, y luego me pongo a pensar si su perfección no la atará de alguna forma.

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