Roller Coaster

Ya de regreso de una salida medio accidentada que incluyó, además del extravío temporal de mi bolsa, el ataque de una pandilla de hormigas (a mí) y la caída estrepitosa a medio restaurante (de mi compañera).
Con todo y lo inútil, aburrido y pesado que nos pareció el curso, no pude haberla pasado mejor. Todo gracias a la compañía de mi muy atípica compañía.

A E  la conozco hace cuatro años, pero han sido pocas las ocasiones de trato; sin embargo, en cada una de esas ocasiones, me dejó gratísima impresión y ganas de seguir echando el chal.
Durante el viaje tuvimos esa oportunidad. 
Yo sabía que era egresada de dos carreras universitarias (que cursó al mismo tiempo) y que trabajaba como mesera mientras estudiaba, pero no que tocaba en una banda y se las arreglaba para estudiar piano y trompeta. También me contó que empezó a trabajar cuando su mamá le dejó sus cosas afuera de la casa un día que se le hizo quince minutos tarde por andar con el novio y que se tuvo que mudar con él y luego con una amiga hasta que hizo las pases con su madre varios meses después. Los pleitos con su madre los cuenta entre carcajadas. Incluso el divorcio de sus padres antes de que ella cumpliera un año, y el reencuentro varios años después, los cuenta atacada de la risa, un reencuentro que nada tuvo de divertido y sí mucho de traumático pues incluyó un viaje en autobús hasta Zacatecas sola cuando tenía sólo seis años para encontrarse con un ludópata medio alcohólico que no sabía ni guisar un huevo para alimentar a su hija. Pero E no parece traumatizada. De hecho, es como si no se hubiera creado nunca expectativas de nada y todo en la vida le sorprendiera como un chiste que nomás ella entiende.
Me gustó conocerla más y saber además, que ella también se divirtió en el viaje conmigo.
Una tarde que tarareábamos y bailábamos una rola de Tom Jones, me dijo: "¡Y estamos sobrias! ¿Te imaginas qué chido una vez que estemos pedas?", lo que definitivamente es lo más chulo que me han dicho en un rato.

* * * * * 
Ya aquí.
A la falta de certezas del día a día en el trabajo. (No me quejo, le agrega cierta emoción al momento).
A la emoción del regreso a la escuela. (Harry entró al bachilleres, al turno vespertino y en su segundo día, está más que contento de no tener que levantarse a las cinco de la madrugada y además de compartir el salón con personas competentes, dice. Mis clases empezaron también pero yo no me veo ni la mitad de contenta que Harry. Ni lo esperen).
A la volubilidad de nuestros planes.
A la volatilidad de nuestros negocios.

Vuelvo a la normalidad, pues.

(Just some times)


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