La sala vacía
Previo a que me toque impartir un curso, según todos los lineamientos de la norma, tengo que dejar lista la sala de capacitación: pintarrones, marcadores, cañón, bocinas y otros etcéteras. Esa parte me cae gordita porque implica andar agachada conectando cosas, atornillando otras, configurando otras más.
Después da inicio el curso y es la parte de mi trabajo que más me gusta. Comparto, aprendo, enseño, me divierto, me río con los participantes, me río de ellos, se ríen de mí.
Hay jornadas que son agotadoras. Existen cursos muy largos que me dejan sin voz y cursos tan cortos que ni la lata que amerita todo el acomodo. Pero al final, independientemente de la extensión del curso, llega un momento que me encanta: cuando la sala se vacía.
Y no es porque haya terminado mi chamba del momento. Es más bien un instante de catarsis.
La desconexión de los aparatos, el volverlos a poner en su lugar, guardar y empaquetar, me vuelven a poner a mí en mi lugar. No soy ni seré lo más importante en el curso. Soy como uno de los aparatos que vuelven a su bolsa. El proceso de guardarlo todo es gozoso y calmo a la vez. Siempre en solitario, como debe hacerse una buena retroalimentación, la mejor de todas, a pesar de las que hagan de mí los demás. La más importante porque soy la juez más exigente.
Guardarlo todo es también cerrar un evento de aprendizaje que a la vez es el inicio de un conocimiento que se va a desarrollar.
Me encanta ese momento.
Cerrar es siempre comenzar algo.
Después da inicio el curso y es la parte de mi trabajo que más me gusta. Comparto, aprendo, enseño, me divierto, me río con los participantes, me río de ellos, se ríen de mí.
Hay jornadas que son agotadoras. Existen cursos muy largos que me dejan sin voz y cursos tan cortos que ni la lata que amerita todo el acomodo. Pero al final, independientemente de la extensión del curso, llega un momento que me encanta: cuando la sala se vacía.
Y no es porque haya terminado mi chamba del momento. Es más bien un instante de catarsis.
La desconexión de los aparatos, el volverlos a poner en su lugar, guardar y empaquetar, me vuelven a poner a mí en mi lugar. No soy ni seré lo más importante en el curso. Soy como uno de los aparatos que vuelven a su bolsa. El proceso de guardarlo todo es gozoso y calmo a la vez. Siempre en solitario, como debe hacerse una buena retroalimentación, la mejor de todas, a pesar de las que hagan de mí los demás. La más importante porque soy la juez más exigente.
Guardarlo todo es también cerrar un evento de aprendizaje que a la vez es el inicio de un conocimiento que se va a desarrollar.
Me encanta ese momento.
Cerrar es siempre comenzar algo.
Comentarios
El dia que todos los maestros/profes/instructores/etc. entiendan esa frase, ese dia la ensenianza sera muy diferente.
anoche que vi este video no pude evitar pensar en ti
http://www.youtube.com/watch?v=x6uZZCr2ksk&playnext=1&list=PLCB04AB26697B0780
Saludos