Pasada de moda
Tuve un maestro en secundaria al que llamaban Macario. Fue mi maestro de español.
Hace algunos años me contaron que había fallecido. Tiempo después fue a la escuela donde trabajaba a ofrecerme un libro que había escrito para los maestros de secundaria.
La sorpresa de verlo y el gusto por saberlo perfectamente vivo, me animaron a agradecerle muy efusivamente sus clases. Y es que realmente me encantaban.
No recuerdo haber tenido muy mala ortografía después de que empecé a leer y escribir de manera fluída; sin embargo, al llegar a la secundaria me di cuenta de lo mucho que me faltaba para escribir mejor. Tengo recuerdos clarísimos de cuáles (¿o cuales?) fueron las frases exactas con las que el Macario nos enseñó a escribir los acentos diacríticos. Tengo muy presente dónde (¿donde?) estaba sentada e incluso los ejemplos que escribimos.
No sé (se) qué (que) fue lo que más (mas) me impactó de sus clases. Tal vez era su figura seria, adusta y gruñona que súbitamente se transformaba en un dulce cuando hablaba de su hermosa lengua o tal vez fue, como me di cuenta más tarde, que no era tan sencillo para los demás como lo había sido para mí (mi) entender las reglas ortográficas.
Esto último me convirtió en una groupie del idioma.
La ortografía, que era tan complicada y ociosa para muchos, a mí me parecía tierna en su incomprensión. Siempre menospreciada, rechazada... yo le hacía un hueco en mi corazón. Sentía que aunque pertenecía a muchos, sólo (solo) unos cuantos conocíamos sus secretos y sus misterios.
Luego me convertí en maestra: la oportunidad maravillosa de enseñar a mis alumnos y alumnas los secretos del idioma.
Pronto entendí lo que ya sabía. Las lenguas están vivas. No hay manera de detener su evolución. Lo viví a través de mis estudiantes y mis múltiples intentos por enseñarles tal como el Macario nos enseñó.
Las lenguas están vivas y ésa (esa) es su característica esencial. ¿Qué (que) hace la RAE? Lo que debe hacer. Seguir a la lengua, observarla, fotografíarla, mostrárnosla como es. Pero es lenta. Sí (si). Los cambios que se han hecho ya han sido empleados por los hablantes. La RAE sólo (solo) consigna. Otro ejemplo reciente de este hecho son algunas de las palabras que entraron al Diccionario de Americanismos: levantón, ejecutado...
No me considero ninguna purista. Jamás puse el grito en el cielo cuando mis alumnos y alumnas escribían: KMO STAZ. O algo así. Nunca aprendí. Me parecía una excelente forma de utilizar el lenguaje para lo que es: para comunicarnos eficientemente. Claro que el primer cuaderno que vi escrito de esa manera lo devolví y solicité que lo volvieran a escribir. Digo, en el celular es una cosa y el cuaderno es otra. También entiendo que el medio puede determinar el mensaje. O McLuhanianamente hablando: el medio es el mensaje. Nunca he escrito con un cien por ciento de corrección en Messenger.
No soy una purista y festejé a García Márquez con su "Jubilemos la ortografía", pero entonces todavía tenía a los diacríticos.
:(
Bien... se van y ya no sabré cuando lea "Solo hago el amor" si el sujeto en cuestión es femenino o masculino y si se refiere a un obsesivo del sexo o a algún fan de la masturbación.
Cosas de la lengua.
A lo que sí me opongo defitivamente es que la próxima vez que vea "El silencio de los inocentes" en lugar de Quid pro quo me aparezca en los subtítulos un horrible: cuid pro cuo. No. Eso no es de dios. Que el español siga vivo pero que a las lenguas muertas las dejen como están ¿que no?
(O como dijo un usuario de Twitter estos días: Si tan preocupados estaban en la #RAE de hacernos la vida más fácil hubieran llamado a la /b/ "b de burro" y a la /v/ "v de vaca").
Lo bueno es que la RAE no nos condenará y como le dije a Todavía, seguiré usando diacríticos como hay viejitos que siguen usando polainas.
Hace algunos años me contaron que había fallecido. Tiempo después fue a la escuela donde trabajaba a ofrecerme un libro que había escrito para los maestros de secundaria.
La sorpresa de verlo y el gusto por saberlo perfectamente vivo, me animaron a agradecerle muy efusivamente sus clases. Y es que realmente me encantaban.
No recuerdo haber tenido muy mala ortografía después de que empecé a leer y escribir de manera fluída; sin embargo, al llegar a la secundaria me di cuenta de lo mucho que me faltaba para escribir mejor. Tengo recuerdos clarísimos de cuáles (¿o cuales?) fueron las frases exactas con las que el Macario nos enseñó a escribir los acentos diacríticos. Tengo muy presente dónde (¿donde?) estaba sentada e incluso los ejemplos que escribimos.
No sé (se) qué (que) fue lo que más (mas) me impactó de sus clases. Tal vez era su figura seria, adusta y gruñona que súbitamente se transformaba en un dulce cuando hablaba de su hermosa lengua o tal vez fue, como me di cuenta más tarde, que no era tan sencillo para los demás como lo había sido para mí (mi) entender las reglas ortográficas.
Esto último me convirtió en una groupie del idioma.
La ortografía, que era tan complicada y ociosa para muchos, a mí me parecía tierna en su incomprensión. Siempre menospreciada, rechazada... yo le hacía un hueco en mi corazón. Sentía que aunque pertenecía a muchos, sólo (solo) unos cuantos conocíamos sus secretos y sus misterios.
Luego me convertí en maestra: la oportunidad maravillosa de enseñar a mis alumnos y alumnas los secretos del idioma.
Pronto entendí lo que ya sabía. Las lenguas están vivas. No hay manera de detener su evolución. Lo viví a través de mis estudiantes y mis múltiples intentos por enseñarles tal como el Macario nos enseñó.
Las lenguas están vivas y ésa (esa) es su característica esencial. ¿Qué (que) hace la RAE? Lo que debe hacer. Seguir a la lengua, observarla, fotografíarla, mostrárnosla como es. Pero es lenta. Sí (si). Los cambios que se han hecho ya han sido empleados por los hablantes. La RAE sólo (solo) consigna. Otro ejemplo reciente de este hecho son algunas de las palabras que entraron al Diccionario de Americanismos: levantón, ejecutado...
No me considero ninguna purista. Jamás puse el grito en el cielo cuando mis alumnos y alumnas escribían: KMO STAZ. O algo así. Nunca aprendí. Me parecía una excelente forma de utilizar el lenguaje para lo que es: para comunicarnos eficientemente. Claro que el primer cuaderno que vi escrito de esa manera lo devolví y solicité que lo volvieran a escribir. Digo, en el celular es una cosa y el cuaderno es otra. También entiendo que el medio puede determinar el mensaje. O McLuhanianamente hablando: el medio es el mensaje. Nunca he escrito con un cien por ciento de corrección en Messenger.
No soy una purista y festejé a García Márquez con su "Jubilemos la ortografía", pero entonces todavía tenía a los diacríticos.
:(
Bien... se van y ya no sabré cuando lea "Solo hago el amor" si el sujeto en cuestión es femenino o masculino y si se refiere a un obsesivo del sexo o a algún fan de la masturbación.
Cosas de la lengua.
A lo que sí me opongo defitivamente es que la próxima vez que vea "El silencio de los inocentes" en lugar de Quid pro quo me aparezca en los subtítulos un horrible: cuid pro cuo. No. Eso no es de dios. Que el español siga vivo pero que a las lenguas muertas las dejen como están ¿que no?
(O como dijo un usuario de Twitter estos días: Si tan preocupados estaban en la #RAE de hacernos la vida más fácil hubieran llamado a la /b/ "b de burro" y a la /v/ "v de vaca").
Lo bueno es que la RAE no nos condenará y como le dije a Todavía, seguiré usando diacríticos como hay viejitos que siguen usando polainas.
Comentarios
Zi P'rA nO T-neR q P-d-Zer En-g'ndRos K-mo S-te Ez Ne-c-ZaRYo P-D-Ser a l' RAE. Bienvenida sea la RAE
como dices la lengua está viva, por estos de la RAE le andan dando de golpes a la pobrecita
Cada quien se apega a las cosas que le gustan, tu sigue así.