Un poco de azúcar

Se cuenta que en la época porfiriana las élites esperaban las noticias de París para enterarse de la música y los vestidos de moda en aquellos lares.
Cien años después nos pasaba lo mismo a Fefé y a mí,  esperando la música que los extranjios nos traían de Berlín.  Tan limitados estábamos.
En uno de los viajes nos trajeron a Caléxico,  hace de eso como quince años.  Nos encantó.
Muchos años seguimos de lejos sus tours.  Se presentaban en Arizona y nos emocionábamos haciendo planes para ir, que nunca concluimos.
Este año estuvieron programados para el festival de la ciudad,  en uno de esos eventos curiosos de la vida.
Valiéndome gorro mi tos,  me enfundé en impermeable,  nos cubrimos con un paraguas y nos sentamos en primera fila.
Éramos los únicos en la audiencia. Pero en emoción,  valíamos por diez mil,  como le dijimos a Joey Burns,  el vocalista de la banda.
La llovizna seguía y nadie más aparecía. Se pronosticaba además más lluvia así que cancelaron el concierto. Y Fefé y yo,  hechos la sopa como un par de emoticones tristes bajo el paraguas.
¡Quince años esperándolos! Y lo mismo ha de haber pensado una de las monitas de la organización,  porque vi que comenzaron a hacer llamadas a bares para que Caléxico tocara. Yo también le hablé a un compa pero no tenía audio en su bar.  Finalmente consiguieron un barecito en el centro al cual nos fugamos de inmediato para tener un buen lugar.
La banda llegó al poco rato.  Maravillosos y hablando con todos (éramos veinte nada más). Yo estuve platicando con John Convertino,  el baterista y letrista) sobre su amistad con Lhasa de Sela. Me dolió el corazón recordándola. Me contó que en el último disco hay un tributo para ella.  Habrá que conseguirlo.
La banda comenzó a cantar y fue muy emocionante.  Su música sonaba como una tormenta en el ďesierto (o tal vez fue el tormentón que caía afuera). 
Se corrió la voz y llegaron como veinte chícharos más.
Qué fortuna haber estado ahí,  en un concierto privado, con un grupo chingón que al terminar se quedó a seguir en el cotorreo con los fanses.
El compañero mío,  feliz. Y yo junto con él.
Noches chidas para el recuerdo.

Comentarios

Ser Filosofista dijo…
Yo andaba en Veracruz, pero hubiera sido muy feliz entre esos veinte chicharitos.
Créeme que sí... pero Veracruz,es Veracruz.

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