- O sea... o sea... no es que no me guste el brócoli. O sea, sí me gusta, lo que no me gusta es su sabor.
- O sea que no te gustó lo que te hizo tu mamá de comer.
- No... Sí... o sea, sí me gustó, sí me gusta el brócoli, te dije. Pero no me gusta su sabor.
- No te lo comiste.
- Es que... ¿por qué me comí la carne tan rápido? La hubiera combinado con el brócoli para que me gustara. ¿Por qué no lo pensé?
- ...
- Es que, papá, no todos tenemos las mismas aptitudes. Yo no tengo aptitudes para comer brócoli. Para comer otras cosas, sí, pero para el brócoli no tengo aptitudes.
- ¿Y qué solución ofreces al respecto? La comida no se puede tirar.
- Mmmm... está bien... me lo comeré... Dios, ayúdame... (se lleva despacito un trozo de brócoli a la boca, lo medio mastica, lo traga, toma apurado un vaso completo de agua de melón, respira aliviado, hace muecas, suspira...)
- Harry, vete a dormir.

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