¡Eureka!

Anoche fue la entrega de los Óscares.
En la categoría de  mejor película ganó “Spotlight”.
En mejor dirección de fotografía, Lubezki.
En mejor dirección, Iñárritu.
La sorpresa, el Óscar para Leonardo Di Caprio.
Y yo, por otra parte, muy feliz porque “Mad Max: Fury Road” se llevó algunitos.
Sobre este hecho leí muchos comentarios alabando los aspectos técnicos de la película, como si la película hubiera sido sólo un despliegue tecnológico. Pensé en “The Revenant”, una cinta también con gran calidad fotográfica y méritos técnicos sobre un hombre sobreviviendo a la naturaleza y buscando venganza. Luego pensé en “Mad Max”, y su historia sobre una mujer que libera a otras de la esclavitud sexual y las lleva a buscar un paraíso que ya no existe, así que deciden regresar a componer lo que está mal y buscar instaurar este paraíso. En medio de todo, aborda la destrucción ambiental y la propiedad del agua. Todo con un ritmo y acción súper emocionantes. Y los labios de Tom Hardy.
Y que me cae el veinte.
¿Cuáles son nuestras épicas? No digo que una historia de supervivencia no pueda ser nuestra. Hay cantidad de historias documentadas sobre mujeres sobreviviendo situaciones límites, tanto en la naturaleza como en la salvaje violencia cotidiana. Pero las películas de estas historias sirven a libros infantiles o a películas del Timelife. La supervivencia no nos valida como género.
Pienso en “Mad Max” y en el veliz con semillas amorosamente resguardadas por la comunidad de ancianas. Recuerdo entonces a muchas mujeres que he conocido que participan activamente en organizaciones ambientalistas, animalistas, de derechos humanos. Francesca Gargallo hablaba en una conferencia de todas esas mujeres que hay por todos lados, trabajando como hormiguitas, por el derecho a la educación, al agua, a la vida sin violencia, a la alimentación.
Esas podrían ser nuestras épicas.
El mayor mérito que encuentro en “Mad Max” es haber convertido en éxito taquillero una de esas historias, con todo el camuflaje de película de acción con título de personaje masculino.
Eso y los labios de Tom Hardy.
(Un día esas historias ya no tendrán que disfrazarse.)

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